Los conciertos de Schumann en el Palau con la Orquesta Barroca de Friburgo
Dentro de la envidiable temporada musical Palau 100, el pasado 28 de abril pudo escucharse un concierto que aunó el virtuosismo y el talento de cuatro jóvenes intérpretes y una formación orquestal que hicieron las delicias del público asistente.

Orquesta Barroca de Friburgo © Marco Borggreve
La prestigiosa Orquesta Barroca de Friburgo, una de las formaciones musicales de interpretación con criterios históricos más reputadas de la actualidad, regresó a la capital catalana para ofrecer un programa dedicado a los conciertos de Robert Schumann, acompañada de tres intérpretes de lujo del panorama internacional: Isabel Faust (violín), Jean-Guihen Queyras (violonchelo), Alexander Melnikov (fortepiano). Completaba el repóquer de ases, un joven director granadino que está realizando una fulgurante carrera por los más prestigiosos auditorios del planeta: Pablo Heras-Casado.
Ya va siendo habitual escuchar formaciones de instrumentos antiguos abordando repertorio romántico con criterios históricos. Una iniciativa que abre las puertas a la revisión estética y estilística del apasionado repertorio decimonónico, como bien pudo degustarse en el presente concierto.
Durante la primera parte, el excepcional pianista Melnikov nos deleitó al teclado de un fortepiano, concertando las páginas del Concierto en La mayor para piano y orquesta, op. 4 en idílico diálogo amoroso con la formación alemana. Como es sabido, los conciertos de Schumann no dan excesiva ocasión para el lucimiento y la espectacularidad virtuosística, sino que su máxima expresión cabe más bien buscarla en los acentos profundos que emanan del carácter y la intensidad romántica de sus pentagramas. Heras-Casado supo leerlo claro y exprimió con esmerada unción el equilibrio y los diálogos entre el solista ruso y el conjunto orquestal.
En la segunda parte, Isabelle Faust puso a prueba las posibilidades técnicas de su Stradivarius en el concierto que el maestro sajón concibiera para el virtuoso violín de József Joachim. Una obra que alterna pasajes enérgicos y nostálgicos, todos ellos resueltos con intensidad y exquisita fluidez por la violinista germana. Su compañero en la cuerda grave, el violonchelista francés Jean-Guihen Queyan, culminó la velada con una apasionada y vibrante interpretación del Concierto en La menor para violoncelo y orquesta, op. 129, en una perfecta y estrecha sintonía con la formación de Friburgo.
La cuota de participación local fue a cargo del coro de la casa, el Orfeó Català, quien no pasó de una modesta intervención en la interpretación inicial del Nachtlied de Schumann –dónde acusó la falta de ensayo con la orquesta– y en las dos anecdóticas canciones gitanas de Brahms, durante la segunda parte.
Al finalizar, la mayoría del público –descontando la salida en estampida de los desagradecidos de turno– aplaudió efusivamente a los protagonistas por tan exquisita y deliciosa velada.
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