Cambreling, director de Saint François d’Assise en el Real
[Edición impresa DaD #18 jun-sep 2011]
Dentro de unos días, el director francés Sylvain Cambreling (Amiens, 1948 ) cierra en el Teatro Real dos ciclos (Grandes recitales y Las mañanas sinfónicas) de la actual temporada.

Sylvain Cambreling. ©Marco Borggreve
La misma de su début en el coliseo madrileño en un Concierto Lírico, que rematará con su primera presencia operática. Será en julio, responsabilizándose musicalmente de la controvertida producción del Saint François d’Assise, de Olivier Messiaen. Un título familiar para Cambreling, que ha vivido su evolución en primera persona desde sus orígenes.
¿El montaje con que se enfrenta ahora es nuevo para usted?. Digamos que es una producción que se hizo en la Trienal del Ruhr en 2002.
¿La dirigió también usted en aquella ocasión?. Y en muchas otras. He dirigido más de 30 representaciones del San Francisco de Asís
Lo ha hecho en diversos escenarios, pero una circunstancia relaciona el de Madrid con el Ruhr: su característica de espacio alternativo. Exactamente. Se trata de un espacio muy grande a lo ancho con respecto a la embocadura de un teatro convencional, que en esta obra funciona muy bien. Lo digo después de conocer el lugar donde va a presentarse.
Escenarios con esas características pueden funcionar o distorsionar la obra. Después de haberla dirigido en lugares como la Ópera Bastille de París, ¿puede comparar?. Naturalmente que sí. Por eso digo que tanto en un caso como en el otro funcionan por tratarse de una obra que, en cuanto a la acústica, reclama un espacio grande. Recuerdo haberla escuchado en su estreno en 1983 en el Palais Garnier, y hasta un lugar como ese resultaba demasiado pequeño. Por eso, al pensar en donde debía presentarse en Madrid, comprobamos que también el Real se quedaba muy pequeño.
Se le reconoce cada vez más como un especialista en Messiaen. ¿Cómo y cuando surgió esa relación?. Conocí al compositor en 1977, cuando comencé a trabajar con el Ensemble Intercontemporain. Mi primera gira fue un programa con su música. Messiaen venía contínuamente a escuchar nuestros ensayos. Eso fue en 1977, como digo, cuando estaba en pleno proceso de la escritura de San Francisco. Y lo seguí viendo a lo largo de aquel tiempo, hasta que tuvo lugar el estreno.
Eso supone compenetración entre maestro y músicos. Complicidad en líneas generales. ¿Conoce a fondo la orquesta?. Claro que sí. La SWR Sinfonieorchester es mi orquesta alemana, y conoce bien la producción, porque la hicimos en la Trienal del Ruhr. Por si fuera poco, he grabado con ella todas las obras para orquesta de Messiaen. Por ahí se encuentra una caja con ocho CDs, que pueden servir como prueba del buen entendimiento.
¿El público necesita pautas para digerir la obra?. La música de Messiaen, en general difícil de interpretar, no es complicada de escuchar. Y en este caso se trata de una obra mágica. Lo único que se requiere del espectador, es que sea capaz de olvidar el sentido del tiempo, y de asumir que está emprendiendo un gran viaje. Así se descubrirá esa magia de la que hablo. Lo sé muy bien después de haberla hecho, como digo, muchas veces: dos grandes series de nueve representaciones cada vez en la ópera de París, además de las de la Trienal del Ruhr. Y he podido comprobar que el público se siente fascinado por la obra. Lo único que se le podría pedir es que no llegue muy cansado, porque dura mucho. Por eso empieza a las seis de la tarde, una hora muy temprana para Madrid. Pero debe tomar su tiempo para instalarse en la música, y a partir de ese punto, dejarse llevar por esa belleza, esa poesía y, al mismo tiempo, esa alegría. Una alegría a veces muy animada; otras de mucha calma. Es una música soberbia. En ningún caso agresiva.
En los doce años entre su primer San Francisco en la Ópera Nacional de París, de 1992, y el de 2004 en el mismo lugar, ¿su concepción ha cambiado mucho?. A decir verdad, no. Porque no se trata de una música que se pueda servir de muchas maneras. Lo que pide es estar lo más cerca posible del texto. A lo largo de las tres propuestas de las que me he responsabilizado, podría decir que en el aspecto musical apenas se han podido percibir cambios. Si estos existen, es en el apartado del texto. Ahora la concibo desde un punto de vista más próximo al teatro que la primera vez que la hice. Puedo comentar también que se trata de una de esas obras tan largas que, cuanto más la diriges, más tranquilo te sientes en cuanto al tempo, por ejemplo… Y te cansas menos. Entre las representaciones he dirigido muchas otras obras de Messiaen y eso me ha servido para conocer mejor aún el lenguaje del compositor.
En resumen, técnicamente me siento más cómodo, asumo mejor la música de este compositor. Y el San Francisco sigo viéndolo como un viaje en el que he pasado de los miedos iniciales previos a acometerlo a la alegría actual, cuando me encuentro a gusto con ella. He pasado de la sombra a la claridad. Y creo que ahora seré capaz de realizarla aun mejor.
Días antes, con Felicity Lott, dirige a la orquesta titular del Teatro Real. Así es. Les dirigí no hace mucho un programa Ravel junto al Erwartung de Schoenberg, con Deborah Polaski, en versión concierto. Con ellos se trabaja muy bien, porque son músicos a los que les gusta hacer el trabajo agradable. Ahora será música de Offenbach, un repertorio muy distinto, mucho más ligero. El año que viene les dirigiré Pélleas et Melissande. Me apetece mucho trabajar con ellos en una producción operística.
Con la llegada de Mortier se le suponía primer espada del Real. ¿Le habría apetecido?. Sé que eso se dijo, pero no habría tenido tiempo de hacerme cargo de semejante misión. Y en la actualidad sería imposible, puesto que desde el próximo año comienzo a trabajar como director musical de la ópera de Stuttgart. Pero por encima de todo tengo clara la idea al respecto de Mortier, que prefiere recurrir a la fórmula de distintos directores invitados antes que uno sólo, para el que, tal vez, son demasiadas cosas. Por mi parte puedo decir que estoy muy contento; que vendré cada temporada a Madrid, y me haré cargo de producciones que me interesan mucho. Pero quiero dejar claro que en ningún caso habría aceptado la dirección musical del Teatro. Porque además, desde 2010 soy titular de la Yomiuri Nippon.
¿Continúa ligado al Klangforum de Viena por algún vínculo?
Sigo trabajando con ellos de vez en cuando, como director invitado. De ese modo, pensando en una producción o dos en Madrid cada año, remato los tres puntos que me parecen fundamentales para desarrollar mi actividad.
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