La zorrita, de Janácek inaugura temporada en el Liceu
En vísperas de las fiestas de la Mercè, el pasado 22 de setiembre el Gran Teatro del Liceu se vistió de gala para inaugurar la nueva temporada con una producción germánica de La zorra astuta de Leoš Janáček.

En la era Matabosch, el coliseo catalán se puso al día con la obra de este compositor checo, sin lugar a dudas uno de los creadores más singulares de la primera mitad del pasado siglo. Su arquitectura musical se cimenta en una laboriosa concepción orquestal que, en el título que nos ocupa, va tejiendo un sinfín de células temáticas sutilmente ensambladas con la prosodia de la palabra cantada. No obstante, el parco calado melódico de los roles vocales dificulta la apreciación de esta partitura entre el público mayoritario, como pusieron en evidencia los aplausos de cortesía la noche del estreno.
Barrie Kosky plantea una lectura un tanto cabaretista de la ópera de Janáček, prescindiendo de su ambientación fabulada y valiéndose de unos rutilantes cortinajes (Michael Levine) como único elemento escenográfico. La dirección de actores fue realmente encomiable a lo largo de toda la función, a pesar de que algunas escenas no lograran evitar cierto tedio narrativo. Con todo, hubo momentos visualmente brillantes como la escena del gallinero del primer acto o el dúo amoroso del segundo. No defraudaron los tres intérpretes que encabezaron el reparto: Peter Mattei, como robusto y vigoroso guardabosque; Elena Tsallagova, dando cuerpo a una vivaz y chispeante zorrita, tanto en el aspecto escénico como en el canoro; Paula Murrihy, exprimiendo con gran talento todo el garbo musical y escénico del intrépido zorro. El resto de la fauna dramática estuvo integrada por cantantes habituales de la casa que cumplieron con sobrada profesionalidad.
La masa orquestal, bajo la atenta batuta de Josep Pons, se fue creciendo a medida que avanzó la representación. A pesar de la exigencia casi camerística de algunos pentagramas, el foso no se arrugó y logró entresacar un sonido compacto y unas dinámicas que otorgaron un notable aliento dramático a la escena.También aportaron su significativo grano de arena el coro titular de la casa y el coro infantil del Orfeó Català.
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