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Il trovatore no es una de las óperas más largas de Verdi. Aún así contiene todos los ingredientes como para haberse convertido en un clásico del género, pocas veces superado por sus dificultades técnico-vocales.

Con una trama no en todos sus aspectos creíble que gira en torno a la venganza, este título sigue impactando hoy en día por su temática e intensidad emocional. Las expectativas eran por lo tanto muy altas el día del estreno en Les Arts con respecto a esta coproducción firmada por las Óperas Nacionales de Paris y de Holanda junto al Teatro de Ópera de Roma.

Apoyado en los magníficos trabajos de Alfons Flores (escenografía), Lluc Castells (vestuario) y Urs Schönebaum (iluminación), el director de escena Àlex Ollé (quién no se acuerda de su Tristán) recreó dinámica y sugestivamente el sórdido ambiente de las trincheras durante la I Guerra Mundial. Sobre este trasfondo, tanto las voces solistas como el coro y la orquesta, dirigida por Mauricio Benini, hicieron alardes de una excelente labor de conjunto que rayó la perfección.

La tantas veces citada máxima de que es fácil representar Il trovatore, siempre y cuando se contrate a los mejores cantantes, se vio en gran parte cumplida. La soprano Olga Maslova realizó una brillante interpretación de Leonora. La  voz de la antaño solista de la Academia Mariinski de jóvenes cantantes es plena y ágil, una combinación ideal para este papel. A su lado, Antonio Poli encarnó a Manrico. En su tour de force, el tenor italiano hizo gala de su bello timbre, pero sin elevar la interpretación de su personaje al terreno de lo extraordinario, cosa que si se puede afirmar de Ekaterina Semenchuk. La mezzo compuso una Azucena rica y muy bien matizada, recorriendo sus registros vocales sin fisuras, profunda en el grave y radiante en el agudo. Asimismo, el reparto contó con el barítono Lucas Meachem que sustituyó a Artur Ruciński en el papel de un Conde de Luna que sonó de manera convincente y natural.

Junto a las arias, los dúos y conjuntos también impresionaron por su perfecta armonización vocal y sincronía con los sonidos que emergían del foso. Secundando al cuarteto principal, destacó el bajo italiano Adolfo Corrado que, junto a su notable voz, puso su experiencia de actor al servicio de su Ferrando que como capitán de las fuerzas armadas del Conde de Luna narra al principio de la ópera la historia de éste para mantener despiertos a sus soldados.

El coro de la Generalitat no quiso ser menos y se sumó a la magnífica velada operística, dirigido esta vez por Jordi Blanch Tordera. Con un sonido compacto e uniforme sacó a relucir su experiencia interpretativa con intervenciones perfectamente ajustadas a los diferentes papeles y estados de ánimo encarnados a lo largo de los cuatro actos. Bajo la impecable dirección de Mauricio Benini, la orquesta dio lo mejor de sí, lo mismo en los momentos apasionados que en los sombríos, desplegando con absoluta nitidez la amplia gama de colores orquestales que Verdi introdujo en la partitura.

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