Beethoven al fin
TrÃo Iturbi: Fernando Pascual (violÃn), Jorge Fanjul (violonchelo) y Oscar Oliver (piano). 25 de noviembre. Palau de la Música de Valencia
El pasado domingo 25 de noviembre el Palau de la Música de Valencia casi llenó su sala de cámara, que albergaba el último de los conciertos del Ciclo Beethoven 1-13.

TrÃo Iturbi
Durante este 2018 la Sala Rodrigo ha sido testigo de este ciclo, que ha aproximado al público a la música de cámara del compositor de Bonn. En esta ocasión, el TrÃo Iturbi cerró unos recitales basados en el opus 1 al 13, con una sonata para piano y dos trÃos con piano. La velada fue presentada e introducida por el violinista del conjunto, que nos hizo pensar en un joven Beethoven, apartándonos del sinfonismo al que todos asociamos comúnmente.
En primer lugar, fue el turno del pianista Oscar Oliver, que se enfrentó a la archiconocida Sonata n.º 8 en do menor, Op. 13 subtitulada «Pathétique». La pieza, que es fundamental en la producción pianÃstica por sus valores de abstracción musical, connotaciones filosóficas e innovaciones estructurales, es considerada una de las obras cumbre de Beethoven. El primer movimiento Grave; allegro di molto e con brio fue presentado con una admirable claridad. El grave, que suscita sentimientos de dolor fue atenuado por los momentos de luz que el compositor le impregna, gracias a los atisbos de esperanza que Oliver le supo procurar. Ligado a esta introducción, nace el allegro, con un comienzo tormentoso, violentamente dramático y apasionado. Donde el pianista supo manejar los silencios y pausas, para el placer del público que escuchaba atento, sobresaliendo en la re-exposición. El segundo movimiento Adagio cantábile fue interpretado con melancolÃa, seguro que haciendo al público recordar con tristeza algún episodio vivido. Aún con la sosegada belleza y suavidad del movimiento, el sonido de Oliver llenó la sala, gestionando bien toda la pate central, desterrando la aparentemente simpleza y demostrando lo denso de la propia armonÃa. Por último, en el Rondó allegro presentó el tema con mucho estilo, sin dejarse llevar por los arrebatos románticos y conservando el carácter del primer Beethoven. Es decir, mediante un buen juego del tempo sin perder el ritmo interno del movimiento, controlando el peso y aportando un dramatismo excelente y comedido.
Sin pausa, más que la necesaria para cambiar el escenario, se presentó el TrÃo Iturbi al completo, compuesto por el violinista Fernando Pascual, el violonchelista Jorge Fanjul y el pianista Oscar Oliver. En la versión para cuerdas y piano, interpretaron el TrÃo en si bemol mayor, Op. 11. Fue escrito originariamente para piano, clarinete y violonchelo; después el violÃn vino a reemplazar al instrumento de viento, aunque la partitura se puede tocar en las dos formaciones, no es menos cierto que en el ideario camerÃstico predomina la primera versión. Quizás por esta razón fue la pieza de la noche que menos llamó la atención. La sonoridad más apagada y tenue del violÃn hizo echar en falta la brillantez en timbre y fuerza en los ataques del clarinete. No obstante en el Allegro con brio se vio una agrupación muy hecha, que con pocos gestos supieron entenderse en este movimiento virtuisÃstico y patético. Fueron también excelentes las imitaciones y los pasajes contrapuntÃsticos, faltó más sonoridad en los agudos o menos en las masas sonoras de Fanjul y Oliver. Por su parte, el Adagio con espressione cuyo único tema es conducido por el violonchelo, estuvo falto de introspección, sin embargo al final se movió en los lÃmites de un cantábile, que resultó más eficaz y verdaderamente sentido, en el intercambio de temas entre instrumentos. El último movimiento se trata de un Tema con variazioni en forma de Allegretto seguido de nueve variaciones, asà como de un pequeño Allegro a manera de coda. El tema fue tomado por Beethoven de la ópera de Joseph Weigl Le Corsaire pour amour. Aquà la formación se mostró jovial, con un enlace admirable de las variaciones, y realizando muy buenos forte de grupo, con la complicidad como hilo conductor y un piano que se deslizó entre los instrumentos de cuerda llevándolos de una variación a otra.
Ya desde sus primeras notas, el último TriÌo del concierto, el Op. 1 nº 3 en do menor se destaca por sus dotes de novedad. El Allegro con briÌo plantea una exposición sobre dos temas, bien interpretados en cuanto a tensión y distensión. El segundo tema, marcado «dolce» en la partitura, se debe a las cuerdas, con acompañamiento en escalas del piano, donde los valencianos demostraron un gran camerismo y compenetración. Destacaron el control de los súbitos y el cuidado en la igualdad de articulaciones. En definitiva supieron arrojar instantes de claridad y luminosidad dentro de lo dramático de la pieza y su tonalidad. Pese a la composición, no se hizo densa, consiguiendo marcados y diferenciados caracteres dentro del monumental y obsesivo primer movimiento. El Andante con Variazioni en Mi bemol mayor, de cariz más clásico, nos hizo olvidar por un momento el catastrofismo del allegro, en una página bien sonante, donde las cuerdas, con arco, ejecutan la II Variación, y acompañaron con «pizzicato» perfectamente encajado en la III. Nos dejaron instantes de contenida meditación y un final de una coordinación exquisita. El Menuetto, nos trasladó a través del piano del tormento al lamento, y su modulación a mayor enmascarando un scherzo se convirtió en un juego que se vio claro y preciso entre Pascual y Oliver. El Prestissimo que clausura la obra estaÌ construido en paralelo con el primer movimiento, suscitando una perfecta simetrÃa. De apariencia tremendista, los intérpretes no se doblegaron a la vehemencia romántica que pudiese generarse, combinando muy bien los pasajes clásicos y su carácter con los elementos de la estética venidera. Realmente los músicos del Iturbi transportaron la sala a ese trance entre dos mundos, el de proporciones áureas y el temperamental. Y uno de los elementos que más dominaron fueron los silencios dramáticos, para acabar con un gran final con tintes esperanzadores.
En definitiva, el trÃo se mostró más que hecho al repertorio, con gran empaste y muestra de dominio técnico, camerÃstico y musical. Asà pues, al final pudimos disfrutar de la música del alemán, cerrando con broche de oro este ciclo que nos ha acercado de una manera tan cercana a Beethoven al fin.
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