Música y otras artes en bares y establecimientos comerciales en España ¡imprescindible!
Desde hace unos días voy recibiendo peticiones de firma desde Cantabria, Andalucía, Castilla y León, Madrid sobre la necesidad de revisar las leyes regionales de “espectáculos públicos”.
Las leyes regionales de “espectáculos públicos” fueron redactadas en los primeros años dos mil cuando los espectáculos de pequeño formato apenas eran frecuentes, ahora son la mayoría. En aquellos años a nadie se le ocurría que podía coger la flauta o la guitarra, el libro de poemas o los cuentos escuchados a sus abuelos y componer con ello un “espectáculo” con el que actuar en bares, cafeterías, librerías, salas de exposiciones…colmados. Ahora es una de las formas de actividad de muchos creadores e intérpretes. Música, pero también teatro, poesía, danza, cuentacuentos, exposiciones, talleres de creatividad literaria, presentaciones…tantas actividades.
Si lo haces, gratis, solo tienes que cumplir la normativa municipal en el exterior –territorio ley regional– pero en el interior –territorio normativa municipa– hay que hacerse con una serie de licencias y permisos de actividad , que has de pedir no en “cultura” si no en los departamentos de “medio ambiente” por cuestión de normativa de ruidos, actividades molestas, etc…un arcano en el que se pierden muchas personas y donde otras –es mi caso– no nos encontramos con edad para escuchar según qué cosas.
¿Es esto tan importante? Pues sí. Se han caído circuitos tradicionales de actuaciones y actividad cultural –casas de cultura, teatros municipales, cajas de ahorros, fundaciones, asociaciones culturales- por lo que muchos intérpretes –entre los que me sumo como “aficionado”- buscamos en estos espacios nuestra salida natural al mar del encuentro con el público.
En los últimos dos años he actuado en lugares como cafeterías, bares, librerías, floristería, huertos urbanos…tengo previstas actuaciones en tiendas tradicionales, más librerías, tiendas de artesanía… todas en la más absoluta alegalidad, claro… contraviniendo las normativas del ayuntamiento popular de Valladolid como en los setenta, con Teloncillo, actuaba ilegalmente en las asociaciones de vecinos de los barrios de Madrid con más policía en la puerta que espectadores dentro… ¿lo llaman democracia y no lo es? Algunos, por edad, podíamos poner hasta ejemplos.
Con todo y con eso creo que este gran problema tiene solución. Veamos lo que hacen en Gran Bretaña, donde según la nueva ley de música de música en directo (Live Music Act 2012) en aforos hasta de 200 plazas (sentadas y de pie) no se necesita licencia especial para actuaciones, pero es vinculante un informe de la asociación de vecinos de la zona así como un informe asociación de Pubs de la zona (Sí!!!!! Allí existe una asociación de pubs con actividades culturales). Ha de identificarse también el promotor ante protección civil y la policía local y claro: respetar la normativa municipal, eso siempre.
Se deja que las partes lleguen a acuerdos económicos, usualmente el diez por ciento de lo recaudado por el local (entradas y consumiciones). Eso sí, siguen con la costumbre de cobrar las cervezas a los músicos, como cuando The Who protestaban por el robo que suponía esta práctica en los sesenta en Gran Bretaña.
Aquí algo se palía a través de las “dobles licencias”, muy restringidas. Por ejemplo, un bar que tiene espacio suficiente y vende libros, por ejemplo. Allí se presentan libros, se lee poesía, se hacen exposiciones… si no se cobra entrada.
Volvemos al interrogante inicial, en palabras de Mick Jagger: ¿qué puede hacer un chico en el somnoliento Londres si no es tocar en una banda de rock? (Street Fithing Man). ¿Cómo ganarse la vida –o simplemente pagar los instrumentos– si no se puede cobrar?
Esto es algo que debe cambiarse en las leyes regionales de espectáculos “públicos” y además, concienciar a los promotores de las actividades de que gratis, todo, no puede ser.
En el teatro hemos conseguido una cierta visibilidad del esfuerzo porque tenemos muchos elementos físicos alrededor: escenografías, iluminación, equipos, transporte… todo es más visible y es fácil decirle al promotor: hey man! Esto cuesta un dinero de alquiler, montaje, etc. Pero otras actividades lo tienen más difícil: música, donde los músicos aportan casi siempre su propio equipo que en puridad debería ser “alquilado” al menos por el promotor (ellos, los músicos, cargan con su compra, financiación, amortización… sean profesionales o aficionados) o la poesía, donde con un micro tienes más que suficiente pero las noches de insomnio cuadrando versos no se pagan en España…
¿Qué más se pierde? Por ejemplo: cientos de empleos de toda la cadena de valor, desde la creación al público: autoría, interpretación, edición, instrumentos y equipos que no se venden, publicidad, hostelería, maquinaria, alquileres, consumos inducidos, transportes públicos… los ayuntamientos que no han negociado sobre el tema han hecho la torta un pan. Por puro “autoritarismo” se han perdido cientos, si no miles, de empleos en todos esos sectores… y la Ministra rezando a la Virgen del Rocío, cuando con una llamada al alcalde troglodita de turno se hubiera solucionado. Al respecto me gustaría ver los datos de Hacienda de este sector en estos años… para corroborar este desastre made in PP principalmente.
Los músicos deben parar un poco en su frenética actividad y pensar cómo hacer que el promotor –ciertamente muchas veces un hostelero que apenas sobrevive– entienda que lo que le ofrecen es un arte todo lo intangible que quiera, pero que el intérprete es de carne y hueso –debe hacer tres comidas al día mínimo– y que las facturas no las paga un marciano que viene con billetes cada mes.
¿Por dónde empezar? Yo ya pasaría de hablar con los sectores implicados –hostelería, comercio– e iría directamente a la FEMP [Federación Española de Municipios y Provincias] para empezar un proceso de cambio de las diferentes leyes regionales de espectáculos públicos.
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