Quimeras bálticas
Čiurlionis – Sibelius – Rachmaninov
«Litwo! Ojczyzno moja! ty jesteś jak zdrowie…» Entone el verso y cualquier polaco le completará del corrido la primera estrofa de la epopeya nacional, el Pan Tadeusz de Mickiewicz. «¡Lituania! ¿Patria mía! Eres como la salud…» Polonia no sólo fue ocupada, sino ocupante.
Los atlas también caducan, prescriben, para tarde o temprano, de forma sorpresiva, reencontrar el cauce muerto, el viejo troquel fronterizo. Las muescas de las fronteras, son como las de la marea, inestables, pero a menudo reincidentes. Ni la geología, ni la geografía son ciencias exactas. No, la geografía y sus constantes fluctuaciones no las inventó google maps. El mapamundi, globo terráqueo de nuestra infancia, no es el mismo que el de nuestros hijos. Por eso la capital lituana es el kilómetro cero de la literatura romántica polaca. El báltico arrastra en sus mansos vaivenes reminiscencias eslavas.
Como decía, los antepasados de Mickiewicz también padecieron gula expansiva. Sus acometidas septentrionales les plantaron ante las (hoy) repúblicas bálticas, hasta las puertas del Mar Negro, por el sur. Nota bene, Mickiewicz murió en Constantinopla. Hay países que tienen una silueta definida, Italia tiene su bota, Holanda su depresión, España ese trapecio amorfo. Pero en Centroeuropa, las fronteras mudan a merced del viento, encogiéndose y expandiéndose, como si una sístole y diástole las impidiera quedarse quietas.
Litwo! Ojczyno moja! Exaltado vocativo. Cualquier maturzysta le replicará a renglón seguido la primera página del poema. Antiguamente era tradición que los bachilleres memorizarán, no la primera estrofa, sino los casi 600 versos de la obra magna de Mickiewicz.
Litwo (Lituania) y listopad (noviembre) pueril sinestesia. Listopad (listo-pad), al igual que los restantes once meses del año, auto descriptivos en polaco, casi eufónicos. Pronunciándolos despacio, silalabeándolos, uno puede intuir la época a la que aluden (huelga decir, sin noción alguna del idioma). Son auto adivinanzas y a través de ellos uno puede empezar a amar una lengua, por lo pronto poco amable. Styczeń, luty, marzec, kwiecień,… Y cuanto más se acerca uno al otoño más bella se torna la fonética: wrzesień, padziernik, listopad para culminar en ese tremendo eslavismo conclusivo: grudzień. El niño memoriza los meses, el bachiller la ‘oda a Litwa’. Tiempo de flexo y mesa camilla. Mentar el báltico equivale a invocar el otoño.
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Mikalojus Konstantinas Čiurlionis, Lithuanian Tale (Cracovia otoño 2015)
En estas semanas postreras de 2015 Cracovia amplía sus miras y su horizonte imaginario atisba la septentrional Vilnius, su enclave más invernal. Vilnius a Polonia, lo que Königsberg a Prusia Occidental, algo así como un `non plus ultra báltico y gélido´. Una ventana baja, parapeto de nieves primerizas, en cuyo recoveco se confunden y enzarzan las filigranas de los copos y de los visillos. Un pariente lejano, lejano en ambos sentidos, mata la tarde escribiendo postales.
El nombre de Mikalojus Konstantinas Čiurlionis (1875-1911) deje quizás indiferente al lector español. Era cuando menos mi caso hasta que tope semanas atrás en el Rynek de Cracovia con la exposición Litewska opowiesc (cuento lituano), modesta retrospectiva de uno de los más polifacéticos creadores bálticos a caballo del siglo XIX y XX.
Pintor, poeta y compositor; simbolista, modernista y místico. Uno puede combinar esos términos a su antojo y no errará a la hora de calificar al amante de la naturaleza. Al paisajista de lo abrupto y de lo inmutable. Artista plástico de formación, compositor por precepto familiar. Pocos han llegado tan lejos en su intento de integrar música y pintura, iconizar lo abstracto, sublimar lo concreto. Lo sonoro y lo icónico, un todo íntegro.
Como los miniaturistas medievales, que no se limitaban a transcribir pasajes bíblicos sin más. Como ellos también Čiurlonis se esmera en iluminar sus partituras o en musicalizar sus acuarelas. Trascender la nota como símbolo plástico e iconizar la emoción sonora. Al tiempo que todo esto sucede Čiurlonis va más allá y busca también trascender el paisaje. El paisaje como revelación, cual trascendencia.
Glaciares, cimas inaccesibles y piélagos furibundos se tornan grandes poemas sinfónicos. Podría tratarse de un ilustrador más, pero hay algo inquietante en estos cuentos de hadas autumnales. Ese quebranto, halo irracional, propio del jugendstil: prerrafaelita, intrigante, listopadiano. Y curiosamente Čiurlonis, excelente analista y juez de su propia obra, sentencia en su poema Mar : “(…) y tu, eterno poder coloso, respiras tranquilo y en silencio, sabedor de que eres único y no hay ningún rey sobre ti”.
Tolstoi y Valle Inclán acercaron el término sonata al dominio literario, Čiurlonis hizo lo propio con la pintura. Su obra pictórica orbita en torno a la forma sonata: Sonata de Primavera, Sonata de Verano, Sonata Marina, Sonata del Sol o Sonata de la Estrella. A menudo sus partes integrantes incluyen acotaciones de movimientos musicales (allegro, largo…). No extrañe entonces que este alumno del Conservatorio de Leipzig (discípulo de Carl Reinecke) e impregnado de las escuelas de Bellas Artes finiseculares de Varsovia y San Petersburgo constituya uno de los mejores exponentes de lo que en la escuela llamábamos sinestesia.
Y no obstante, es el elemento lituano el diferencial, como confiesa el propio autor al compositor polaco Eugeniusz Morawski en una carta de 1902: “It´s a pity that you do not know, what means to come back to your native village (…) Again, you can hear the whisper of the pines, so serious, so wanting to tell you something (…) Everything is the same, it has no changed a bit, so for a moment you also imagine that you are coming back from a tree cone war you fought in the woods with the boys; and this whole Leipzig and Warsaw are probably just a long and heavy dream”
Su producción musical, aquilatada y modesta. Bellas y breves mazurcas minimalistas, a modo de souvenir decimonónico con guiños sutiles al siglo XX. Academicismo sajón, ruso y polaco, y pese a todo, ante todo, intimismo lituano, signifique esto último lo que signifique. Čiurlonis falleció a los 35 años, aquejado de dolencias psíquicas en un sanatorio de las afueras de Varsovia.
Sibelius y Rachmaninov en el Narodowe Forum Muzyki (Wrocław, 6.11.2015)
La capital de Silesia Baja, pasará a serlo de Europa (a efectos culturales cuando menos) coincidiendo con el año nuevo. Extraoficialmente la apertura del Narodowe Forum Muzyki se ha adelantado a la efeméride oficial. Wrocław llega en plenitud de facultades a su año, en el que la capitalidad cultural desvelará la faz más europea de la nueva Polonia. La ciudad más liberal de la Rzeczpospolita (dudo que lo deje de ser muy a pesar de la nueva configuración política) lo tiene todo para convertirse en 2016 en uno de los faros culturales del continente. Lo venimos diciendo aquí desde hace más de tres años. Y eso concierne, y de qué forma, a su mostrador musical.
Una acústica excepcional, una orquesta casi a la altura de la misma y Eiji Oue, en calidad de director invitado, dejaron constancia de que la Filharmonia Wrocławski y su flamante Narodowe Forum Muzyki están en condiciones de codearse con la primera línea del sinfonismo centroeuropeo. El desafío va dando paso a la realidad. Ahora sólo queda educar al público: a los neófitos. Con el nuevo auditorio, Breslavia duplica el potencial número de abonados. Los novatos ejercieron de tales, palmas a destiempo, aplaudiendo cada uno de los movimientos de las dos obras programadas: el Concierto para violín en re menor de Jean Sibelius y la Sinfonía número II en mi menor de Sergei Rachmaninov.
Una lástima que entre tanta profusión palmera, el respetable premiara con entusiasmo comedido la inmaculada interpretación del concierto y nos privará así de poder escuchar un bis de la exquisita solista Elina Vähälä. La violinista finesa ha conseguido redondear una versión de referencia del que quizás sea el más bello concierto para violín jamás compuesto. Por su técnica, sonoridad y afección su interpretación merece suceder, sin complejo alguno, a las de Oistrakh y compañía.
De una belleza singular es el arranque de esta media hora contemplativa. Difícilmente encontrara usted unos compases iniciales tan indiscutiblemente bellos, como los de la obra referida. Si uno logra mantener el hechizo desde el sutil y tintineante inicio, hasta el final de la obra, y doy fe que Vähälä lo consigue, el opus 47 de Sibelius merece con toda justicia sobrevivir al paso de los siglos.
Eiji Oue salta al escenario con apetito del púgil. De hecho, parece que va camino del ring o del campo batalla. Su indumentaria desafía todos los cánones de la ortodoxia, un híbrido entre Napoleón y Corso Maltés. Una chaqueta negra, casi vampiresca, con las solapas a medio desplegar, a lo Éric Cantona para que nos entendamos. Y es que Oue batalla con las partituras. En la obertura de El Corsario de Berlioz, parecía Jack Sparrow dando entradas y salidas.
Tras su vivaracho ademán, su sabia batuta desprende conocimiento concienzudo, hasta el más ínfimo detalle de la partitura. Entre ellas se cuenta la Sinfonía n 2 en mi menor de Rachmaninov. El director japonés se desfondó psicológica y físicamente (en algunas ocasiones llegando literalmente a saltar sobre el catafalco movido por su propio ímpetu). No es Oue de los directores que gusta escatimar mimo y aspaviento. Al contrario: puro dinamismo y pura expresividad gestual; atención al más mínimo detalle. Intenta así telegrafiar cuanto más mejor.
La Segunda Sinfonía de Rachmaninov fue un todo de principio a fin. Buena parte del excepcional rendimiento de la orquesta titular, sino todo, cabe atribuírselo a la batuta invitada. Infatigable, Oue no se serenó hasta el merecidísimo aplauso conclusivo. Desfondado tras desgranar a la perfección el segundo movimiento (Allegro molto) y bordar un intenso y deliciosamente largo adagio.
Raras veces la Orquesta de Wrocław ha rayado a un nivel semejante, lo cual viene a demostrar que un patrón de primera fila puede elevar una orquesta a su semejante rango. Oue y los breslavos se volcaron durante una hora en esa arquitectura sinfónica densa y achacosa, afectada en extremo, que obliga a dar el 200% para no generar excesivo tedio, sentimentalismo, vacío o monotonía. Los riesgos aparejados a Rachmaninov, al posromanticismo en general y al otoño en particular.
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- Compositores polacos I (Chopin exclusive): Aleksander Tansman en notas al reverso
- Preisner* Zimerman** Beczała-Kwiecień*** en notas al reverso
- CRACOVIA/ 24º Festival de Cultura Judía en notas al reverso
- Llunàtica sense lluna, Bellini estel·lar en notas al reverso
- Nadine Sierra y Pretty Yende, en el Ciclo Voces del ... en lírica
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- Concierto de Irene Alfageme y Raquel Lojendio en el Teatro ... en música clásica
- Máster de Formación Permanente en Educación a Través de la ... en universidad
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Molt bé, Joan, com sempre. M’ha agradat especialment això de «iconizar lo abstracto…sublimar lo concreto…» I també : «iconizar la emoción sonora», com la delicadesa expressada en «musicalizar sus acuarelas…». Tot un món de suggerències!
Que totes les arts es toquen entre elles, ja ho deia Beethoven. I és cert. D’aquí que ell, en la seva sordesa, ecrivia notes daurades, platejades,…