El mundo de ayer, la infancia de las vanguardias
José Ramón Encinar se erige en maestro de ceremonias de una nueva propuesta para dotar al modelo de concierto de una mayor plasticidad. Se trata del ciclo “El mundo de ayerâ€, tres citas temáticas patrocinadas por la Fundación BBVA.
La primera de estas propuestas ha recibido el tÃtulo de “BerlÃn y ParÃs con Florencia al fondo†y ha sido presentada en la Sala Verde de Teatros del Canal el pasado 29 de septiembre. En fechas posteriores se brindarán los programas “Du bord d’abîmes†(recordando la dramática peripecia del estreno del Cuarteto para el fin del tiempo, de Messiaen, en un campo de concentración nazi), y “Une soirée chez la Princesse Polignacâ€.
El ciclo se ofrece como “conciertos teatralizados†para ampliar el marco del concierto convencional, constreñido en sus rituales invisibles supuestamente neutrales y cada vez más inoperantes de cara a conquistar nuevos públicos.
Que José Ramón Encinar lance este desafÃo es ya una excelente noticia. Pocas personalidades hay entre nosotros con tanta experiencia acumulada en el diseño y presentación de conciertos. Se ha abierto al campo de la ópera, el teatro musical, los conciertos sobre proyecciones cinematográficas (aún se recuerda su iniciativa en los que se embarcó la ORCAM y el Teatro de la Zarzuela).
Pero, en esta ocasión, Encinar se atreve con todo. Suyo es el diseño de este ciclo que se adentra en una narrativa que tiene en la propia música su centro. Y suyas son las opciones de escenificar momentos clave de la historia reciente de la música, y todo ello buscando el punto sensible en el que las vanguardias europeas aún eran amables y mestizas.
El resultado es Encinar en estado puro. Para quien lo conozca (y de lejos, como es mi caso) es el reencuentro con un talento que tantas veces se ha camuflado en el servicio del deber a la música española. Para los más jóvenes es la ocasión de familiarizarse con un universo sutil, complejo y, sin embargo, asequible en el plano conceptual. La familiaridad con su universo expresivo viene reforzada por las prestaciones en el ámbito audiovisual de su hija, Elisa Encinar, artista formada en Gran Bretaña y EEUU.
El viaje del caballo alado
Encinar busca puntos sensibles en los que la vanguardia musical de inicios de los años veinte del pasado siglo dialogaba y se reforzaba por los intercambios de los propios músicos. El planteamiento es claro, pero pide para saborearlo una complicidad con los avatares históricos de eso que ahora parece vivirse como una feliz infancia de las vanguardias europeas: En un café de ParÃs, llamado Le Boeuf sur le toit, se va a presentar la obra del mismo tÃtulo de un joven de la música francesa, Darius Milhaud. Esta es la parte más teatralizada del concierto, ya que el propio Encinar se atreve a encarnar a Milhaud (en un más que correcto francés). Y tras la interpretación de una de las versiones de esta célebre obra, el compositor anuncia que va a interpretar una selección de escenas de Pierrot Lunaire, la obra de Schoenberg que por esos dÃas de 1921 Milhaud ensayaba para su estreno en Francia.
Los encuentros de Mihaud con Schoenberg están muy documentados, asà como la presentación de esta obra faro (la más conocida de Schoenberg en esos momentos) en Florencia, dentro de una amplia gira italiana. También está documentado el encuentro, a través de Alfredo Casella, entre Schoenberg y Giacomo Puccini, quien, en el último año de su vida, viajó durante seis horas para escuchar esta obra y para felicitar calurosamente a su autor que quedó ampliamente complacido.
Encinar recoge este encuentro a través de la lectura en off de una carta del que entonces era un jovencÃsimo compositor italiano, Luigi Dallapiccola y que asistió al encuentro. Schoenberg quedó tan encantado con la experiencia que repitió gira por Italia al año siguiente, 1925. En ese viaje agradeció vivamente a Casella que hubiera reflejado ese encuentro en un artÃculo para el Anbruch y escribió al italiano: “Jamás hubiese creÃdo que no volverÃa a ver nunca más a ese gran hombre. Y me siento muy orgulloso de haber captado su interés, y le estoy agradecido a usted por haber contado a mis enemigos ese hecho que representa para mà un honor tan grande.â€
Para reflejar este desplazamiento a Florencia, el concierto se sirve de la proyección del vÃdeo de Elisa Encinar: un caballo alado, se eleva desde las callejas parisinas hasta unos palacios florentinos que flotan en el aire y, finalmente, ese caballo llega a la Puerta de Brandenburgo de BerlÃn, convirtiéndose en una de sus esculturas.
Este viaje del caballo alado simboliza, en mi opinión, el viaje del espÃritu de las vanguardias que se iban a desplazar de ParÃs a BerlÃn, al menos hasta que la siguiente tragedia no triturara la capital alemana y las fuerzas artÃsticas de todo el continente (sin contar con el resto de la sociedad).
Todo este cruce de referencias históricas, artÃsticas y conceptuales son evocadas por Encinar convirtiendo a la música en nervio vivo de la teatralización. Primero se escucha un fragmento del propio Schoenberg, Die eiserne Brigade, en realidad uno de los pocos arreglos que han sobrevivido de la actividad del vienés en los cabarets austriacos de su juventud. Luego llega la versión de Le Boeuf sur le toit, y a continuación el plato de consistencia, una lectura del Pierrot Lunaire de Schoenberg, partido en tres fragmentos dispuestos en un orden diferente al original. Entre medias, se escuchará la Serenata de Casella y un fragmento del Intermezzo de Manon Lescaut, de Puccini.
La hora de los intérpretes españoles
La teatralidad de la propuesta es leve, por más que rigurosa en el dato, se trata de escenificar la cita de esos grandes de la música en un espacio imaginario a partir del encuentro de sus obras. Por ello, el peso especÃfico de este “mundo de ayer†queda en manos de las versiones musicales. Y aquà Encinar se encuentra en su terreno soberano.
El Koan 2, reflotado sobre la memoria del antiguo grupo Koan, muestra un nivel interpretativo admirable. Sin duda la mejora del nivel de los intérpretes españoles convierte a este renovado grupo en una formación que renace ya hecha. De entrada, el dúo formado por el pianista Alberto Rosado y el violinista VÃctor Arriola brindan una versión de Le Boeuf sur le toit, modélica.
El Koan 2, como tal, tiene la elasticidad necesaria para dotar de ligereza las versiones de Casella y Puccini y luego atreverse con un Pierrot que exige entrega y concentración a partes iguales. Que lo toquen bien ya no es sorpresa, pero queda la voz. El Pierrot Lunaire no es cualquier cosa, está escrito para una voz que se desplace de lo teatral a lo musical sin desdeñar el importante peso de la dicción alemana de estos poemas de alma francesa (belga, en realidad) de Albert Giraud, pero de fonética alemana a través de la versión que utilizó Schoenberg de Otto Erich Hartleben.
Y esta última incógnita brindó la sorpresa de la noche: la mezzo Marta Knörr se tiró a la piscina con éxito y se convierte asà en una especialista en esta compleja obra para la que tan pocas cantantes españolas se han atrevido. Su acercamiento a estas 21 piezas es valiente: medio cantado y medio recitado, como mandan los cánones; del susurro al grito, de la media voz al parlato; con una dicción alemana más que suficiente, Knörr se ha convertido en una referencia española para esta obra en esta noche mágica del 29 de septiembre.
Una apostilla
Queda una última reflexión. ¿Este modelo de concierto teatralizado es una apuesta ganadora? Para quien guste del refinamiento conceptual a la hora de subrayar los meandros de la historia; para quien considere suficiente la alusión a los hechos y no esté por la labor de ser embadurnado por la brocha gorda del relato historicista; para mÃ, en suma; esta propuesta es admirable. Presupone, eso sÃ, un conocimiento de los hechos sin lo cual todo es demasiado sutil. Pero es que Encinar es asÃ, alguien quizá del “mundo de ayerâ€, como yo mismo, que necesita del rigor para el disfrute.
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