La traviata inaugura temporada en el Liceu
CrÃtica
Después de Il barbiere del pasado septiembre, a modo de preludio, el Gran Teatre del Liceu inauguró oficialmente su temporada, el pasado 14 de octubre, con una nueva producción de La traviata, a cargo de David McVicar. Una puesta en escena de corte tradicional aunque con una ambientación trasladada unas décadas posteriores a la estrena del drama, hacia los últimos años del siglo XIX.

La Traviata © A. Bofill
El veterano director escocés sigue y respeta escrupulosamente el desarrollo narrativo de la obra, valiéndose de una suntuosa y un tanto lúgubre escenografÃa (especialmente ostentosos, los cortinajes negros que enmarcaban cada una de las escenas), asà como de un atrezo de época y de una iluminación pulcramente conjugados. La dirección de actores estuvo también lograda en la caracterización de los protagonistas y muy fluida en las escenas de coro, a pesar de un cierto abuso de los números de cancán.
En la noche del estreno, el rol de Violetta fue abordado por la soprano Patrizia Ciofi, una intérprete de voz un tanto opaca y de pocos decibelios, aunque dotada de una hábil desenvoltura escénica. Después de un primer acto vocalmente calante e irregular, su interpretación fue de menos a más, rubricando un tercer acto francamente emotivo. A su lado, brilló el tenor debutante Charles Castronovo, quien sedujo al público liceÃsta con un apuesto Alfredo de canto elegante y de bella factura. Completó el trÃo protagonista el espléndido Giorgio Germont del barÃtono búlgaro Vladimir Stoyanov, a quien ya pudimos escuchar en este mismo escenario hace un par de temporadas en La forza del destino e Il pirata; su caracterización del progenitor pacaÃno fue soberbia, tanto en el registro canoro como en el actoral.
Entre los comprimarios destacaron la espléndida mezzo Gemma Coma-Alabert y el siempre eficaz Toni Marsol, el resto quedaron a un nivel bastante más discreto. Correcto el coro titular, aunque sin lucimientos. La orquestra, bajo la reputada batuta del maestro italiano Evelino Pidò, mostró desajustes en algunos pasajes de los concertantes del primer y segundo actos, asà como unos tempi marcadamente contrastados que, a ratos, restaron fluidez discursiva. Con todo, no hubo incidencias remarcables.
Esta estrena sirvió, además, para conmemorar el 15º aniversario de la reapertura del coliseo de Les Rambles, después del fatÃdico incendio que lo redujo a cenizas en 1994. La ocasión, congregó a la flor y la nata de una sociedad civil catalana que, de un tiempo a esta parte, también anda un tanto traviata.
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