Ella es Medea
'Medea'. Luigi Cherubini. Zubin Mehta, dir. musical; Gerardo Vera, dir. escén.; Violeta Urmana, Serguei Skorojodov, María José Montiel, Ofelia Sala, Dmritri Beloselski… Palau de les Arts de Valencia. 24 de junio.
De las tres propuestas operísticas incluidas en el programa del V Festival del Mediterrani, Medea es la única que contó finalmente con producción ad-hoc.
Tristan e Isolda estaba inicialmente prevista en versión concertante y Trovatore se vio obligada por los recortes a acomodarse a los espacios creados para esta ópera que Cherubini calificó de cómica. Un término que no deja de ser chocante, considerando la tremenda carga emocional del argumento, que partiendo de la tragedia de Eurípides y su revisión de Corneille, concibió en francés François-Benoît Hoffmann para el estreno absoluto en París en 1797.
A Carlo Zangarini, que a su vez recurrió a los recitativos traducidos al alemán por Franz Lachner, se debe la versión italiana. La que habitualmente se programa desde su estreno en la Scala de Milán hace poco más de un siglo. Especialmente, desde que María Callas se decidió a hacer suyo el personaje. Hasta el punto de que el cineasta Pier Paolo Pasolini, cuando la diva atravesaba su momento profesional y personal más bajo, supo convencerla para interpretar en la pantalla a esta heroína, capaz, como en las maquinaciones de la primera Isolda, de matar y darse muerte por amor.
“Yo soy Medea”, dice la protagonista en el momento más feroz de la trama: cuando por venganza ha dado muerte a sus hijos y está a punto de acabar con su vida. Las mismas palabras con que, después de tres cuartos de hora, a punto de concluir el primero de los tres actos, irrumpe en escena. Habría que darle ese valor puestas en boca de Urmana, del mismo modo que las tuvo en la de Callas, que convirtió el rol en uno de los favoritos de su carrera, por las posibilidades que le brindaba de lucimiento canoro y actoral.
Urmana, que ha debutado en el papel titular de la obra de Cherubini en les Arts, superó pronto la indisposición que arrastraba (la megafonía agradeció su presencia esa tarde a pesar de su estado “no óptimo de salud”), demostrando que hoy por hoy, Medea es ella. Tanto, que hasta su intervención en la que fue cuarta y última de las representaciones, la obra se mantuvo vocalmente a flote gracias al aria con reminiscencias mozartianas –coloraturas incluídas– de Glauce (Ofelia Sala), que brindó el primer momento de interés. O la pequeña intervención –bien servida– de sus doncellas, debutantes en plaza: la soprano húngara Brigitta Simon y la mezzo israelita Hagar Sharvit, procedentes ambas, así como el bajo rumano Leonard Bernard –correcto en su cometido de servidor–, del Centre de Perfeccionament Plácido Domingo, que sigue mostrando sus frutos.
Menos destacable fue la labor de los protagonistas masculinos. El bajo Dmitri Beloselski, con fraseo torpe compuso un Creonte poco comunicativo, y el tenor Serguéi Skorojodov lució escasos registros para dibujar un convincente Jasón, sólo magnificado en el dúo con Medea del segundo acto.
Zubin Mehta, presidente del Festival del Mediterrani, convertido estos días en protagonista absoluto desde el foso, responsabilizándose de los tres títulos, y desde el escenario con un concierto sinfónico brahmsiano, ha demostrado su entrega en esta Medea, alejada de sus títulos familiares. Mejor como acompañante de voces que en las oberturas de los dos primeros actos, donde las dinámicas dominaban el sentido dramático, que si consiguió plenamente en la del acto final.
La Orquestra de la Comunidad Valenciana se mantuvo entregada en todo momento, revalidando la calidad que le ha caracterizado en su corta andadura. Bueno también el Coro de la Comunidad Valenciana, moviéndose en el espacio atemporal de nuevo cuño para Les Arts –en el que los mitos se acomodan fácilmente–, a las órdenes de Gerardo Vera.
El público que prefirió acudir al Palau de les Arts de Valencia antes que sumarse a las pruebas de Fórmula 1 urbano que atronaban la ciudad, se mostró entregado desde la primera espléndida intervención en solitario de María José Montiel como Neris, sirvienta y confidente de Medea. Por la cabeza de muchos debió pasar un momento similar. Cuando una de las grandes mezzos del siglo, Teresa Berganza, madrileña como Montiel, se anotaba uno de sus primeros triunfos americanos en 1958, dando vida al papel más humano en esta ópera de Cherubini, contando en aquella ocasión con Maria Callas como la Medea hoy reivindicada por la soprano de Lituania.
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