¿Cambio de paradigma en la financiación cultural?
Vista la situación actual con cierta perspectiva nos damos cuenta de que la “crisis” ha conseguido –en lenguaje marxista– “agudizar algunas contradicciones”, precipitar problemas y quizá soluciones en algunos cambios profundos que estaban produciéndose en los cimientos de la cultura patria.
En la superficie, hemos visto algunos borboteos, el más inquietante es la absoluta falta de fondos públicos y privados para la producción y exhibición cultural –por tanto, musical– en los últimos cinco años. Bajadas de inversión pública de un diez por ciento anual como media y subida del IVA de los espectáculos de trece puntos de golpe… la puntilla final para muchos.
El cambio es mucho más profundo. Algunos dicen que los ciudadanos, las empresas, los espectadores, los consumidores culturales han de tener un papel mucho más activo en esta nueva situación… en gran parte estoy de acuerdo con este discurso. Pero quiero ir más abajo, a las placas tectónicas que sustentan este edificio, esta construcción. En mi opinión estamos pasando del paradigma de la “administración” cultural –distribución adecuada de los recursos– a la auténtica “gestión” cultural –entendida como asunción de riesgos– en otras palabras: de la “certidumbre” de las décadas de los setenta, ochenta, noventa del siglo XX a la “incertidumbre” de los comienzos del siglo XXI.
Debemos aprender a gestionar no ya recursos –algo sabemos– si no austeridad (falta de recursos) y flujo inconstante de esos recursos… o sea, incertidumbre: no sabremos ni cuánto ni cuándo tendremos esos recursos. Con estos mimbres, tenemos que hacer cestos. Entre mis colegas y amigos los menos preocupados son los que tienen ya cierta edad para recordar que los años sesenta y setenta, en España, eran de esa manera. Los ritmos eran diferentes… más lentos en muchas ocasiones… entendemos mejor que otros las tendencias “slow” y “fuego lento”… o “gota malaya”.
¿Hay alguna forma de vislumbrar una salida? Creo que no, pero hay experiencias en la financiación de la cultura que debemos explorar con ayuda de quienes ya tienen cierta experiencia. Una de ellas –sé que levantará ampollas– es la “lotería cultural”. Me explico con un poco de historia personal. Hace casi veinte años tuve la ocasión de enviar un informe relativamente exhaustivo a uno de mis profesores de la City University de Londres sobre dos temas muy españoles: la lotería nacional y la ONCE.
No entraba en grandes consideraciones económicas y fiscales, si no, en el grado de aceptación y uso de estos mecanismos de financiación de servicios sociales –Cruz Roja, discapacidades– así como de las quinielas como medio de financiación del deporte base… supongo que solo del fútbol en estos momentos. Realidades un tanto contradictorias con una tendencia “progre” a que el estado asuma la parte del león de estos servicios a la sociedad. Gran Bretaña ha sorteado los aspectos más negativos de la “lotería cultural y deportiva” ampliando estos fondos a la “actividad”, no solo se construyen o renuevan edificios –después de un plan de viabilidad, por supuesto– si no que festivales, creadores y programaciones pueden contar con un medio de financiación “semiestable” –dependes de lo que la sociedad se gaste en estas prácticas– que mejora notablemente la financiación de la cultura allí.
En Francia, vemos como el cine recibe ayudas en base a un porcentaje de la taquilla de los centros de exhibición… depende en parte del gasto en cine –voluble, cambiable– de la sociedad francesa… por eso el estado invierte internamente en la marca “cine francés”… y europeo, algo que no hacemos en España.
De hecho hay dos intentos nacionales: la Generalitat de Cataluña estudió la posibilidad de poner en marcha una “lotería cultural” y el Gobierno Vasco llegó a poner en marcha una lotería popular (rasca) para financiar movimientos sociales como Elkarri.
Ayer alguien por la calle trataba de venderme un boleto del sorteo del oro de la Cruz Roja… organización con la que colaboramos en casa por otras vías. Nada que objetar… ¿no?
Para acabar y sabiendo que el asunto es muy problemático, que exige sinceridad y debate abierto, sacaría en principio esta posibilidad de financiación del ámbito cultural, hay uno que puede suscitar más consenso: el científico, la investigación… sin ciencia y sin investigación no hay futuro… No Future! que cantaban Sex Pistols.
Leo en la prensa que el CSIC necesita cien millones de euros para no tener que bajar la persiana… ¿Por qué no hacemos una prueba?… y luego analizamos pros y contras. Porque de los miedos atávicos de tirios y troyanos estamos, algunos, un poco “jartitos” ya.
La cultura y la música se lo merecen… y –como le atribuyen a Einstein– “si hacemos siempre lo mismo seguiremos igual”.
Igual de mal, claro.
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