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El Festival de Música Antigua de Aranjuez surgió en 1994 a fin de recuperar el esplendor musical de aquellos espacios en los que Felipe II y posteriormente los reyes Borbones desarrollaban su vida musical.

En cada primavera se estrenaban los encargos musicales realizados por parte de la familia real a compositores de la talla de Scarlatti, Boccherini, Nebra, etc. Tras unos primeros años en el Centro Cultural Isabel de Farnesio, el festival se trasladó a las diferentes estancias de Palacio Real. Desde entonces la música llena los espacios originales, allí donde sonó por primera vez. Además, «se llevan a cabo los Paseos Musicales por los Jardines de Aranjuez, pieza clave en la identidad del festival, hechos a imagen y semejanza de los paseos que la familia real realizaba, bien por los jardines, bien por el río a bordo de la Escuadra del Tajo», se lee en la nota explicativa de la web del festival.

Desde la Capilla de Palacio Real, el conjunto Harmonia del Parnàs ofreció el pasado sábado 25 de octubre un concierto con un peculiar y raras veces visto instrumento como protagonista: el Chalumeau. Creado para superar las limitaciones de la flauta dulce con su escaso volumen sonoro, el sorprendentemente potente Chalumeau puede considerarse como el antecesor del clarinete, razón por la que se impuso en los conjuntos de época, tal como se pudo apreciar en el concierto de Harmonia del Parnàs.

Especializado en la interpretación histórica de la música con instrumentos originales, el clarinetista pontevedrés Justo Sanz realizó una admirable labor sobre el instrumento para el que ya escribieron músicos de la talla de Antonio Caldara, Francesco Bartolomeo Conti o incluso el propio José I de Habsburgo, todos ellos representados en el programa con una o varias piezas. El Chalumeau apareció casi siempre en un diálogo con la voz, a excepción de Fra esta umbro se piante de Conti, donde Sanz introduce la obra con un bellísimo solo, magistralmente interpretado antes de dar paso al aria subsiguiente. La soprano Belén Roig afrontó su papel con no menos acierto, pese a tratarse de su primera actuación tras una baja maternal. Su timbrada voz y excelente entonación nos condujeron a través de las diversas arias de Con più luci di candore de Conti o en las de E già tre volte de Giuseppe Porsile con un claro dominio del repertorio. Desde el registro grave y medio grave, Guillermo Martínez hizo sonar a su violonchelo con voz profunda y rica, muy a semejanza de la voz humana, con expresividad y un amplio rango dinámico. A todos ellos los mantuvo perfectamente unidos Marian Rosa Montagut, alternando entre el clave y un órgano en su función de cohesionar las piezas armónica y rítmicamente, al tiempo que le añadía a éstas el característico colorido de sus dos instrumentos de tecla, esenciales e imprescindibles en gran parte de la música barroca.

Elaborado con fundamentos musicológicos por Montagut, el programa Per dolce ardore propuso una interesante y muy variada inmersión en la original sonoridad del Chalumeau en conjunción con la voz humana; un viaje sonoro a través de épocas pasadas en un entorno idóneo para la ocasión que el público supo premiar con entusiasmadas ovaciones, a su vez contestadas por el conjunto con un bis.

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