Fallece un musicólogo sin par, José Climent Barber
Ernesto Chuliá
El mundo musical valenciano está de luto por la pérdida terrenal de un gran musicólogo, persona entregada a la recuperación de partituras y al mundo de la música desde todos sus vértices.
Recuerdo como desde pequeño, vi su figura como un hombre con fuerte carácter que siempre hablaba de música y proyectos con mi padre, Salvador Chuliá…juntos siguieron la semilla que dejó otro gran ilustre de nuestra música, el pianista José Roca Coll y elevaron a los máximos niveles de excelencia al Conservatorio Municipal de nuestra Ciudad.
Como bien decía Don José: hacer, hay muchos que hacen, pero hacer con sentimiento hacia las personas, es diferente.
Por mentar un hecho que demuestra este hacer con sentimiento, su donación a la Biblioteca del Conservatorio (más de mil libros imposibles de conseguir en la actualidad), no era algo que buscara el cartelito que se puso a la entrada de esta sala. Él, al donar estas maravillas, pensaba en los estudiantes que podrían sacar provecho de ellas, trabajando y formándose. Aún recuerdo una de las últimas veces que fui a su casa: Me dio un montón de ejemplares para que repartiera de unas obras de Cabo y Pradas, que recuperó y editó de los archivos de la Catedral de Valencia, diciéndome en un Valenciano genuino y no como ahora hablan en mi tierra aquellos que nunca hablaron nuestra lengua: ‘Per a que els chicons puguen tocaro, pren…’ ‘Para que los chicos puedan tocarlo, toma…’ Detalles que hacen del hombre un ser bondadoso.
Tantas otras anécdotas podrían contarse que serían demasiado extensas aquí.
Solo diré que, tomando el caso de Don José Climent Barber como ejemplo inmediato de la pérdida de un ser que dio su vida a la música y trasladándolo a otros casos, demasiadas situaciones me hacen sentir que nuestro país está a la cabeza de los desagradecidos. Aquel país que no reconoce su generación más inmediata, está destinado al fracaso más inminente y esto se ve en las aulas, donde no se enseña a respetar la historia más reciente, los profesores que hicieron posible nuestro aprendizaje y en definitiva a nuestros mayores.
Volvamos a hacer del respeto a los mayores un plan de formación y dejémonos de aventuras planificadas por seres mediocres, que nunca darán riqueza al gran tesoro que aquí dieron Giner, Palau, Chavarri, Talens, o Don José… Veremos cómo esto hace crecer nuestro espíritu más creador y enaltece las obras venideras.
En mi recuerdo queda la primera vez que estando en clase de Guy Touvron, en el Conservatorio de Paris de la Calle Madrid, al entrar Maurice André a visitar la clase, toda el aula se puso en pie, como muestra de respeto. Este hecho quedó en mi retina y lo hago en mi aula para cuando ha visitado mi clase cualquier profesor de las generaciones precursoras.
Don José, hizo un comentario escrito de mi vademécum del trompetista y en él decía:
‘Dice el refrán popular: De músico, poeta y loco todos tenemos un poco. Escribir un Vademecum del Trompetista supone elevar a la enésima potencia el refrán popular. Es lo que ha hecho Ernesto Chuliá en esta pequeña obra. Pequeña en dimensiones, enorme en calidad. Porque no es un Vademécum cualquiera sino, nada menos, que de Trompeta. Se nota en esta obra el músico, el instrumentista que ha logrado una perfección que quiere transmitir a los demás dándoles los medios que él mismo ha empleado para lograr la perfección que ha alcanzado.
De músico…está claro. De poeta… cualquiera que lo lea atentamente se dará cuenta de ello. ‘Para la obra artística los medios son casi nada y el hombre lo es todo’. El hombre, con su condición social, cualquiera que ésta sea. ¡Cuántas veces la facilidad de medios hace perder la realidad de los hechos!
De loco…Esperar que todos le sigan…Hace falta una gran dosis de buena voluntad para exponer toda una serie de medios para alcanzar perfección y que esa perfección sea de aquel de que se la propone y la busca. “Cuando el joven estudiante pueda marchar por si mismo, se le debe ofrecer el gusto por la originalidad. La más prestigiosa satisfacción del maestro no reside en formar alumnos que le sigan, sino en formar talentos que le superen”. Y cuando ello llegue saberse retirar y dejar a cada uno con sus méritos propios.
Escribo ahora pues mi contestación a este gran hombre, que ayer fue despedido en la Catedral de Valencia y en su ciudad natal, Oliva (Valencia), donde recibió sepultura.
Don José, no es tan gratificante poder leer un comentario que reboza de las cualidades que me atribuye, como haber tenido la suerte de que mi vida haya crecido cerca de hombres de tan elevado espíritu como el de usted. Como en la última ocasión usted mismo me dijo, en muchas ocasiones no es más que la providencia la que permite que las personas de buena voluntad podamos cerrar círculos de amistad que van más allá de relaciones de interés como las que mueven, por desgracia, muchos de los vínculos sociales actuales. Como decía Cicerón, «solo es posible la verdadera amistad entre las gentes de virtud».
La suya para conmigo y mi familia es de esas que no necesitan apariencia exterior.
Gracias, Don José por esas líneas, que en gran parte no me merezco, pues en ese trabajo solo he sido el responsable de intentar resumir tanto la manera de hacer que he aprendido, como el vivo ejemplo de gente como mi padre y usted, con los cuales he podido ver que en la música, como en todas las materias prácticas de la vida, el hombre y la obra lo es casi todo.
Descanse en paz y que seamos capaces de ¡vivir por la música y no de la música!
Gracias eternas Don José
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