Entrevista a Ángel Gil-Ordóñez: una batuta que rompe fronteras
Con más de tres décadas de carrera internacional y una presencia destacada en Estados Unidos desde 1994, el director de orquesta Ángel Gil-Ordóñez se ha consolidado como una figura clave en la renovación de la música clásica.
Ángel Gil-Ordóñez, nacido en Madrid en 1957, es un destacado director de orquesta con una carrera internacional centrada en Estados Unidos desde 1994. Discípulo de Sergiu Celibidache, es cofundador y Director Musical del innovador PostClassical Ensemble en Washington D.C., conocido por sus conciertos interdisciplinarios que combinan música con teatro, danza, cine y artes visuales. También es Director Invitado Principal del Perspectives Ensemble en Nueva York, Director Musical de la Orquesta de la Universidad de Georgetown y profesor en esa institución. Ha dirigido importantes orquestas en EE.UU., Europa y Latinoamérica.
Gil-Ordóñez ha jugado un papel clave en la difusión de la música clásica española en EE.UU., con proyectos que han llevado obras de Falla, Esplá y Gerhard a escenarios como Carnegie Hall y el Museo Guggenheim. Además, ha impulsado estrenos de música española contemporánea y fue condecorado en 2006 con la Orden de Isabel la Católica.
Su discografía incluye grabaciones aclamadas de obras de Copland y Revueltas. Entre sus proyectos recientes con PostClassical Ensemble destacan programas que exploran las influencias culturales en la música clásica, como Cultural Fusion, Paris at Midnight y Beyond Category (sobre Duke Ellington). En marzo de 2025, presenta un homenaje a Nino Rota.
Su vocación nació tras presenciar un concierto de Celibidache en 1978. Aunque estudió ingeniería, se dedicó plenamente a la música, formándose también con Pierre Boulez e Iannis Xenakis. Reside en Washington D.C. con su familia y mantiene una activa agenda como director invitado en festivales y orquestas internacionales.
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A lo largo de su carrera ha apostado por un enfoque multidisciplinar e innovador con PostClassical Ensemble. ¿Cómo surgió la idea de romper con la estructura tradicional del concierto clásico y cómo ha evolucionado desde entonces?
A mí siempre me llamó la atención que personas interesadas en el teatro, las artes visuales, cine y músicas no “clásicas” no asistieran a conciertos. ¿Por qué? ¿Qué ocurría en la experiencia de ir a un concierto para que no atrajera a personas que por otro lado hacían un esfuerzo, llamemos intelectual, tan grande o mayor que el de escuchar a una orquesta? Mi conclusión es que el formato tradicional del concierto no es atractivo para determinadas audiencias. Si no has sido “educado” en ese formato -obertura corta, concierto con solista, intermedio, sinfonía-, es difícil que te atraiga este tipo de experiencia. La idea de transformar la experiencia musical en vivo es el objetivo de la creación de PostClassical Ensemble. El concepto “post-classical” lo acuñó el historiador musical Joseph Horowitz, quien fue mi productor ejecutivo hasta hace tres años, y se refiere a nuevos acercamientos y perspectivas a la hora de programar la música llamada “clásica”.
Su formación con figuras como Celibidache, Pierre Boulez o Iannis Xenakis sin duda dejó una huella. ¿Qué aprendizajes de esos grandes maestros siguen guiando su trabajo hoy?
Todo lo que sé de dirección de orquesta se lo debo a Sergiu Celibidache y a aquellos seis años inolvidables que trabajé con él en Munich. Probablemente, la lección más importante de haber trabajado con Celibidache es el reaccionar con espontaneidad frente al sonido; cada situación musical es única y hay que enfrentarse a ella con la máxima espontaneidad. En las palabras del Maestro, “el sonido no es música, el sonido puede devenir en música”, si creamos las condiciones, aquí y ahora, para ello. Aunque asistí a seminarios de varios meses con ellos, no puedo afirmarme como alumno de Boulez o de Xenakis, pero ciertamente estudiar con ellos fue una gran experiencia. La técnica directorial de Boulez, sorprendentemente, tenía muchos puntos en común con la de Celibidache, todo basado en la alternancia inmediata de tensión y relajación en el gesto. Tan importante como trabajar directamente con Xenakis en su sistema de UPIC fue el contacto con una serie de músicos de primer nivel que enseñaban también en el curso: el cuarteto Arditti, el pianista Claude Helffer, la clavecinista Elizabeth Chojnaka, etc…
Usted ha sido clave en la difusión de la música española en Estados Unidos. Desde El Retablo de Maese Pedro hasta Beyond Flamenco, ¿qué desafíos ha encontrado al llevar este repertorio a nuevas audiencias y qué logros destacaría?
Desde 1997 y en compañía del gran pianista español Pedro Carboné desarrollamos una labor intensa de difusión de la música española en Estados Unidos. Tuvimos el privilegio de que se unieran al esfuerzo el escritor Antonio Muñoz Molina, el propio Joseph Horowitz, la directora artística de Perspectives Ensemble, Sato Moughalian, y el director del Centro de Estudios Musicales de Iberoamérica de la Universidad de Nueva York, Antonio Pizá. Nuestro convencimiento era que la mejor manera de promover la música española en Estados Unidos tendría que llevarse a cabo con orquestas y músicos norteamericanos y en los lugares de más prestigio, donde los norteamericanos se reunían a escuchar música. Centramos nuestros proyectos en salas importantes de Nueva York: Carnegie Hall, Brooklyn Academy of Music, Museo Guggenheim, Pierpont Morgan Library con orquestas como Brooklyn Philharmonic, American Composers Orchestra, Orchestra of St. Luke’s, y el propio Perspectives Ensemble, del que yo era principal director invitado. Y luego repetíamos los programas con mi PostClassical Ensemble en Washington. Me siento muy orgulloso de haber sido capaz de haber reunido a un grupo tan brillante de creadores y pensadores que sigue todavía en marcha y evolucionando. Al público norteamericano de las salas de concierto la música española le gusta muchísimo, pero el repertorio español sigue estando ausente en los programas de las orquestas importantes de ese país. Todos los conciertos que dirigí en estos años, a las orquestas arriba mencionadas han sido recibidos con gran éxito y admiración hacia las obras de compositores que el público no conocía. La respuesta siempre ha sido tanto del público como de los miembros de las orquestas mencionadas es ¿cómo es posible que ésta sea la primera vez que escuchamos/interpretamos esta obra? Los desafíos son siempre los mismos: conseguir fondos para realizar los proyectos.
Con proyectos como Beyond Category o Cultural Fusion, ha reivindicado a compositores que cruzan fronteras estilísticas o culturales. ¿Cree que estamos ante una redefinición de lo que entendemos por “música clásica”?
Vaya por delante que yo no tengo nada en contra del formato tradicional del concierto porque, en definitiva, lo importante es la música; escucharla con la máxima calidad interpretativa y la máxima inspiración. En la actualidad, prácticamente todas las orquestas continúan este modelo, muchas de ellas con gran éxito de público. Pero hay un público enorme, incluyendo los jóvenes, que se siente excluido de esa experiencia porque no encuentra en ella ningún elemento que le sea cercano. Ese público todavía no sabe que les fascina Beethoven o Berio porque no han sido expuestos a sus obras de la manera adecuada para ellos. Por otro lado, con la integración de otras formas artísticas en la experiencia del concierto, los “convertidos” a ese repertorio encuentran nuevas dimensiones en esas obras que les fascinan. Ese es nuestro trabajo con PostClassical Ensemble y el que intento transmitir como director invitado a otras orquestas.
PostClassical Ensemble no solo mezcla disciplinas como el cine, el teatro o la danza, sino que también invita a comisarios artísticos de otras áreas. ¿Qué aporta esta figura del “comisario invitado” a la experiencia del concierto?
En los últimos tres años he incluido la figura del “guest curator” que está aportando una nueva dimensión a nuestros programas y atrayendo a un público todavía más variado. De hecho hemos vendido todas las entradas de cada programa presentado en estas tres temporadas. Expertos en otras disciplinas, artes visuales, cine, teatro, científicos, me ayudan a identificar temas interesantes que puedan ser contados a través de la música. La clave es precisamente cómo integrar el aspecto interdisciplinar en la experiencia del concierto para que el resultado tenga realmente sentido. No hay una receta específica, sino muchas posibilidades. Los “guest curators” nos ayudan a encontrar la mejor manera de contar una historia.
A lo largo de su carrera ha impulsado tanto el repertorio español como a compositores contemporáneos. Desde su experiencia, ¿qué tipo de apoyo institucional, educativo o profesional cree que necesitan hoy los jóvenes compositores para desarrollar una voz propia y acceder a circuitos internacionales como los que usted ha cultivado desde Estados Unidos?
Siempre he sentido admiración por la obra y la persona de Benet Casablancas, quien se ha convertido prácticamente en “compositor en residencia” en estos esfuerzos de difusión de la música española en Estados Unidos y al que hemos encargado varias obras que tuvieron su estreno mundial en Nueva York. Otros estrenos mundiales de Gabriel Erkoreka, Mauricio Sotelo, Eneko Vadillo, Roberto López y Juan Manuel Artero, entre otros, han sido también parte de nuestros programas. Quizá la mayor diferencia de Estados Unidos con Europa sea la dificultad en la difusión de la música contemporánea. En el viejo continente, el apoyo gubernamental a la cultura favorece mucho más la creación contemporánea. Sin embargo, en los últimos años en Estados Unidos se está produciendo un fenómeno muy interesante que se inició en la ópera. La ópera contemporánea ha generado un nuevo público no interesado en el repertorio tradicional, que está llenando los teatros. No hay recetas para que un joven compositor pueda conseguir que su música sea interpretada. Definitivamente hay que salir a la calle y no esperar que el teléfono suene pidiendo un encargo. Eso significa estar en contacto constante con directores musicales, grupos de cámara y programadores enviando repertorio. En los lugares más imprevistos puede surgir una oportunidad.
¿Cuál ha sido, para usted, el proyecto más emocionante o desafiante de los últimos años, y por qué?
Cada nueva temporada es un desafío. Los que nos dedicamos a la creación tenemos siempre la sensación de empezar desde cero. Los éxitos del pasado nos animan y enorgullecen, pero no nos aseguran la continuidad de nuestro trabajo. Uno de los proyectos más desafiantes de mi carrera fue el estreno en España en el año 2000 de la Misa de Leonard Bernstein. Una obra imposible que requería una orquesta enorme, un gran coro, 25 solistas, un grupo de rock, otro de jazz… una locura. Fue una aventura fascinante y tuve el privilegio de presentarla con el gran director de escena Joan Ollé, fallecido hace unos años. Fue inolvidable.
A nivel personal, ¿cómo ha influido su vida en Estados Unidos, junto a su familia, en su forma de entender la música y el arte en general?
Instalarse en otro país es un esfuerzo enorme en todos los sentidos. Aprender otro idioma, adaptarse a las costumbres, etc. En definitiva, es una cura de humildad que acaba obteniendo lo mejor de uno. Te hace más tolerante. Aprecias más ciertos valores de tu país de origen, y, a la vez, te hace más intransigente con las cosas que no funcionan. Valorar las cosas buenas del país que te acoge es muy importante, sin perder el espíritu crítico con lo que no funciona en ese nuevo lugar. Mi hija nació en Washington y mi esposa trabajó muchos años en el Banco Mundial. Nos encanta esta ciudad. En Estados Unidos he aprendido que una orquesta no es un ente abstracto trasladable a cualquier lugar, sino que debe reflejar la cultura de su comunidad. El director musical, aparte de que tiene que ser un buen músico, debe guiar y educar a esa comunidad en sus experiencias musicales.
¿Cuáles son sus proyectos más inminentes?
En estos días estamos cerrando los programas principales de PostClassical Ensemble en el Kennedy Center para la siguiente temporada. He identificado a cuatro magníficos guest curators con los que estoy disfrutando enormemente la elaboración de cada uno de esos programas. Para “The Pale Blue Dot. A Musical Voyage Inspired by Nature” contamos con Enric Sala, Explorador Residente en la National Geographic Society, y Kristin Rechberger, del proyecto Dynamic Planet. Incluiremos un excelente arreglo para orquesta de cámara de “El mar” de Debussy, que será estreno en Washington. En “The Song Is You”, exploraremos cómo la canción popular americana es un reflejo y un producto genuinamente de este país. Nuestro “guest curator” es el letrista y productor de la radio pública NPR, Murray Horwitz. Con el dramaturgo y director asociado de la Compañía Shakespeare de Washington, un experto en teatro alemán, presentaremos “Berlin in Lights. Cabaret, Jazz, and Radical Theater in the Weimar Republic”, incluyendo obras de Kurt Weill, Hans Eisler y Arnold Schoenberg. En “Orpheus – The Magic of the Arts”, Dorothy Kosinski, director emérito de The Phillips Collection, nos ayuda a explorar el mito de Orfeo en varias disciplinas, incluida la danza. Incluiremos el estreno de un pas à deux coreografiado por Edwaard Liang, Director Artístico de The Washington Ballet con la música del cuarto concierto para piano de Beethoven.
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