Sławomir Zubrzycki, autor de la Viola organista
El pianista polaco y ‘coluthier’ del instrumento, Sławomir Zubrzycki, recibe en su estudio a Doce Notas y nos descubre las claves, misterios y retos futuros un instrumento único en su especie.
Parece mentira que algunos de los timbres más bellos de nuestra audioesfera cayeran en el olvido, o se extinguieran del todo incluso, durante siglos (el oboe de amor, la viola da gamba o el registro vocal de contratenor). Como sucede con las criaturas mitológicas (aves fénix, pegasos, gárgolas…, ¿teclados alados?), hay quien se resiste a considerarlas mero fruto de la imaginación. Alguna base etológica debe de haber detrás. Es el caso de la viola-organista, mitad ficción, mitad hecho. Un instrumento (apenas documentado), cuyo sonido fue desterrado de nuestro sistema auditivo durante casi tres siglos. Desde mediados del siglo XVIII hasta el pasado 18 de octubre, cuando Sławomir Zubrzyczki presentó en sociedad en la Sala Florianska de Cracovia a su criatura.
Coincidiendo con su 50 aniversario el pianista Sławomir Zubrzycki agasajó al público del Florian Hall cracoviense con obras de Forqueret, Marin Marais o Carl Emmanuel Bach. Antes, solo amigos y vecinos del intérprete habían podido escuchar, atisbar el sonido de esta enigmática macchina sonora, expresión justa si tenemos en cuenta que su visionario fue el insaciable Leonardo Da Vinci. El único ejemplar y su único intérprete se refugian del ruido contemporáneo en un barrio residencial de las afueras de Cracovia. El pasado 18 de enero Pan Zubrzycki nos recibió en su casa y nos desveló algunos de los misterios entorno a la extinción de este teclado pinzado a pedal (rotorizado). A su vez nos adelantó algunos de sus retos inmediatos de cara al presente año.
Convendría matizar –en todo titular se camuflan infinidad de matices–, la viola organista de Zubrzycki es la única musicalmente practicable, pero no la única. Existe otro ejemplar en el Museo de Instrumentos Musicales de Bruselas, tres o cuatro siglos más longevo. Eso sí, no apto para la sala de conciertos. Curiosamente dicho instrumento tiene pasado español, el luthier Raymundo Truchado le habría dado vida hacia principios del siglo XVII en algún taller de Toledo o Madrid, recuerda su lejano pupilo polaco. Más allá de estas dos consolas, solo se conservan bosquejos vincianos y algunas litografías de luthiers casi olvidados. A partir de aquí, la intuición musical de Zubrzycki y sus rastreos documentales han hecho el resto. Tres años de pesquisas, probaturas, lutherismo intensivo y un ejercicio constante de flash back sonoro.
No deja de ser una ironía que hasta hace un año o año y medio el repertorio de Zubrzycki (profesor de piano del Conservatorio de Cracovia) se centrara en compositores del siglo XX y XXI, algunos de ellos incluso vivos. En 2014 todo indica que tendrá que echar la vista atrás y retroceder al menos medio milenio.
¿Cómo dio con la pista de la viola organista? ¿Cuándo oyó hablar de ella por vez primera? ¿De dónde procede su interés por este instrumento?
Ciertamente casi nadie conocía o había oído hablar de la viola organista hasta hace unos meses. Existen, no en vano, algunas denominaciones que se repiten en los tratados de música antiguos como Bogenklavier (teclado con arco o teclado en arco, atribuido a Johann Hohlfeld) o Geigenwerk, la misma voz viola organista, utilizada por Leonardo da Vinci, o el clavioline. Groso modo estaríamos hablando, si no del mismo instrumento, de instrumentos muy parecidos, basados en la rotación de un cilindro sobre las cuerdas. Ninguno de ellos hasta ahora había despertado, sin embargo, el interés de nadie más allá de los inventarios. Oí hablar por primera vez de este misterioso instrumento por boca de mi amigo Kazimierz Pieszyk, intérprete de viola de gamba. Él me puso sobre la pista y desde entonces ya no dejé de indagar. Mencionó cierto día un instrumento denominado clavioline (sic), un instrumento originario de aquí, diseñado y concebido por un clérigo del sur de Polonia. Fue el punto de partida y desde entonces intenté dar con otras fuentes en relación a dicho instrumento. Sobre el papel, en el sentido literal de la expresión, se trata de una invención de Leonardo. No tenemos constancia de que los planos del genio renacentista llegarán a ejecutarse. Por mi parte yo nunca antes me había dedicado a estos quehaceres, ni había tenido especial interés, por el oficio de luthier. Al final, qué remedio, la quimera me obligó a ello.
Hablemos de parentescos. ¿A qué otros instrumentos de su época debía parecerse?
No es mi opinión, sino la del compositor Praetorius. Michael Praetorius, en relación al instrumento de Hans Heyden, aseguró que le recordaba a la viola da gamba o viola de concierto. Y es cierto, suena de forma muy similar. Cuando terminé el instrumento y empecé a tocar, decidí que debía efectivamente restituir la denominación vinciana. Efectivamente, se trataba de una viola… una viola organizada, viola-organista, tal como en su día la bautizó Leonardo Da Vinci en sus dibujos. Viola organizada, en tanto en cuanto consta de teclado. Creo que es la denominación más exacta. Preferible a las alemanas Geigenwerk y Bogenklavier o Claviolin, más imprecisas.
LEONARDO, LUTHIER Y ¿COMPOSITOR?
¿Y qué pinta de verdad el nombre de Leonardo Da Vinci en toda esta historia?
Le voy a sorprender. Hoy mismo he recibido un mail de un equipo de investigadores que está trabajando para reconstruir música de Leonardo da Vinci. Una información atípica. Sobre él hemos escuchado todo tipo de prodigios, pero rara vez se le ha relacionado con la música. Por supuesto se trataría de una reconstrucción de su música, porque ésta, como tal, se habría perdido. Una auténtica perita en dulce como se podrá imaginar: interpretar música de Da Vinci en su propio instrumento.
Después tenemos la viola organista en sí, como mecanismo. Leonardo la ideó hacia 1480, probablemente en Milán. En Nüremberg, 100 años después, hallamos las primeras alusiones al Geigenwerk. Estamos hablando, por lo bajo, de un instrumento de más de 500 años de antigüedad. Determinar el origen exacto del instrumento es en cualquier caso difícil. No abundan las referencias y el repertorio que he podido repescar hasta ahora es muy escaso. Lo cierto es que la primera fuente 100% fiable sobre el instrumento es el detallado grabado de Hans Heyden, quien hacia finales del siglo XVI habría construido un instrumento muy similar al que nos ocupa y que bautizó como Geigenwerk. Lo interesante de todo ello es que casi cien años antes, Leonardo Da Vinci en su Codex Atlanticus recopiló unos dibujos de lo que pudieron ser los protoplanos de la primera viola organista. He estudiado con detenimiento los dibujos de Leonardo y puedo afirmar que sus propuestas para resolver el mecanismo son más logradas que las de Heyden y que las de Truchado. Si el penúltimo conoció los dibujos de Leonardo, o llegó al Geigenwerk por su propia cuenta, es algo que se nos escapa. Cien años separan las dos ilustraciones, difícil establecer si guardan algún grado de parentesco fidedigno.
Si tuviera que describir el sonido del instrumento, ¿con qué otro instrumento lo emparejaría? ¿Cómo debió sonar, a su parecer, la viola organista en el pasado? ¿En qué se ha basado para modelar su timbre?
Si analizamos los instrumentos de teclado que pudieron ser coetáneos de la viola-organista, nos encontramos ante todo con el cémbalo, que ya se utilizaba en el siglo XV. En su aspecto externo, qué duda cabe, me he basado en instrumentos de teclado del Renacimiento, de ahí la inconfundible silueta del mismo. El teclado, por el contrario, consta de cinco octavas. Más amplio que en tiempos de Leonardo. En este caso por razones obvias, quería poder abordar el repertorio del siglo XVIII. De todos modos, en lo concerniente al sonido, me he decantado por la viola da gamba. El registro es exacto al de este instrumento, de tal modo que los cientos de piezas compuestas para viola da gamba, son perfectamente ejecutables al teclado. De tener un timbre de referencia el de la viola ha sido el más persistente.
De todos modos no olvidemos que, no es hasta el siglo XVIII cuando los compositores empiezan a componer de manera deliberada y ex profeso para un instrumento concreto. Eso explicaría también la falta de repertorio destinado a la viola-organista.
A la hora de reconstruir o imaginarme cómo debía sonar, me he dejado llevar tanto por los conocimientos adquiridos como por mi imaginación musical, en tanto músico que soy. En este sentido es muy difícil que pueda darte una respuesta más precisa.
Difiere principalmente de otros instrumentos de cuerda frotada o rotada como el hurdy gurdy (zanfoina o organillo), a cuyo mecanismo se asemeja, en que la viola-organista no requiere que su instrumentista toque constantemente para que suene. En otros instrumentos, cuando el ejecutante deja de tocar automáticamente se detiene en seco la música. El mecanismo de la viola a teclado permite al intérprete dar descanso por unos instantes su pulsación, sin que por ello se detenga ni resienta la resonancia del instrumento. De ahí la gran aportación de Da Vinci, esta rueca que da más aliento musical a las cuerdas.
¿Cuál cree que pudieron ser los motivos que desencadenaron la desaparición de la viola organista?
No te sabría afirmar con certeza cuando desapareció de los salones la viola organista, pero estoy seguro que no sobrevivió más allá del siglo XVIII. De haber gozado de una época de esplendor, la época dorada de la viola organista debió transcurrir entre los siglos XV-XVIII. ¿Por qué de repente perdemos su rastro? Se me ocurren varios motivos posibles. Existía un ruido asociado al mecanismo, que no era fácil de silenciar. Su sonido era muy débil, de intensidad limitada. La presencia de orquestas cada vez más densas debió apagar literalmente su voz, de haber tocado conjuntamente. Por otra parte se trata de un instrumento que pierde la afinación con relativa facilidad.
A finales del siglo XVIII, por otra parte los avances en los distintos mecanismos de teclado (y el nacimiento del pianoforte) le hicieron también un flaco favor a la supervivencia de la viola organista. Por ello creo que no alcanzó a sonar más allá de finales del siglo XVIII. En el siglo XIX los compositores escribían ya para un instrumento o conjunto de instrumentos concreto y la literatura para viola organista es casi inexistente. De hecho, se conserva una única sonata para viola organista firmada por Carl Philipp Emanuel Bach. Aquí empiezan y acaban las partituras concebidas en exclusiva para este instrumento. Por ahora estoy confeccionando el repertorio, en su mayoría, a base de transcripciones de música para viola de gamba.
¿Ha intentado paliar la debilidad tímbrica del instrumento? ¿A qué sabe su sonido?
El sonido es el que ha salido. Debo insistir en cualquier caso, que la música de arco se ajusta mucho más a este instrumento que la música de teclado. Aunque lo he bautizado como viola organista, expresión barruntada en los bocetos de Da Vinci, lo cierto es que su adaptabilidad con la cuerda es plena y con el órgano bastante más parcial. Trato de pensar en clave de música de cuerda, pese a mi deformación profesional como pianista. Mi dedicación a la composición y mi mujer, chelista de la Filarmónica de Cracovia, me facilitan este proceso de familiarización con la tímbrica de los instrumentos de arco.
¿Qué obras ha interpretado hasta la fecha?
Como le comenté, la sonata de Carl Philipp Emmanuel Bach es una de las pocas obras, sino la única, que he hallado hasta la fecha específicamente para viola organista. Se trata de un encargo de Johannes Hohlfeld, uno de los últimos lutieres de Bogenklavier. El grueso de mi incipiente repertorio lo conforman transcripciones de obras para viola da gamba o para conjuntos de cámara con dicho instrumento. Ante todo me he decantado por el repertorio francés: Forqueret, Marin Marais, Dowland, Saint Colombe o Carl Friedrich Abel, reputado gambista alemán del siglo XVIII.
¿Hay planes de pasar pronto por el estudio de grabación?
Evidentemente hay varias compañías discográficas interesadas. Desgraciadamente el sector del disco no atraviesa su mejor momento y eso dificulta alcanzar un acuerdo. En cualquier caso creo que será muy interesante el primer registro. Por lo pronto contendrá la primera grabación mundial de la sonata de Carl Philipp Emmanuel Bach en su score original. Por ello me gustaría primero tantear a las grandes discográficas debido a la excepcionalidad del instrumento y su desconocido y limitado repertorio. Una edición como las de Alia Vox, como las de Jordi Savall, sería su formato idóneo.
Tendrá que aparcar su carrera como concertista de piano, me imagino, para cubrir su otra nueva agenda de conciertos. ¿Cómo se presenta el año para la viola organista?
He recibido ofertas para actuar, además de Polonia (muy seguramente estaré en la próxima edición del Wratislavia Cantans en septiembre en Wrocław), en Alemania e Italia. Detecto un especial interés además de los países escandinavos, Finlandia y Suecia, principalmente. Otra circunstancia digna de mención es que varios compositores actuales han mostrado curiosidad por el hallazgo y me han comunicado su manifiesta intención de componer alguna pieza para dicho instrumento.
Quizás sea un poco pronto, ¿cuenta ya con algún alumno o conoce otra persona que se haya interesado por tocar la viola organista? ¿Tiene previsto construir otro ejemplar?
Yo soy mi propio alumno, todavía. Que yo sepa, este es el único instrumento de estas características que conozco y está en el comedor de casa. Por ahora continúo con las clases de piano en el Conservatorio, alumnos no me faltan. No contemplo aún construir otro instrumento gemelo, antes tengo que hacerme con un vehículo más grande para poder transportarlo de cara a los conciertos que se avecinan.
¿Cuál sería la principal dificultad técnica o interpretativa de la viola organista?
(Larga pausa) Pensar con la mentalidad del músico de cuerdas e intentar abstraerse de que uno está delante de un teclado.
¿No teme a posibles imitadores? ¿Piensa explotar su creación?
Necesito disponer de cierto tiempo para conocer con exactitud el instrumento, y si es preciso realizar algunos cambios. Pasado un tiempo hay que ver cuánta gente se interesa por el mismo. Si es una minoría no tiene sentido plantearse la producción del mismo. En los años inmediatos, dos años al menos, no me planteo la construcción en escala del instrumento.
Para terminar, ¿cómo lleva la repercusión mundial que ha generado su ‘invento’? ¿Se esperaba tal respuesta?
La verdad es que la repercusión mediática es mucho mayor de lo que me podía esperar, aunque buena parte de ella se debe, evidentemente, al tirón del nombre de Leonardo da Vinci. A raíz del primer comunicado de France Press la noticia dio la vuelta al mundo y se han publicado reseñas en más de 400 cabeceras y emisoras, entre otras Le Figaro, CNN, New York Radio y hasta en Australia ha tenido eco (el pasado 11 de febrero la radio pública alemana le dedicó un monográfico de una hora en su emisora Deutschlandfunk Kultur). Por ahora prefiero ser cauto y, antes de tomar decisiones de gran calado, analizar cómo se desarrolla todo después del interés inicial por su novedad. Por lo pronto quiero centrarme en el repertorio del siglo XVIII y tratar de dar con el alma del instrumento.
Zubrzycki y servidor nos despedimos con una apropiada cita de Hildegarda von Bingen. Con esta leyenda latina adosada a la contratapa, el luthier amateur dio por terminada hace unos meses su opera prima. La sabiduría de la mística germana precinta uno de los secretos musicales más en boga del momento y del renacimiento. Para colmo y añadidura, un enésimo misterio vinciano. Puede que en el futuro se construyan nuevas violas organistas, pero esta sin duda será singular en el doble sentido de la palabra. Antes de cerrar la tapa y dar descanso a las cuerdas, Sławomir nos traduce del latín original:“Following the holly prophets people diligent and clever exercised their human craft to invent musicals instruments so they can play and please the human soul”.
Ver también:
La verdad sobre la viola organista de Leonardo da Vinci
Un instrumento especial: la ‘lira celi’ de Fray Raymundo Truchado, 1625
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