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Rinaldo © Joan Castro Iconna. Acis & Galatea – © T. Ferrer

La música barroca ha llegado a Peralada para quedarse. La inquietud para divulgar nuevos títulos y proyectar intérpretes emergentes que el equipo de Oriol Aguilà viene impulsando de un tiempo a esta parte, ha dado cabida dentro del festival ampurdanés, paralelamente a los grandes conciertos y espectáculos del auditorio de los jardines, a una serie de producciones de pequeño y mediano formato que han ampliado los horizontes artísticos de este certamen con propuestas novedosas y singulares. Junto al encargo de óperas de nueva creación – como los títulos 4Carmen (realizado a cuatro manos en 2015), WOW! (2016) y La straordinaria vita de Sugar Blood (2017), ambos de Albert García Demestres, así como el estreno de ingeniosos espectáculos como el delicioso Combattimento (2016), elaborado a partir de la música de los madrigales monteverdianos -, la moda barroca se ha ido afianzando y ha arraigando con fuerza en Peralada. A la deliciosa producción del Dido and Eneas de la Academia de Ambronay, el pasado verano, cabe sumar ahora el gran éxito alcanzado con estas recientes producciones haendelianas.

La esencia catalano-barroca de Rinaldo

Cuando Haendel llevó a escena este título en el Queen’s Theater de Haymarket (1711), como carta de presentación ante el público londinense, lo hizo dotándose de un espectacular aparato escénico y de un extraordinario elenco vocal, abanderado por los star singers de la época: los castrati. En realidad, las fantasiosas y enrevesadas historias de los libretos de aquellos tiempos eran una escusa para dar rienda suelta a la exhibición virtuosística de los intérpretes y desplegar unas fastuosas escenificaciones que enardecían el furor del auditorio y lo dejaban boquiabierto. Una experiencia difícilmente trasladable a nuestros días, cuando habitualmente se opta por recuperar estos títulos en versiones de concierto, despojadas de toda pompa y ornato escénico, reduciéndolas a su esencia musical. Una praxis arqueológica dirigida especialmente al público melómano, cuyo éxito depende fundamentalmente de la pericia y la inspiración musical de los intérpretes.

Por ello, cabe felicitar al extraordinario elenco que se congregó para la ocasión el pasado 5 de agosto en la iglesia del Carme del Castillo de Peralada, capitaneado artísticamente por el contratenor Xavier Sabata y musicalmente por el clavecinista Dani Espasa. El contratenor catalán fue el encargado de encarnar al protagonista de la velada y lo hizo con un sentido de la musicalidad y un ímpetu dramático francamente envidiables. Su pulcritud estilística y su énfasis teatral no solo se pusieron de manifiesto en la vibrante recreación que nos brindó de sus arias de compromiso, como Cara sposa o Venti, turbini, prestate, sino también en sus intensos recitativos y deliciosos duetos. Entre estos últimos, cabe destacar la gran química existente con la Almirena de Núria Rial, pues entre ambos intérpretes nos legaron algunos de los momentos más inolvidables de la velada. La soprano catalana desplegó la pureza diáfana e inmaculada de su inconfundible instrumento para regalarnos una recreación radiante de ternura y nitidez expresiva, un bálsamo de emotividad directa y sincera, despojada de todo artificio, que dejó prendado al auditorio y lo elevó a unas cuotas de belleza cuasi inenarrables. Junto a la pareja protagonista brillaron también con luz propia el Argante de Hillary Summers, de timbre seductor y envidiable línea, y la arrebatadora Armida de la mezzo canadiense Mary-Ellen Nesi, toda ella un derroche de vitalidad y temperamento canoros. El tenor sevillano Juan Sancho salió airoso de las endiabladas páginas que Haendel dedicó al personaje de Goffredo, mientras que Josep-Ramon Olivé supo sacar también provecho de su más episódico papel de Mago.

Dani Espasa supo imprimir ímpetu y carácter a la formación historicista Vespres d’Arnadí, cuyos intérpretes se implicaron a fondo en el cometido de hacer brillar la partitura del compositor germano. Si bien, entre aria y aria, se pudo echar de menos una grande ligne discursiva que trabara más estrechamente los distintos números musicales, el resultado final del conjunto, reforzado por la fluida dinamización escénica concebida por Sabata – quien despojó el escenario de atriles e imprimió una gestualidad dramática a los intérpretes, acompañada de puntuales efectos lumínicos y sonoros -, fue francamente encomiable.

Una serenata musical de pastores, ninfas y cíclopes.

Tres días después, en el claustro adyacente a la iglesia del Carme, se estrenaba una nueva producción de la masque haendeliana en un acto Acis & Galatea. Si bien existe una serenata napolitana más temprana del mismo compositor (Acis, Galatea e Polifemo), inspirada también en este episodio mitológico y dotada quizás de un mayor atractivo dramático, Fausto Nardi, al frente de Vespres d’Arnadí, y Rafael R. Villalobos, como responsable de la dirección escénica, exhumaron la versión inglesa desafiando el bochornoso ambiente que atizaba esta velada estival. Ambos hicieron todo lo posible para avivar el escaso aliento teatral del libreto y de la ardua partitura.

Villalobos dispuso un escenario que atravesaba en diagonal el claustro por donde se movieron con desenvoltura los intérpretes. Unos pocos elementos escénicos – una cama de césped, después convertida en fuente, y una lámpara en forma de farola- sirvieron para dinamizar y apurar la acción dramática de la obra. La entrega escénica de los cantantes, ataviados con un vestuario que hacía apología del cutrismo, y una cuidada iluminación hicieron el resto. Josep – Ramon Olivé, como Polyphemus, fue el único que repitió del anterior cast de Rinaldo. El emergente barítono catalán explotó con una entrega absoluta el papel de pérfido cíclope, construyendo un personaje de hondo calado dramático y vigorosa prestación canora. El brillante tenor catalán Roger Padullés, a quien nos congratula poder escuchar con más frecuencia en los escenarios catalanes, abordó también con gran empeño el rol de Acis. Dotado de una voz homogénea, caudalosa y de grato timbre, modelada siempre con exquisita musicalidad y elegancia, fue un deleite escucharlo en su debut en este festival ampurdanés. Si bien, en esta inmersión en la vocalidad barroca, a ratos pareció no moverse con tanta soltura como nos tiene acostumbrados en el repertorio clasicista o más tardío, su recreación musical del apasionado pastor resultó de gran altura. Completó el trío protagonista la deliciosa Galatea de Lucía Martín- Carton, de delicada línea canora e impecable unción estilística. Victor Sordo fue un Damon de nobles acentos y refinado aliento expresivo, mientras que el contratenor Hugo Bolívar cumplió con desembarazo en el más modesto papel de Coridon.

El maestro Nardi, quien ha cosechado grandes éxitos en anteriores montajes de este certamen, sudó literalmente la camisa al frente de la formación barroca catalana. Con unos tiempos fluidos y flexibles, concertó con habilidad y magisterio a músicos y cantantes, aunque en algunos momentos el aliento orquestal perdiera algo de fuelle. El rendimiento de la orquesta fue por lo general satisfactorio, con unas cuerdas dinámicas y resueltas, unas flautas portentosas y un oboe solista no tan inspirado. Teniendo en cuenta que en pocos días han tenido que abordar dos partituras tan complejas y exigentes, no cabe más que aplaudir su esfuerzo y sus óptimos resultados.

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