Moldear el alma
Festival Internacional Maridaje y Música de Requena. Dúo Reina-Apellániz. 11 de octubre.Â
El pasado mes de junio publicamos un artÃculo que hacÃa referencia al FIMMUR, al Festival Internacional de Maridaje y Música de Requena en su primera edición, creado y dirigido por la violonchelista Mayte GarcÃa Atienza.
El pasado mes de junio publicamos un artÃculo que hacÃa referencia al FIMMUR, al Festival Internacional de Maridaje y Música de Requena en su primera edición, creado y dirigido por la violonchelista Mayte GarcÃa Atienza.
Desde entonces han desfilado diversas agrupaciones camerÃsticas y músicos de prestigio internacional por este nuevo festival que cuenta con el patrocinio del M. I. Ayuntamiento de Requena y la colaboración de la D.O. Utiel-Requena.
El último encuentro del presente año lo protagonizó el pasado 11 de octubre el dúo Reina-Apellániz, constituido por el violinista malagueño Jesús Reina y el violonchelista guipuzcoano David Apellániz. Ambos ofrecieron un programa «donde los movimientos de la Sonata para violÃn y violonchelo de Maurice Ravel se entrelazan con piezas solistas de Johann Sebastian Bach, estableciendo un diálogo continuo entre dos lenguajes que, más allá del tiempo, comparten la misma obsesión por la claridad, la forma y el alma», se lee en el programa de mano. Esta alternancia entre cada uno de los movimientos «a dúo» de la sonata raveliana y las piezas «solistas» de Bach le confirió al concierto mismo la estructura de la sonata clásica con su caracterÃstico rápido-lento-rápido.
En el archiconocido Preludio de la Suite nº 1 de Bach, del que hoy en dÃa existen arreglos incluso para marimba nada desdeñables, Apellániz resaltó el aspecto polifónico, cuya melodÃa arpegiada casi hace pensar en la presencia de al menos dos instrumentos. Estos supuestos dos instrumentos, aquà el violÃn y el violonchelo, unieron sus fuerzas en el Allegro inicial de la mencionada sonata de Ravel, compuesta entre 1920 y 1922 en homenaje a Debussy. El dúo plasmó los amplios arcos melódicos con fino sentido formal, antes definidos por sus respectivas envolventes dinámicas con reguladores de piano a forte y viceversa que por su articulación y secuencia armónica. Un segundo Preludio, esta vez el de la Sonata nº 3 para violÃn, nos devolvió al universo polifónico de Bach introducido por Reina con serenidad y un fraseo claro y nÃtido. En el subsiguiente movimiento de la sonata de Ravel (un scherzo oculto tras la denominación Très vif), el dúo aprovechó la amplia paleta sonora de sus respectivos instrumentos con plena eficacia, desde los estridentes pizzicati a los esféricos armónicos. AquÃ, los pizz sonaron tal y como Ravel los habÃa pedido, es decir, absolutamente uniformes para evitar cualquier ruptura de la lÃnea melódica.
Las exquisitas interpretaciones de la Gavota de la Partita nº 3 para violÃn con su elegante tema principal que articula la forma global de esta pieza (un Rondó), al igual que la de la Zarabanda de la Suite nº 3 con su inconfundible desarrollo en los registros medio y grave del violonchelo, nos hicieron recordar aquella frase de Emil Cioran que reza: «¡Dios no tiene ni idea de cuántos creyentes le debe a Bach!». Su música (y no solo la sacra) inspiró y elevó la fe de muchos a lo largo de los siglos. Bach estaba convencido de que sus obras eran un canto de alabanza a Dios, lo que testimonian las siglas SDG (Soli Deo Gloria) que acompañan a sus firmas en no pocas composiciones suyas. No importa aquà que su profunda fe fuese luterana, un hecho intrascendente frente a la universalidad de su música.
Seguimos con el concierto: El lánguido discurrir del 3º movimiento de la Sonata de Ravel evidencia la presencia de dos instrumentos que no dialogan, sino que se hallan simultáneamente sumergidos en sus respectivos soliloquios sin apenas percibir la presencia del otro. Fue aquà donde, gracias a la interpretación, se pudo percibir el carácter moderno e innovador de esta Sonata que ya en el 1er movimiento admite disonancias inhabituales para la época, fruto de los roces armónicos producidos por la alternancia entre los modos mayor y menor.
Tras la técnicamente exigente y extensa Chacona que cierra la Partita nº 2 (un nuevo ejemplo de la quintaesencia polifónica de las obras para un único instrumento de Bach, hasta la fecha sin parangón en su género), ejecutada con soltura y sin aparente esfuerzo por parte de Jesús Reina, David Apellániz introdujo el movido final de este concierto con la saltarina Giga de la Suite nº 2, articulando con claridad la lÃnea melódica relativamente uniforme de esta pieza en compás de 3/8. Para acabar, ambos músicos abordaron el conclusivo Vif de la Sonata de Ravel con unos golpes de arco spiccato al inicio que, según el propio Ravel, deben sonar «como un conejo mecánico». De allà en adelante le pusieron el broche de oro a esta velada cerrando un programa diseñado con ingenio y sentido musical ante el numeroso público que se dio cita en la Iglesia de Santa MarÃa de Requena a través de un «diálogo existencial entre dos compositores que, desde extremos distintos del tiempo, buscaban lo mismo: dar forma al alma a través del sonido».
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