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© Miguel Lorenzo/Mikel Ponce. Cortesía Les Arts

De la mano de su nuevo director titular James Gaffigan, quien con este concierto se despide de la capital del Turia hasta mayo del año que viene, la OCV se enfrentó a una partitura inacabada y mil veces discutida: ¿es el Réquiem una obra en sí cerrada? Se supone que Mozart dejó escritos no más que dos tercios de la pieza antes de fallecer, completada primero por Joseph Eybler, quien abandonó la tarea, y posteriormente por el alumno de Mozart, Franz Xaver Süßmayr, siempre bajo la atenta mirada de la viuda del compositor. Luego, el manuscrito (en gran parte de Süßmayr) pasó a manos del Conde Walsegg, supuestamente la persona que encargó la obra y que además ordenó una copia de la misma para ocultar su origen. Éstas y otras historias de intrigas sobre su génesis y las adiciones posteriores han sido desde siempre objeto de acalorados debates y la fuente de los numerosos mitos que rodean la pieza, cuyo manuscrito original se guarda en la Biblioteca Nacional de Austria.

Lo que hoy en día se percibe como un todo unitario, no deja de ser al mismo tiempo un fragmento parcheado por autores diferentes. La versión teatralizada presentada en Les Arts incluye también otras piezas de Mozart junto a cantos gregorianos que, añadidos al Réquiem, lo desmembran aún más creando un tejido musical de origen sacro de unos 90 minutos de duración (el Réquiem en sí dura en torno a la hora), sobre el cual se desarrolla una trama en absoluto mortuoria, sino todo lo contrario. El habitual ruego por las almas de los difuntos del officium defunctorum, el director de escena Romeo Castellucci lo convierte en una celebración a la vida que comienza con una anciana moribunda y acaba con un bebé sobre el escenario mientras cae el telón. Del negro inicial al blanco, la escena avanza gradualmente hacia ambientes cada vez más coloridos, pasando así por las diversas etapas vitales de la anciana, es decir, del ser humano en sí, mostrando una visión alegre de un texto por lo demás destinado a las honras fúnebres.

Reforzado por las voces solistas Elena Tsallagova, Sara Mingardo, Sebastian Kohlhepp y Nahuel Di Pierro, el Coro de la Generalitat fue el verdadero protagonista de la velada, no ya por la habitual calidad de sus intervenciones, sino porque el contenido y la carga emocional recaen más sobre las partes cantadas que sobre las instrumentales. Súmese a ello la extraordinaria labor escénica del conjunto que se vio obligado a cantar de mil formas diferentes y en posturas poco propicias para emitir sonidos limpios y medianamente controlados; y también la de Juan José Visquert, destacado miembro de la Escolanía de la Mare de Déu que tuvo importantes momentos en solitario en los que, pese a los nervios, se supo defender con coraje ante un público atento.

Fragmentos sobre fragmentos, el espectáculo audiovisual ofrecido en Les Arts bajo el título Réquiem de Mozart supuso un recorrido de estampas vitales yuxtapuestas entre sí con la misma laxitud con la que se yuxtapusieron los diferentes secciones musicales, produciendo un efecto revitalizador en torno a una de las partituras más discutidas a la vez que interpretadas del genio de Salzburgo.

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