Entrevista con Ricardo Llorca ante el Premio de Cultura de la Comunidad de Madrid
El compositor alicantino ha sido premiado en la categoría de Música Clásica. La entrega del galardón tuvo lugar el pasado 30 de septiembre en el Teatro Auditorio de San Lorenzo de El Escorial
Aunque nació en Alicante, a los tres años Llorca se traslada a Madrid junto a su familia. Llorca fue alumno del Colegio Estilo, el mítico colegio dirigido por Josefina Aldecoa, y en sus años universitarios frecuentó los ambientes culturales y musicales de la Movida madrileña.
Llorca estudió en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid con Román Alis y Antón García Abril. También se formó con Luigi Nono, Carmelo Bernaola y Luis de Pablo. En 1988 Llorca viajó a Nueva York para perfeccionar sus estudios en The Juilliard School, y, tras concluirlos, ejerce como profesor en dicho centro.
Desde los inicios de su carrera profesional, Ricardo Llorca compagina su trabajo pedagógico con la composición musical, actividad que le ha reportado diversos premios («Virgen de la Almudena 1999»; «American Chamber Music Award, 1994», y el Premio «John Simon Guggenheim 2001»). Llorca es Director Adjunto de NYOS (The New York Opera Society) desde el año 2008, ha sido compositor en residencia en la compañía de danza contemporánea «Sensedance» (New York City); y compositor becario en «The Argosy Foundation» y «Met-Life/Meet the Composer Series».
Llorca nunca ha abandonado su relación profesional con España, intensificada en los últimos años. Llorca ha estrenado en el Teatro de la Zarzuela de Madrid su obra ‘Tres sombreros de copa’ (2019); en los Teatros del Canal de Madrid, en co-producción con el Teatro Real, la versión escénica de su ópera ‘Las horas vacías’ (2021); en la Catedral de Santiago de Compostela el oratorio ‘Oficio de caminantes’ (2023); y en el Palau de Les Arts de Valencia su obra ‘Cantar de Batre’ (2024).
En su faceta de gestor cultural Ricardo Llorca ha sido programador de ciclos y temporadas en diversas instituciones, americanas y europeas: The Queen Sofia Spanish Institute, Lincoln Center for the Performing Arts (New York City), The Embassy of Italy in Washington DC, The National Gallery in Washington DC, The Lyric Opera de Chicago, United Nations (New York City), The World Financial Center (New York City), la Ópera de Toulouse, Chicago Cultural Center, y la Filarmónica de San Petersburgo.
Una trayectoria profesional que continúa con las mismas coordenadas que han formado la personalidad de Llorca como artista de su tiempo, ya que su música ha evolucionado al margen de las vanguardias ante la imposibilidad de llevar más allá la estética de la música contemporánea durante las últimas décadas
¿Qué significa para usted recibir el Premio de Cultura de la Comunidad de Madrid en la categoría de Música Clásica?
Para mí es un gran honor, puesto que, aunque soy de Alicante, yo viví en Madrid desde los 5 años, que llegamos toda la familia a Madrid porque a mi padre le habían nombrado director de la Biblioteca del Senado; hasta los 25 años que decidí ir a los Estados Unidos para perfeccionar mis estudios en The Juilliard School. 20 años en total. Con esto quiero decir que crecí y me eduqué en Madrid, primero en el mítico Colegio Estilo de Josefina Aldecoa, y después en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, así que este premio significa mucho para mi, tanto a nivel profesional como personal. Madrid siempre estará en mi corazón. Ha sido una ciudad tradicionalmente abierta a todo el mundo y me gustaría que lo siguiera siendo.
Ud. afirma no adscribirse a ninguna escuela estética, ¿cómo lo ha hecho posible?
Efectivamente, yo he intentado no adscribirme a ninguna escuela estética, por lo menos a ninguna escuela de las predominantes en Europa durante la segunda mitad del Siglo XX, porque eran estilos compositivos que no me interesaban demasiado. Además de mis estudios en Madrid, también hice unos cursos en Viena y me di cuenta que allí todavía estaban anclados en una estética que, para mi modesto entender, no tenía ningún futuro. Por lo menos yo lo veía así. Mas tarde decidí irme a Estados Unidos, en donde las enseñanzas musicales eran mas amplias y de un carácter menos sectario que en Europa. Por eso, mi trayectoria compositiva ha evolucionado al margen de las vanguardias europeas y he practicado un cierto revisionismo histórico. La mirada hacia atrás es quizás la única salida posible. Revisar el pasado y volver a trabajar sobre las estructuras y sobre los conceptos clásicos (horizontales y verticales) de la música, retomando el concepto de expresividad según los modelos tradicionales
Además, la creación musical es un proceso profundamente personal y subjetivo que permite a los compositores explorar su individualidad y expresar sus emociones de manera única. Para un compositor que busca realizar música original sin adherirse a ninguna escuela estética específica, la clave radica en la autenticidad. Esto implica que el compositor debe abrazar sus propias experiencias, influencias y emociones. Al ser fiel a su voz interna, puede crear obras que resuenen con su propio ser, en lugar de intentar imitar estilos establecidos. La música, en su esencia, es un reflejo de la vida del compositor; por lo tanto, es esencial que cada nota, cada acorde y cada ritmo sean una extensión de su identidad
En este camino, la originalidad florece, y la música se convierte en un testimonio de la singularidad de cada creador.
¿Cómo ha influido su experiencia como gestor cultural o docente en su trabajo musical?
La creación y la enseñanza musical no deberían de mezclarse con la gestión de eventos, algo absolutamente aparte de las dos primeras y que no tiene ni el aspecto creativo de la primera ni el pedagógico de la segunda. La gestión cultural requiere otro tipo de habilidades. Yo, como gestor cultural, soy compositor en residencia de la New York Opera Society y hemos desarrollado una importante labor para promover la música contemporánea en diferentes puntos del mundo, colaborando con instituciones públicas y privadas de varios países europeos y sudamericanos. Es difícil compaginar este tipo de trabajo con la enseñanza y, sobre todo, con la composición, pero creo que es necesario para poder sobrevivir en este mundo tan duro de la música y, de paso, aprender como funcionan los entresijos burocráticos de la misma.
¿Qué desafíos ha enfrentado en su carrera como compositor y cómo los ha superado?
Quizá el principal desafío al que me he enfrentado, y no solamente yo sino, casi todos los compositores, es la batalla diaria que hay que hacer para que se nos escuche y se nos valore, y, sobre todo, no aceptar las negativas y seguir adelante, a pesar de todos los obstáculos con los que nos vamos a encontrar a lo largo de nuestra carrera. A mis alumnos les digo que no se desanimen cuando, al terminar sus estudios, se den cuenta de lo difícil que es ésta profesión.
También les digo que no duden de sí mismos y que no les importen las críticas. Otro de los grandes obstáculos es el tener que negociar con personas o instituciones que no tienen una gran preparación y que, en el caso de Europa, solo aprueban los proyectos en base a la ventaja política que les pueda dar; o, en el caso de Estados Unidos, la ventaja social que implique el financiar tal o cual evento, independientemente del nivel musical que tenga. La calidad es, muchas veces, el factor menos importante a la hora de aprobar una propuesta. Sin embargo, en medio de esta dureza, surgen momentos de pura magia que hacen que cada esfuerzo haya valido la pena porque no todo van a ser desgracias y sinsabores.
Uno de esos momentos culminantes es el estreno de una obra. En esos instantes, todos los sacrificios, las frustraciones y las dudas se desvanecen, y se te olvida toda la lucha que llevas detrás para conseguir que esa obra se represente y, sobre todo, piensas que ha merecido la pena. Cada nota que se toca, cada acorde que se entona, se convierte en una celebración de la perseverancia. Es como si, en un solo instante, se borraran los momentos de desánimo. Es entonces cuando la conexión que has creado con tu arte y con tu audiencia se convierte en un tesoro que perdura más allá de las dificultades.
Como docente en Estados Unidos, ¿qué diferencias destacables encuentra entre la forma de enseñar en España y Estados Unidos?
Podría hablar de las diferencias que había cuando yo terminé mis estudios en Madrid, en los años 80, y me fui a Estados Unidos. Yo entré en Juilliard en el año 1988, después de finalizar mis estudios de composición en el Real Conservatorio de Madrid con Antón García Abril, porque quería perfeccionar mis estudios de orquestación con John Corigliano. Al terminar el máster en 1993 decidí quedarme en los Estados Unidos. En los años 80, cuando llegué a Nueva York, yo venía de unos programas de educación musical interminables y muy sectarios, ideológicamente hablando, típicos de los conservatorios europeos. Además, en España la enseñanza de la composición era muy teórica y excesivamente académica, porque en la mayoría de los conservatorios no había orquestas que interpretaran la música que escribían los alumnos de composición, con lo que nuestra preparación orquestal era muy limitada.
En los Estados Unidos era diferente porque casi cada universidad, o cada conservatorio, contaban con una orquesta de alumnos. Solamente en Juilliard teníamos tres orquestas a nuestra disposición, con lo que, al finalizar los estudios, salías de allí con una preparación orquestal muy completa.
¿Qué proyectos futuros tiene en mente después de recibir este reconocimiento?
En estos momentos estoy preparando, por segunda vez porque ya lo hicimos el año pasado, el proyecto «The Runaways», un recital de piano y piano/voz cuyo objetivo es difundir la música de compositores contemporáneos españoles que viajaron a la ciudad de Nueva York en búsqueda nuevos horizontes. Tres distintas generaciones de compositores con un común objetivo: mantener sus propias raíces y asimilar e integrar en sus obras la estética compositiva del downtown neoyorquino.
«The Runaways» surgió hace aproximadamente dos años tras un encuentro que tuvimos un grupo de amigos músicos españoles, residentes tanto en los Estados Unidos como en España. Discutimos sobre la importancia de promocionar la música contemporánea española en los Estados Unidos, haciendo hincapié en la obra de los compositores españoles actuales que hemos vivido en Nueva York. En aquella reunión pensamos que, a pesar de la riqueza y diversidad de la música española actual, había una falta de visibilidad en los teatros de Estados Unidos. Por otra parte queríamos poner el foco en nuestro modo de acercarnos a la música contemporánea, diferente del que se venía haciendo en Europa. Estados Unidos nos ofrecía una libertad creativa al margen de las normas de la escuela de Darmstadt que todavía hoy está vigente. Por todo ello decidimos unir fuerzas y crear The Runaways.
En cuanto a una tercera ópera tengo un proyecto: El Reveillón, que estoy ofreciendo a diferentes teatros de la ópera en España y en los Estados Unidos con la esperanza de encontrar alguna institución que lo quiera encargar. El Reveillón será una ópera sobre la Guerra Civil Española y está basada en los relatos contados por mi familia, que estaba refugiada en la Embajada de Chile en los inicios de la guerra. Estos relatos han sido confirmados por los recientemente publicados diarios de Carlos Morla Lynch (España Sufre: diarios de guerra en el Madrid republicano). En 1936, cuando estalló la guerra, Morla Lynch abrió la Embajada de Chile a los muchos aristócratas que huían de la revolución en Madrid.
Posteriormente, al terminar la guerra, Carlos Morla Lynch convertiría la Embajada de Chile en un refugio para muchos perseguidos que habían militado en el lado perdedor. Según Pablo Neruda, hasta cuatro mil personas le debieron la vida al diplomático, entre ellas el escritor y falangista Rafael Sánchez Mazas o las familias de los republicanos Manuel Azaña, Indalecio Prieto y Largo Caballero. Según muchos miembros de mi familia, durante la Guerra Civil Española, la mayoría de los refugiados asilados en la embajada de Chile, temporalmente a salvo de la matanza general, también habían diseñado un mundo imaginario de amabilidad y cortesía como medio para escapar de sus dramas y desgracias personales.
También acabo de estrenar, con Rosa Torres Pardo, en el Palau de la Música de Valencia una obra para piano que me han encargado el mismo Palau. Se titula «Cantar de Batre». Los «Cantares de Batre» son cantos de raíz tradicional valenciano, y forman parte de las llamadas «cançons de treballs» que se cantan a capella, de forma individual, y que dan nombre a todos aquellos cantos que van ligados a los trabajos agrícolas como batir, segar, regar, labrar, etc. Al cantarse de forma individual no está sujeta a ninguna métrica ni a ningún ritmo concreto, y se interpreta dentro del modo frigio y con alta carga improvisatoria y melismática. Esta nueva pieza es el resultado de mi creciente interés por combinar técnicas de la música tradicional española con elementos de la música contemporánea.
¿Qué mensaje le gustaría transmitir a los jóvenes compositores que están comenzando su carrera?
Que no desprecie ni minusvalore a ningún compositor y entienda que nadie estamos en posesión de la verdad. Que sepa que la composición no se enseña, a pesar de los que digan en los conservatorios, sino que se aprende poco a poco a base de analizar, escuchar y respetar las obras de los demás. Que cada obra que escriba siempre piense que es la mejor. Que no tenga prisa en terminar una obra. Que no sea sectario ni abrace ningún dogma. Y, sobre todo, que no termine una obra hasta que no esté totalmente seguro de ella.
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