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Coreografía: “La bella durmiente”, versión de Rudolf Nureyev. Música: Tchaikovski. Dirección musical: Fayçal Karoui. Decorado, vestuario y luces: Ezio Frigerio, Franka Squarcipino y Vincio Cheli. Intérpretes: Estrellas, primeros bailarines y cuerpo de baile del “Ballet de la Ópera de París”. Retransmisión en directo cines del 16 de diciembre de 2013.

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La Bella Durmiente © Sébastien Mathé / OnP

Creada por primera vez en 1890 para el teatro Mariinsky de San Petersburgo, La Bella durmiente conjuga el espíritu de Petipa con la música de Tchaikovski. Con el teatro lleno en la Ópera Bastille de París y apenas afluencia de público en la sala de los cines Conde Duque-Santa Engracia de Madrid, asistimos a este ballet de más de tres horas, que incluye prólogo y tres actos, con la versión creada por Rudolf Nureyev en 1989.

Apodado por Nureyev como «el ballet de los ballets», con La bella durmiente tenemos la oportunidad de apreciar muchos momentos de puro ballet que tanto gustan al balletómano, esos espacios en los que, casi como un espejismo, la técnica parece separarse de la trama argumental y adquirir vida propia. Un rasgo que se perfila todavía más en esta versión que preparó el coreógrafo ruso que, como buen bailarín de carácter, tanto gustaba de recargar la técnica.

Para los espectadores de la gran pantalla, abre la velada una grabación de Brigitte Léfevre (actual directora de la Compañía) que explica el argumento del ballet enfatizando la contraposición entre el bien –representado por el Hada Lila- y el mal- centrado en la bruja Carabosse-, como la tensión que guía el destino de la protagonista.

Con cierta inseguridad en el prólogo, los bailarines van in crecendo, mejorando sustancialmente en el segundo acto. El cuerpo de baile destaca en toda la interpretación por su limpieza, y el vestuario creado por Franca Squarcipiano, les acompaña mejor en el segundo acto, cuando se visten con la uniformidad de color a la que nos tienen acostumbrados.

El papel de la princesa Aurora es interpretado por Myriam Ould-Braham, una bailarina que, a pesar de su delgadez, no transmite sensación de falta de control en el cuerpo. Su estatura y rasgos juveniles le acompañan en el personaje, y su particular rostro inexpresivo hace fijar todavía más la atención en su técnica. Su finura y su fuerte musicalidad hacen que destaque en los adagios.

Pero por encima de la protagonista está, en el papel del príncipe Desiré, el consolidado Mathias Heyman que, a pesar de lo escolar de algunas de sus variaciones cumple con los requisitos del principal rol masculino que es habitual en el estilo de la escuela francesa.

Entre las dos estrellas se da, eso sí, una química especial que les hace mejores en el trabajo de pas de deux (dúo) que como solistas.

De entre los primeros bailarines llaman la atención Valentine Colasante y François Alu en su paso a dos del Pájaro azul aunque él, aéreo en saltos, se resbala hasta en dos ocasiones sin llegar a caer y se muestra visiblemente cansado al terminar.

La realización para cines la lleva a cabo François Roussillon con la participación de France 3, una casa que cuenta con mucha experiencia en grabar ballets y a la que sólo se la puede acusar -y sólo bajo el supuesto de que el cine deba reproducir de la forma más similar el estado teatral- la excesiva utilización de los primeros planos, que hacen perder a menudo la perspectiva de la obra total.

No deja de ser curioso que, a pesar de que los roles principales se interpretan en otras sesiones por bailarines mucho más conocidos por el público internacional, se opte por estos protagonistas para la retransmisión en directo. Esta es una de las pocas ocasiones en las que el público español tiene ocasión de ver ballet por una de las grandes compañías de clásico actuales, y lo cierto es que, a pesar de la insistencia de la actual directora en repetir el repertorio de Nureyev, esta generación de bailarines no lo interpreta con el mismo carisma que sus predecesores.

www.operadeparis.fr

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