Tópicos navideños
[Edición impresa DaD #15 dic-ene 2010/2011]
Cada año, guste más o menos, llega el ritual navideño para marcarnos el límite anual, la llegada del invierno y la rica herencia de significados religiosos para los creyentes. También llega el turrón, los langostinos, las reuniones familiares y el anuncio de cava; las luces en las calles, el ruido del fin de año y una catarata de sonrisas, algunas más forzadas que otras.
Para el universo de la música, la ocasión debería ser un festín. La tradición europea recogida por la música clásica ha creado toneladas de obras excepcionales que recuerdan la importancia que la música ha tenido en los momentos de mayor exaltación espiritual, anímica y expresiva. Pero, siguiendo una corriente de vulgarización de la que no sabemos cómo desprendernos, el topicazo se asienta con una facilidad que asusta. Bien sea porque las instituciones musicales tienen miedo a una deserción de su público a favor de la obligada visita a los grandes almacenes, a los familiares y a los saraos, o bien porque el analfabetismo gana enormes posiciones allí donde se hace gala de combatirlo, el caso es que el ejercicio de la rutina fija posiciones: Mesías, de Haendel u Oratorio de Navidad, de Bach, es lo mejor que se puede oír en orquestas públicas (¿existen otras?). Luego llega el concierto de fin de año, que ha convertido en tradición lo que sólo era un subproducto austriaco, el festival de la familia Strauss. Pues bien, de vez en cuando, todo esto está bien. Pero, ¿no hay otra cosa? Claro que lo hay, y mucho y enormemente atractivo. La música española, sin ir más lejos, tiene montañas de obras navideñas que irían perfectamente a esas orquestas a las que les da la amnesia al llegar diciembre. Todo ello sin descender a los grupos de música antigua que no son pocos, ellos sí, los que ejercen bien la elección del repertorio.
En fin, alguna vez hay que decirlo, basta de pereza mental; basta de repetir lo mismo hasta la náusea; basta de desconfiar y reducir al absurdo la música clásica. El enorme esfuerzo realizado por nuestro país en las últimas décadas merece más, esfuerzo en inversión y gasto, en entusiasmo de varias generaciones, las más jóvenes, por cierto, están dando lecciones de apertura que más de un carcamal improvisado en gestor debería tomar nota. Y, sobre todo, basta de manosear la Navidad, especialmente en el glorioso ámbito de la tradición musical, una de las pocas que nos hacen sentirnos realmente orgullosos de la raza humana.
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