Calixto Bieito
De la Carmen de Bizet que veremos los dÃas 24 y 26 de julio en El Escorial, Calixto Bieito nos revela su backstage: un nuevo significado del Sur.
Un Sur producto de un viaje del propio Bieito en busca de respuestas. Un sur que para el director significa frontera. LÃmite. Un paisaje de lata: una explanada invadida de Mercedes de segunda mano. Un mundo de pateras. Un mundo salvaje, en definitiva. De gente que quiere pasar cosas. Que quiere pasar. Con la veladura del neorrealismo cinematográfico.
Al observar su entrada en la cafeterÃa del Teatro Auditorio de El Escorial, rápido pero sin atropellarse, con el semblante grave de quien no acostumbra a llegar tarde, disculpándose por el retraso de su avión desde Frankfurt y rigurosamente vestido de negro —esa tendencia del director de escena, que a veces pienso que podrÃa ser un intento de hacerse invisibles en el escenario—, la primera imagen que proyecta Calixto Bieito no es la de uno de los directores más polémicos de la escena internacional, sino más bien la de un proactivo profesional del arte que vive a bordo de un avión, adiestrado en el aplomo germano, seco, pragmático, que le permite hacer justo lo que debe hacer en cada momento. Sin embargo, al verle entrar cargado con su mochila y sentarse a la mesa con las manos sobre las rodillas, a mà se me reveló, tras esa mirada calculadora, algo que me mostrarÃa más tarde: la calma contenida del niño que siempre se sienta en la última fila, el que lee en clase libros complejos y prohibidos, y está siempre a punto de armarla.
Artista pluridisciplinar y polémico, director de gran proyección internacional y actual director artÃstico del Teatro Romea de Barcelona, en este caso la excusa de nuestra charla fue el estreno de la Ópera Carmen en El Escorial. Un montaje que ya vio la luz en el Festival del Peralada en 1999 y que nunca más ha sido representada en nuestro paÃs. Ésta fue una de las primeras incursiones de Bieito en el género, pero entre uno y otro estreno han pasado por sus manos las obras de compositores de variados lenguajes: Wagner, Puccini, Strauss, Verdi, Britten, Alban Berg, Mozart o Barbieri, trabajos que le han valido ser incluido en la lista de los artistas más importantes por la revista alemana de ópera Opernwelt. Como director de teatro también ha revisitado a los clásicos: su La vida es sueño triunfó en el vibrante Festival de Edimburgo, asà como Hamlet, La Celestina o su versión de Los Persas de Esquilo que dio vida a las ruinas de Mérida.
En medio de la promoción de su último estreno, podrÃa esperarse que nuestro protagonista hubiera activado un piloto automático que contestara por él. Sin embargo se enfrenta a nuestra charla buscando las palabras, moviendo las manos, acodado sobre la mesa, con unas erres cortazarianas que podrÃa arrastrar desde ParÃs o quizás, como aquel escritor, desde la infancia, quién sabe.
Cuando hablabas antes de tu viaje al sur, por momentos me pareció estar escuchando a un realizador buscando localizaciones para su próxima pelÃcula en lugar de a un director de escena. Es que son trabajos muy parecidos. Yo tengo mucha influencia del mundo de cine.
¿Tanto ha cambiado la mirada del director de escena actual? Claro. Ha cambiado y en mi caso concreto me alimento de cine, de literatura, de arte contemporáneo, últimamente de instalaciones, de periódicos, de espacios. Me gusta ver cosas nuevas de autores que no conozco. Leer. También, aunque esto no haya aparecido mucho en la prensa española, se suele decir que tengo mucha influencia de Buñuel. Vi de muy pequeño sus pelÃculas. Me impresionaron mucho.
¿Con qué te quedaste de aquellas primeras sesiones de cine? Surrealismo aparte. Me quedé con su sentido del humor, que tiene mucho. Se nota que fue a los jesuitas como yo.
(Bieito se rÃe por primera vez. Y es una risa que revienta de pronto y se repliega con la misma celeridad. Me atreverÃa a decir que gamberra.)
¿Esa es una seña de identidad? SÃ, porque si has ido a los jesuitas, o te vuelves uno o te haces anarquista.
(Esta vez, reÃmos ambos.)
¿Y qué crees tú: que en España hemos perdido ese sentido del humor o es que nunca lo tuvimos? Yo creo que nunca lo tuvimos. ¿ReÃrnos aquà de nosotros mismos? No, no… por eso cuando hice La verbena de la Paloma no quise que se estrenara en España. Porque sabÃa que algo que yo habÃa hecho como un divertimento, como una broma, se iba a tomar en serio. Y no tenÃa mucho sentido.
Me llama la atención esa tendencia tuya a nutrirte de todas las artes: me da la sensación de que para ti, casi todo cabe en el escenario. Has llevado varias novelas a escena. ¿Qué autores te gustan, por curiosidad? Bueno, ahora estoy releyendo a Cormac McCarthy para un espectáculo. La Carretera.
(Es posible que me haya arrancado una sonrisa de aprobación. Hace apenas un mes me terminaba Meridiano de Sangre. Una consecuencia inevitable al leer hace tres, No es paÃs para viejos y hace un año, La Carretera.)
¿Puedo saber para qué espectáculo? SÃ, para un Parsifal, la obra emblemática de Wagner.
(Ahora mi perplejidad no tiene lÃmites.)
Curiosa mezcla. SÃ, estoy ligando La Carretera con Parsifal.
(Y entiendo de pronto a qué se referÃa hace un rato cuando aseguraba que en esta etapa estaba regresando a lo más esencial y se definÃa como “secoâ€. Si hay algo que me viene a la cabeza al hablar de McCarthy es rotundo, seco, directo… brutal.)
SÃ, seco, rotundo, (parece contestar a mis cavilaciones), también he hecho espectáculos muy barrocos como Tirant lo Blanc, pero me gusta ir cambiando. O uno va evolucionando, no lo sé. Quizás con los años te haces más reflexivo. (Se queda pensativo) Aunque mi vida sea quizás más rutinaria —ensayar, trabajar, tomarme una copa de vino y preparar el ensayo del dÃa siguiente— mi pensamiento no. Mi pensamiento vuela.
Siguiendo el hilo narrativo, literalmente, de nuestra charla: ¿qué buscas o qué encuentras en una novela a la hora de llevarla a escena? Te pregunto esto porque si me preguntan qué novela, o incluso, qué autor jamás me imaginarÃa en escena, uno de los que podrÃa decir serÃa Houellebecq. ¿Qué te llamó la atención para llevar al directo su obra? Con Houellebecq fue porque la novela me impactó mucho. Es una novela del momento y pensé que tenÃa que hacerla. Luego lo conocÃ. Hicimos juntos un programa en Barcelona. Estuvimos grabando 8 horas. Toda la noche.
No le pega ser tan dicharachero. ¿Él? Él no habla nada. Fui yo. Fue tremendo. Horrible. (RÃe) El realizador estaba a punto de volverse loco.
¿Y qué te impactó de la novela? Que era un retrato de la sociedad occidental actual. Todo el mundo cree que sólo habla de que todo es una mierda, pero no es verdad. Lo fundamental es que es una historia de amor dentro de un contexto donde es muy difÃcil tener una historia de amor.
¿Y Tirant lo Blanc? Tirant lo Blanc porque era una gran fiesta del Mediterráneo. El Ramón Llull me propuso presentar algo para ir a la Feria de Frankfurt. Y yo pensé que era la novela más festiva, más sensual y más moderna que habÃa leÃdo en mucho tiempo: la sofisticación por la moda, por la comida, por la vida, por la muerte, todo mezclado con la batalla. Es cierto que la habÃa leÃdo en la universidad, como todos, parcialmente. Pero cuando la leà entera me encantó.
¿Qué carrera hiciste? FilologÃa e Historia del Arte.
De ahà viene entonces esa pasión por la lectura. Por la lectura y por el arte. Leo thrillers para dormir por las noches. Pero tengo un problema. Me desengancho enseguida. Pero leo mucha literatura norteamericana y centroeuropea.
(Dejamos atrás el primer plato: la literatura, el primero de los alimentos de la dieta de Calixto Bieito, para dejar paso al plato fuerte: la música. Pócima o elixir o suero fundamental de su obra.)
Te quejas de que la mayorÃa de las óperas tiene libretos poco interesantes. ¿Te has planteado hacer un libreto completamente nuevo en alguna de tus montajes? SÃ, lo he hecho en alemán con El Rapto del Serrallo. El libreto lo escribà entero. Y fue muy divertido.
¿Te consideras un melómano? (Tajante) Yo necesito la música para vivir.
¿Hubo alguna obra que recuerdes que te golpeara especialmente? Durante la infancia me golpeaba toda la música italiana porque a mi padre le gustaba mucho. Por otro lado, la banda de mi pueblo tocaba desde pasodobles hasta Verdi. Pero ya en la adolescencia me golpearon mucho Mahler y Wagner y, ya ves, en el caso de Wagner he hecho dos de sus óperas.
¿Cuál es el compositor que ha supuesto un mayor reto para ti llevar a la escena? Bueno, lo que no podrÃa es escuchar a Alban Berg ocho horas. No puedo. Me morirÃa. Porque me coloca, (pausa) me coloca delante del abismo. Me hace ver lo más oscuro. Alban Berg es muy especial. Me gusta mucho. Mucho. He hecho sus dos óperas: Lulu y Wozzeck. Es hermosÃsimo y a la vez está lleno de violencia… es tremendo. Me puede hacer llorar. Ahora, no es un músico que yo escucharÃa en mi casa.
¿Y qué escuchas en casa? Bueno, yo soy muy ecléctico (RÃe) Funky… de todo. ¿Sabes que yo siempre viajo con mis altavoces? Unos grandes. Para poner mi ipod. Siempre. Me instalo en un hotel y lo primero que hago es poner mi música.
Asà que a la pregunta de si eras melómano, creo que la respuesta en un SI con mayúsculas. Total. Necesito la música para vivir. Mi hermano es músico profesional y profesor del conservatorio. Mi madre es cantante amateur de coro desde hace muchos años y canta en el Palau de la música. Uno de mis primos es viola, buenÃsimo. De hecho mi madre querÃa que estudiara piano, pero yo renuncié. Es el arte que admiro más.
¿Qué diferencias encuentras a la hora de dirigir la escena en teatro con respecto a la ópera? Que en la ópera yo ya tengo la sangre: es la música. En teatro tengo el texto pero me falta esa sangre. Hay que buscarla. Hay que ponérsela. Yo siempre ensayo con los actores con música.
¿Qué es más difÃcil dirigir actores o cantantes? Igual.
¿Son igual de difÃciles? No, (hace una mueca), que trabajo igual con unos que con otros.
¿Te interesan los compositores contemporáneos? Te lo pregunto porque me preocuparÃa mucho que no existiera ese diálogo directo entre nuestros compositores y directores de escena contemporáneos. Que siempre se lleve a escena a los muertos, en definitiva. Sà me interesan, mucho. De hecho me han encargado un proyecto de un compositor austriaco nuevo para el festival de Viena. Será dentro de 3 años y creo que va a ser sobre La Divina Comedia.
(Llegamos al postre sin poder evitar que sea algo más predecible: siempre algo dulce o café, pero al que Bieito añade un toque ácido sin llegar a ser amargo. Desde luego, nada digestivo.)
QuerÃa preguntarte por la creencia tradicional de que todo aquello que resulta algo agresivo —la violencia, el sexo, la sangre— cuando se explicita en teatro, no es escénico, o golpea demasiado directamente al espectador. A ti, sin embargo, es algo que te interesa. ¿Cómo lo haces sin provocar una estampida en el teatro? Procurando hacer lo que decÃa Buñuel: no ser nunca aburrido.
¿Tus obras guardan algún mensaje? SÃ, lo tienen. Pero no es lo que me mueve. Soy un director que no se plantea si lo próximo que va a hacer es teatro polÃtico o tiene algún mensaje. Decido sobre la marcha.
¿Y qué te mueve? Me mueve una idea. Un contenido. No puedo trabajar sin una idea de contenido de partida, pero sobre todo, sé que tengo que hacer un espectáculo
¿Qué significa para ti espectáculo? Significa algo que emocione, que haga pensar y que no aburra. Emocionar. (Paladea cada sÃlaba) Es fundamental. En eso la música tiene mucha más fuerza que el teatro. Es mucho más difÃcil emocionarse en teatro. (Hace una pausa) Cuesta mucho. La ópera sin embargo va directa al estómago. Es una experiencia fÃsica. La música es, es… escuchar a Bach es la sensación más cercana a lo espiritual que tenemos en la sociedad occidental.
¿Qué valor tiene para ti la transgresión? Yo no pienso que sea transgresor.
(Corrijo mi pregunta🙂
¿Qué serÃa para ti algo realmente transgresor? Transgresor es aquello que te sacude de la silla, lo que te mueve. Por ejemplo las instalaciones de Santiago Sierra… Me gusta mucho lo que hace.
¿Y en teatro? Algo que a los lectores les quede más cerca. Lo cierto es que yo no me alimento de teatro. Voy mucho y me gusta, pero no me alimento de ello porque serÃa mirarme el ombligo. Pero transgresor… transgresor me parece Leopoldo Panero: cuando leo un poema suyo, me hace sentir muy vivo. También, en el Romea he programado Urtain. Me parece una obra fantástica. Me tocó mucho.
(Hablando de sus próximos proyectos, tantos y en tan coordenadas del globo que parecen no caber en una sola biografÃa, acabamos charlando de las redes de teatro en Europa, en Londres, en Alemania, de cómo existe un tejido que proporciona a los artistas un desarrollo, una trayectoria, y antes de que se fugue en el siguiente avión, no puedo evitar la siguiente pregunta:)
Calixto, ¿qué echas en falta cuando vienes a España? Nuestro paÃs tiene mucho talento. Pero yo quizás tengo asimilado un modelo muy centroeuropeo donde la cultura está en el ADN: cualquier ciudad tiene una ópera, una orquesta, una compañÃa de danza, y la gente acude. Hay una red brutal de teatros nacionales… y aquà estamos a años luz. Hay mucho talento, decÃa, pero nos falta invertir mucho más en arte, en cultura, nos faltan infraestructuras y nos falta… educación.
De nuevo, educar a un público. Y no se está haciendo. Y no lo vamos a hacer. (Ahora suena más rotundo que nunca) Porque vivimos del momento. Porque los polÃticos viven del momento. Porque su teatro consiste en eso: Sobrevivir.
(Vanessa Montfort es novelista, dramaturga, y periodista de información cultural. Es autora de los textos teatrales: Quijote’s Show (2000), Paisaje Transportado (2003), Estábamos destinadas a ser ángeles (2006) y su paso por el Royal Court Theatre de Londres ha dejado los tÃtulos traducidos al inglés Flashback (2007), La cortesÃa de los ciegos (2008) y La mejor posibilidad de ser Alex Quantz (2008). Con su primera novela El Ingrediente Secreto (Algaida, 2006), cuyo escenario principal es el teatro y la música del siglo XX en Madrid, obtuvo el XI Premio Ateneo Joven de Sevilla.)
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