El Festival de Perelada inaugura una edición de pequeño formato
El pasado 28 de julio, el municipio ampurdanés de Peralada acogió la inauguración de una nueva edición de su emblemático festival estival, convertido por méritos propios en uno de los faros musicales del Mediterráneo occidental.

Cortesía del Festival
No obstante, con motivo del proceso de construcción de un nuevo auditorio, este verano el conjunto de su oferta se ha visto reducida a un total de nueve espectáculos de formato íntimo, aunque de gran atractivo.
El tenor Freddie de Tommaso, quien ya visitó este escenario en su festival de Pascua, fue el encargado de inaugurar esta cita veraniega. Lo hizo con un programa dedicado íntegramente a Giuseppe Verdi y acompañado al piano por la directora musical Audrey Saint-Gil.
De voz caudalosa y timbre baritonal, el tenor británico demostró poseer un instrumento portentoso y de una amplia tesitura, con un dominio ejemplar de los reguladores y una tersura capaz de una elocuente musicalidad.
La credencial de sus raíces itálicas se puso en relieve a lo largo de la velada, alternando algunas de las piezas más encarecidas del repertorio tenoril verdiano con otras mucho menos prodigadas. Así pudimos escuchar las exigentes arias de I Lombardi (“La mia letizia infondere”), Luisa Miller (“Quando le sere al placido”), La traviata (“Lunge da lei.. De miei bollenti spiriti”) o la célebre de Ricardo de Un ballo in maschera –la más apoteósica de sus interpretaciones-, junto a páginas menos conocidas, aunque no menos bellas ni comprometidas, como tres de las Romanze compuestas por Verdi en su juventud (1839) o las emotivas arias para tenor spinto “Tutto parea sorridere” (Il Corsaro) y “Sotto il sol di Siria ardente” (Aroldo).
Si bien la actuación del cantante fue irreprochable, su interpretación fue ganando en expresividad y emotividad a medida que avanzó la velada. En un principio sus intervenciones sonaron más a audición, mientras que en sus últimas páginas asistimos a una auténtica recreación dramática. Afortunadamente, en todo momento estuvo magistralmente arropado al piano por Saint-Gil, quien aportó no solo pulcritud y musicalidad, sino también grandes dosis de expresividad y de carácter. La vena de una intrépida directora musical – recientemente ha dirigido con gran éxito la producción del Hamlet de Thomas en la ópera de Oviedo- asomó durante toda la velada desde las teclas.
La noche inaugural concluyó, a puerta cerrada, con la entrega de la medalla de honor del certamen a los representantes del Gran Teatro del Liceu, con motivo de 175 aniversario del coliseo barcelonés y en agradecimiento a la estrecha colaboración que han mantenido estos dos escenarios musicales.
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Estuve fue de lo mejor