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Cortesía Gran Teatre del Liceu

Afortunadamente, el Gran Teatre del Liceu, el pasado 29 de octubre, nos brindó la ocasión de descubrir uno de sus títulos escénicos, Orlando Paladino (1782), en versión de concierto y a cargo de la espléndida formación historicista que dirige Giovanni Antonini, Il Giardino Armónico.

Haydn dedicó al género operístico un total de veintiséis composiciones que, a pesar de puntuales iniciativas discográficas, aún aguardan ser recuperadas y reincorporadas en las programaciones de nuestros coliseos. Sus títulos distan mucho de ser conocidos por el gran público y muy raramente aparecen en las programaciones, restando de este modo ignorada una interesante faceta de este Kapellmeister, repleta de deliciosos momentos musicales. Según parece, sus primeros contactos con el género se remontan a los años de juventud como músico independiente, dentro del incipiente género del singspiel, aunque la práctica totalidad de su producción estará comprendida y determinada a su cargo de Kapellmeister al servicio de los Esterházy.

Poco tiempo después de haber entrado al servicio de esta familia nobiliaria ya tenemos noticia del estreno de la primera ópera italiana de Haydn, Acide (1762), de la que tan solo se conserva la obertura y unas pocas arias. En 1768, con Lo speziale –la más conocida y representada de sus óperas- se inauguró el teatro del palacio de los Esterházy, escenario que acogerá muchos de los títulos operísticos de los compositores más destacados del momento (Paisiello, Cimarosa, Martín i Soler, Sarti, Anfossi, Piccini, Traetta, Guglielmi, entre otros) y que con el tiempo mantendrá una actividad importante, destinada no solo a celebraciones y ocasiones solemnes sino también a servir una temporada de ópera regular, de la cual podían gustar los propios empleados de su servicio. En este marco será donde verán luz por primera vez muchas de las creaciones de Haydn.

De forma más o menos paralela a su evolución en el terreno de la música instrumental, la producción operística de Haydn experimentará un proceso de madurez que podríamos situar, de acuerdo con el añorado Roger Alier, a partir de 1773, con L’infedeltà delusa, ópera que mereció los elogios de la emperatriz María Teresa en su estancia en Esterház. Ese mismo año también se estrenará como compositor de óperas para un teatro de marionetas situado en un gruta del palacio de los Esterházy, todo ello coincidiendo con el período en que el teatro de Esterház incrementa su actividad, con una plantilla aproximada de 24 instrumentistas, más los respectivos cantantes que llevaban a cabo las constantes representaciones.

Los mejores logros escénicos de Haydn bien pudimos apreciarlos en la espléndida versión liceísta de Orlando paladino (1782), la penúltima creación operística que Haydn realizó para Esterház, inspirada en un episodio fantasioso del poema épico Orlando furioso. El maestro Antonini, al frente de su conjunto, supo extraer todo el jugo de una escritura musical que se hace eco de los logros haydnianos alcanzados en el género instrumental, apreciables en la rica y variada paleta de la partitura, llena de matices y comentarios a cargo de la madera, muy superiores al nivel habitual de los compositores italianos del momento. Así mismo, el veterano director fue capaz de dar relive y aliento dramático a una versión concertante de gran enjundia, a la cual contribuyeron con gran solvencia estilística el conjunto de voces del reparto, integrado por Alasdair Kent (Orlando), Emoke Baráth (Angelica), Josh Lovell (Medoro), Núria Rial (Alcina), Renato Dolcini (Rodomonte/Caronte), Krystian Adam (Licone/Pasquale), Natalia Rubis (Eurilla). Una noche de feliz reencuentro con la mejor tradición clásica.

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