Gerardo Kleinburg presenta su último libro, “Hablemos de ópera”
Protagonistas de la escena lírica internacional conversan con el autor en este compendio de entrevistas

Gerardo Kleinburg.
Gerardo Kleinburg nació en la Ciudad de México, en 1964. Narrador, crítico y promotor musical. Fue diez años director de la Compañía Nacional de Ópera de México y responsable de más de trescientas funciones en el Palacio de Bellas Artes. Trabajó con figuras de la talla de Plácido Domingo, Luciano Pavarotti, Eva Marton y Francisco Araiza, entre otros. Ganó el Premio de Crítica del Festival Internacional de Salzburgo.
Ha sido director de La Casa del Lago en México y director de Literatura en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Ha conducido diversas series televisivas y radiofónicas. Sus críticas y ensayos han sido publicados en las revistas Letras Libres, Pauta, Viceversa y Vuelta, así como en los diarios El Norte, Reforma y Unomásuno. El Pen Club mexicano le otorgó el Premio Gottlieb de Opera Prima por Tríptico (tres actos en una ópera). En 1994 la revista Proceso lo nombró Crítico del año. Además, ha publicado las novelas No honrarás a tu padre (Ed. Sudamericana) y Éxtasis (Alfaguara).
Su último libro Hablemos de ópera fue presentado el lunes 2 de noviembre en el Teatro Real de Madrid. Hablamos con él minutos antes de su presentación.
¿Cómo surgió el proyecto Hablemos de ópera?
Podría decir que fue por accidente, pero si soy más honesto tendría que decir que surgió por necesidad. Yo tenía una iniciativa llamada Hablemos de ópera de divulgación de la ópera presencial. Mi página de Facebook Hablemos de ópera era un apoyo paralelo para anunciar mis actividades presenciales. Con la pandemia empecé haciendo charlas semanales online a través de la página entrevistando a personajes del mundo de la ópera. Esto surgió porque Ainhoa Arteta me invitó a participar en un una de sus charlas en Instagram. Me gustó tanto lo que sucedió allí que le dije: “Ainhoa, te voy a copiar a partir de la semana que viene y la primera invitada serás tú”.
En paralelo, mi esposa y yo tuvimos la idea de aprovechar ese banco creciente de seguidores que claramente estaban interesados en la ópera para desde esas actividades sin costo en línea, ofrecerles cursos y conferencias pagadas por Zoom. Lo cual se volvió mi modo principal de vida durante este tiempo de la pandemia.
A ello agrandamos que Ricardo Cayuela director editorial de Turner en España, amigo querido de muchos años, me dijo: “¡esto es un libro y no te has dado cuenta!”. De hecho, la idea del libro no es mía, sino de Turner y Ricardo.
Sobre todo, lo que ha pasado es que la gente con inmejorables ojos ha visto una forma de acercarse a la ópera distinta, completamente relajada, coloquial, juguetona, accesible… todo lo contrario a lo que hace daño a la ópera: el engolamiento, la solemnidad, tomarse todo tan en serio. Esto es para mí una suerte de expiación. Durante muchas décadas fui intolerante en ese sentido, igual de arrogante, soberbio, petulante, payaso… De pronto entendí que no era por ahí. Este proyecto es también una forma de pedir perdón por haberlo hecho de otro modo tantos años.
Un proyecto como este, ¿cuánto trabajo supone para ti?
Supone más trabajo para mi esposa que para mí (risas). Mi esposa es la directora de relaciones públicas, la vendedora, community manager y la administradora del proyecto. Ella hace muchísimo por él.
Por su puesto, debo decir sin arrogancia, que tengo 57 años de vida y a los tres años estaba ya involucrado con la música. Llevo ya demasiadas décadas estudiando acerca del mundo de la ópera. Hablar de ópera implica tiempo sobre todo en los cursos, armar los cursos y estructurarlos es un trabajo largo. Para que la teoría se vea simple y fácil hay que trabajar mucho antes.
¿Cómo se convirtieron los vídeos en literatura?
En ese sentido se parece a la ópera. La transformación de una obra de teatro, un libreto, una novela en una ópera implica obligadamente un trabajo de edición, de cortar, de quitar, que muchas veces es doloroso. Había charlas, entrevistas y conversaciones con personajes importantes, ¡más de 130 emisiones en lo que va de pandemia!
Hubo un equipo maravilloso detrás que convirtió esas charlas lúdicas, divertidas en las que estaba tomando una copa de vino con Ainhoa, con Rolando, en la casa de Plácido platicando, en un libro donde hay un trabajo doble: de transcripción y de edición. Ahí tengo que agradecer a la editorial el trabajo que ha hecho. Había un sustrato sobre el que trabajar bueno, pero pasar de ahí a lo otro es el mayor trabajo.
¿Qué podemos encontrar en tu último libro?
Varias cosas. Podemos encontrar que también es interesante escuchar hablar a un cantante, no solo es interesante escucharlo cantar. Podemos entender la diferencia y las similitudes entre alguien cantando y alguien hablando de sí, podemos encontrar que detrás de estos cantantes, detrás del director del Teatro Real, detrás de los directores de escena… detrás de todos ellos hay personas.
En esas condiciones de encierro, de desconcierto y de vulnerabilidad me parece que es muy atractivo ver de qué manera estas figuras se convirtieron en personas encerradas. Me parece muy interesante escuchar a los cantantes hablar de sus colegas y no con educación, sino diciendo lo que sienten. Pensamos que los cantantes son los divos por antonomasia (hoy menos) y es interesante escucharlos hablar de sus colegas, de la gente que hace la ópera y entender como es el trabajo de un equipo íntimo entre seres humanos muy vulnerables.
Tu capítulo predilecto de Hablemos de ópera.
Te voy a dar una respuesta tramposa (risas). Hablemos de ópera es un capítulo en mi vida, en mi historia, y un capítulo de la historia de la ópera que la ópera no conoció. La ópera tiene muchos años y a lo largo de este periodo ha vivido todas las vicisitudes y avatares que ha padecido nuestra especie, pero nunca había vivido algo así. ¡Nunca se había dejado de hacer ópera! Es muy curioso, se dejó de hacer ópera en el momento en el que más ópera se ha hecho en la historia, en el momento en el que estábamos teniendo un ritmo operístico inimaginable en la historia de este género. De repente vino un silencio abrupto y en ese sentido este capítulo es elocuente.
En el libro hay voces de distintos personajes, ¿cuál ha sido el criterio para su selección?
Hubo escritores que no están, hubo comentaristas, personas de medios de comunicación que no están en el libro. Decidimos que las personas que aparecieran en el libro tuvieran un quehacer que directamente se reflejara en el escenario: cantantes, directores de escena, maestros de canto y directivos de teatros.
Tenemos otro tipo de personalidades, otros perfiles, que nos interesaban por su manera de apreciar la ópera, por su opinión periférica de la ópera. En esta primera entrega no hay visiones periféricas. Si este libro tiene el éxito que esperamos habrá un segundo capítulo con esas visiones periféricas de la ópera.
Si tuvieras que elegir entre la gestión cultural y el periodismo, ¿con cuál te quedarías?
Con la gestión cultural, a pesar de sus sin sabores.
De alguna manera yo entendí que lo que menos me interesaba de hacer crítica era si Anna Netrebko había cantado mejor o peor que Angela Gheorghiu. La gente está esperando eso de la crítica, un francotirador; pero a mí lo que me interesaba de la crítica era transmitir al lector los argumentos con los que sustentaba mis opiniones. Esos argumentos en algún sentido llevaban información sobre lo que para mí es la ópera, la manera en la que puede verse y escucharse.
Con el tiempo entendí que eso lo puedo cumplir de una manera más cabal y satisfactoria haciendo estas charlas, estas conversaciones. Y que otros se ocupen de decir quién cantó mejor que otro, pero que primero estudien un poco de ópera porque la mayoría no sabe lo que está diciendo.
Fuiste durante diez años director de la Compañía Nacional de Ópera de México, ¿qué ha sido para ti lo mejor de esa experiencia?
Me quedo con tres cosas: el grandioso regalo de poder dirigir durante diez años algo de lo que más he amado en mi vida; el aval de Plácido Domingo al proyecto, el hecho de que durante mi estancia en la ópera fuera cuatro veces a México y participara de manera absolutamente desinteresada; y la renovación del repertorio.
Tratamos de renovar el repertorio, tratamos de hacer óperas que no se habían hecho, algo que en México no sucedía y que fue para el grueso del público tradicionalista un motivo de escándalo. Fui sonora y repetidamente abucheado, ese es otro de los grandes logros que llevo de mi gestión por haber tratado de mostrar al público de la ópera de México algo que ahora entiende mejor.
La profesión de crítico musical es frecuente cuestionada, ¿cómo la defenderías teniendo en cuenta que es una de tus principales facetas profesionales?
La defendería siempre y cuando se ejerciera desde esa perspectiva que te digo, donde lo que nos interesa no es quién ha cantado mejor, donde el crítico o la crítica no están preocupados por mostrar su gusto o su poder. Me parece que la crítica es una disciplina didáctica, de transmisión de conocimientos, y no se suele ver así.
La crítica musical, lejos de ser simplemente el reducto de los músicos frustrados, puede ser un espacio de creatividad. Creo que la crítica musical operística debe considerarse también una rama de la literatura. Muy pocas veces he leído una crítica musical como he leído una crítica taurina o de futbol, donde realmente estoy viendo una pieza y leyendo literatura. Extraño muchísimo no leer críticas musicales bien escritas.
¿Qué distingue tu prosa?
Su música.
¿Crítica o narrativa?
Narrativa, sin duda.
¿Ópera o música clásica?
¿Para qué?, ¿para cuándo? …
Eres premio de Crítica del Festival Internacional de Salzburgo 1991, como eminencia, ¿qué recomendarías a tus compañeros de profesión?
Que lean y que dejan de oír un poco de música. Mucha de la gente que hace crítica ha escuchado tantas versiones más que yo de una ópera. La crítica parece una suerte de juego entre el que ha escuchado más. Decía Borges que “hay que leer poco y releer mucho”. Fundamentalmente les aconsejo que lean literatura y que escuchen la mitad de música. ¿Cuántos críticos leen?
¿Qué valores son indispensables en un crítico musical?
La honestidad consigo y el respeto a los individuos que están en el escenario.
Estudiaste piano en la Escuela Superior de Música de Monterrey y en la UNAM ¿sigues tocando?
Uff… Pusiste el dedo en la llaga. No (risas). Glenn Gould lo dijo: “se puede hacer más música tecleando bien una máquina de escribir que mal un piano”.
Danos algún tip para escribir.
Leer.
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Si en algún momento percibí que la ópera podía ser ese puente entre la literatura y la música en mí, hoy creo que la ópera tiene que asistirme para regresar a ese lugar que es la literatura y del que me alejo regularmente. Tristemente, y aunque lo quiera evitar, mis novelas aparecen cada 10 años. Hago todo lo posible para que esto no suceda, me comprometo conmigo mismo para que no sea así, pero termina sucediendo.
Me he prometido y comprometido conmigo mismo a escribir una novela en primera persona sobre las últimas 24 horas de Puccini en Bruselas, un monólogo interior. ¡Veamos!
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Escuché a Gerardo Kleinburg en el programa de radio de Gabriela Warkentin y me gustó mucho lo que dijo de la opera y de su libro. Ahora procedo a comprar mi primer libro sobre opera.
También compraré el libro ¨No Honrarás a Tu Padre¨