Doce Notas

La traviata inaugura temporada en el Liceu

opinion  La traviata inaugura temporada en el Liceu

La Traviata © A. Bofill

El veterano director escocés sigue y respeta escrupulosamente el desarrollo narrativo de la obra, valiéndose de una suntuosa y un tanto lúgubre escenografía (especialmente ostentosos, los cortinajes negros que enmarcaban cada una de las escenas), así como de un atrezo de época y de una iluminación pulcramente conjugados. La dirección de actores estuvo también lograda en la caracterización de los protagonistas y muy fluida en las escenas de coro, a pesar de un cierto abuso de los números de cancán.

En la noche del estreno, el rol de Violetta fue abordado por la soprano Patrizia Ciofi, una intérprete de voz un tanto opaca y de pocos decibelios, aunque dotada de una hábil desenvoltura escénica. Después de un primer acto vocalmente calante e irregular, su interpretación fue de menos a más, rubricando un tercer acto francamente emotivo. A su lado, brilló el tenor debutante Charles Castronovo, quien sedujo al público liceísta con un apuesto Alfredo de canto elegante y de bella factura. Completó el trío protagonista el espléndido Giorgio Germont del barítono búlgaro Vladimir Stoyanov, a quien ya pudimos escuchar en este mismo escenario hace un par de temporadas en La forza del destino e Il pirata; su caracterización del progenitor pacaíno fue soberbia, tanto en el registro canoro como en el actoral.

Entre los comprimarios destacaron la espléndida mezzo Gemma Coma-Alabert y el siempre eficaz Toni Marsol, el resto quedaron a un nivel bastante más discreto. Correcto el coro titular, aunque sin lucimientos. La orquestra, bajo la reputada batuta del maestro italiano Evelino Pidò, mostró desajustes en algunos pasajes de los concertantes del primer y segundo actos, así como unos tempi marcadamente contrastados que, a ratos, restaron fluidez discursiva. Con todo, no hubo incidencias remarcables.

Esta estrena sirvió, además, para conmemorar el 15º aniversario de la reapertura del coliseo de Les Rambles, después del fatídico incendio que lo redujo a cenizas en 1994. La ocasión, congregó a la flor y la nata de una sociedad civil catalana que, de un tiempo a esta parte, también anda un tanto traviata.

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