Gustavo Dudamel, director predilecto del Palau de la Música Catalana, se reencontró con la emblemática sala de conciertos modernista después de dirigir el Concierto de Año Nuevo en Viena.
Según sus propias palabras «Beethoven simboliza el arte abarcando todos los elementos de la vida, de la sociedad, de un continente, del mundo entero, la complejidad humana, el intento de unir el mundo, las personas, mediante la música y el arte. Cuando tienes la oportunidad de hacerlo desde la Primera Sinfonía hasta la Novena, ver este cambio genial es una oportunidad única. Hemos elegido este momento para hacerlo porque forma parte de un proceso de madurez; un nuevo ciclo espiritual de la orquesta «.
La ejecución de la integral de las sinfonías de Beethoven es algo excepcional y va mucho más allá de la interpretación de las partituras. Sin lugar a dudas, constituye un auténtico tour de force para la orquesta y el director, un auténtico reto, casi temerario en tan breve tiempo (4 días consecutivos), del cual salieron airosos el conjunto de intérpretes venezolanos. Después de un intenso arranque dominical, con la interpretación de las cuatro primeras sinfonías en sesión doble (mañana y tarde), el pasado lunes 13 de marzo, las huestes musicales latinoamericanas nos ofrecieron las populares Quinta y Sexta sinfonías. Para ello, Dudamel optó por una lectura de corte tradicional, clásica, alejada de aventuras reveladoras y esencialistas; un Beethoven sin sorpresas estilísticas, cuya mayor identidad se halló en su franqueza discursiva y su vitalidad expresiva.
En la Sinfonía n.º 5, el joven maestro latino demostró conocer a la perfección los distintos planos de la intrincada arquitectura motívica, con una exposición fluida y dinámica de los sucesivos movimientos que, junto a una envidiable claridad en el discurso, logró momentos de apasionado efectismo dramático. Tan solo en los movimientos centrales de la Sexta Sinfonía pareció decaer ligeramente la tensión expositiva, quedando un tanto desdibujada la articulación de los inspirados pasajes bucólicos del compositor germano. No obstante, con la tormenta del cuarto movimiento, la ejecución retomó su aliento más dramático y apasionado con una explosión jovial de expresividad vitalista que no se apagó hasta la culminación del majestuoso y grácil Allegretto conclusivo.
La Orquesta Sinfónica Simón Bolívar volvió a dar buena fe de su excelencia. A pesar de ser un conjunto sin ninguna cana, demostró poseer una madurez musical envidiable, a la que se aúnan apasionamiento y virtuosismo. La cuerda, con las secciones de violines contrapuestas, y las violas y los violoncelos ocupando el arco central, respondió con unción y ductilidad las indicaciones de su director titular, así como también lo hizo puntualmente una sección de maderas en pletórico estado de gracia. El metal, más rotundo que elegante, sumó esfuerzos con una enfática percusión.
La virtudes latinas se fundieron con las voces mediterráneas del Orfeó Català y el Cor de Cambra del Palau, el pasado miércoles 15 de marzo, para culminar de forma brillante y emotiva este histórico ciclo beethoveniano con la interpretación de la Novena Sinfonía. Estos conciertos en la capital catalana han significado el inicio de una breve gira que llevará la gira la integral de sinfonías de Beethoven a otras dos ciudades europeas: Hamburgo (Elbphilharmonie) y Viena (Musikverein).
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