Salomé abre la nueva temporada del Festival de Teatro Clásico de Mérida
La noche del pasado 2 de Julio se inauguraba la 60 Edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida con la ópera Salomé, de Richard Strauss.

Salomé ©Festival de Mérida/Jero Morale
Tras varios años de ausencia el Festival de Teatro Clásico de Mérida vuelve a incluir espectáculos operísticos en su programación. Serán dos las óperas que subirán a las tablas de este milenario teatro: Dido y Eneas, de Purcell (protagonizada por jóvenes estudiantes del Taller de Ópera del Conservatorio Superior de Música de Badajoz) y Salomé, de Richard Strauss –del que se cumple el 150 aniversario de su nacimiento– que fue la encargada de inaugurar dicho festival en su 60ª edición.
Asistir a una ópera en un teatro de estas características, evoca, sin más remedio, a las grandes producciones que se llevan a cabo en la Arena de Verona. Un escenario que se mantiene en pie durante más de mil años y que sigue empleándose para los mismos fines que se pretendían entonces. A mi juicio, y salvando las comparaciones, el espectáculo no defraudó en absoluto.
Una enorme luna iluminaba el amplio fondo de la escena, como si fuera un privilegiado figurante deseando convertirse en protagonista. El astro, de unos cinco metros de diámetro, fue convertido en el elemento clave de la escenografía, respetando como telón de fondo las milenarias columnas que identifican a tan insigne lugar.
La producción, en la que también participa el Festival de Música y Danza de Granada, lleva la firma del director de escena Paco Azorín, que ha conseguido dar gran dinamismo y acción a unos personajes que ocuparon eficientemente el amplio espacio escénico. El resultado fue una concepción muy teatral al alcance de un público poco acostumbrado a la ópera.
En general, el resultado fue satisfactorio en todos los aspectos. El plantel de voces, con gran presencia de cantantes españoles, da cuenta del amplio potencial canoro con el que se cuenta en nuestro país. Gun-Brit Barkmin (Salomé) estuvo espectacular tanto vocalmente como teatralmente, dando credibilidad a un personaje que suele crear pocas afinidades. Solventó eficazmente la mayoría de pasajes en los que se enfrentaba al tutti orquestal, teniendo en cuenta que el escenario estaba al aire libre. Thomas Moser (Herodes) demostró sus excelentes cualidades en un rol que ya antes ha interpretado en importantes escenarios como el Covent Garden, la Ópera de Paris y la Staatsoper de Viena. Ana Ibarra (Herodias) demostró soltura en el plano escénico pero no estuvo a la altura del resto del reparto en cuanto a lo vocal. José Antonio López (Iokanaán) arrancó una gran ovación del público a pesar de haber cantado desde el foso, siendo interpretado su papel en escena por el actor-bailarín Carlos Martos. Se mostró muy convincente y seguro en un papel que parece adaptarse perfectamente a sus cualidades. José Manuel Montero defendió sobradamente a Narraboth. Para los roles principales se cuenta con un doble reparto que alternará con el del estreno. Serán la soprano Ángeles Blancas (Salomé), y el tenor John Easterlin (Herodes).
La Orquesta de Extremadura fue la encargada de la parte musical, dirigida por la experimentada batuta de Álvaro Albiach. Dicha orquesta demostró una vez más su alta calidad, tanto en el empaste sonoro como en su expresividad, dando buena cuenta de lo infravalorada que está la formación, argumentando estar a la misma altura que cualquier otra formación nacional. Albiach pareció comenzar un poco trabado en los tempi iniciales, pero poco a poco fue sintiéndose a gusto con la orquesta y consiguió sacar lo mejor de ella que da muestras de ser flexible. A ello ayudó que la ópera fuera en un solo acto.
El punto culminante de la representación –musicalmente hablando– es la archiconocida Danza de los Siete Velos. Para ello, el rol de Salomé se desdobla en una bailarina, Arantxa Sagardoy, que hizo alarde de la sensualidad que la ocasión requiere, aunque sin excesos. Para ello se contó con una coreografía, más teatralizada que bailada, firmada por el prestigioso Víctor Ullate.
En conclusión, un espectáculo digno de un enclave tan característico al que el paso del tiempo parece no haberle afectado, y en el que las notas de la tragedia resuenan hoy con fuerzas renovadas.
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