El Mesías de Christie hace vibrar el Palau de la música
Después de la memorable “Misa en si menor” bachiana de la pasada temporada, William Christie volvió a recalar en el Palau de Música Catalana con su espléndido conjunto Les Arts Florissants para ofrecernos El Mesías de Haendel.
Un concierto que cabe enmarcar dentro de la gira europea que el conjunto francés emprendió el pasado 9 de diciembre en Baden Baden y que culminarà el próximo día 21 en el Auditorio Nacional de Madrid.
De las muchas versiones del popular oratorio británico que se escucharán estos días en la capital catalana, ésta, sin lugar a dudas, será una de las más logradas. No en vano, el maestro norteamericano afincado en Francia es uno de los especialistas de referencia del repertorio barroco y de la obra haendeliana. Particularmente, esta partitura ha sido su eterna compañera de viaje desde que, a los diez años, la escuchara por primera vez y descubriera en ella un instrumento que le fascinó enormemente, el clavicémbalo, hasta el punto de arruinar el piano de su hogar clavando chinchetas en los martillos para imitar su sonido. Más de sesenta años después, el maestro galo sigue profesando su admiración y devoción por el gran compositor germano que hizo carrera en Gran Bretaña, aunque cuando compuso estos colosales pentagramas su fortuna no pasara por sus mejores momentos.
Tal y como ha afirmado Christie en reiteradas ocasiones, más allá de sus méritos artísticos (aunque en gran medida gracias a ellos), El Mesías es una obra que nos enfrenta a una experiencia esencialmente humana, portadora de consuelo y esperanza. Y, la verdad es que, el pasado 15 de diciembre, después de poder escuchar su envidiable interpretación, el público del auditorio catalán salió más confortado y entusiasta de lo que había entrado.
Como era de esperar, el director abordó la obra con un pulcro rigor historicista y con la elegancia que ya es marca de la casa. Unas dinámicas siempre bien templadas, un exquisito sentido del fraseo dramático y una afinación impoluta nos permitieron vibrar con intensidad de los conjuntos corales, entre los cuales brillaron con especial lucimiento “For unto us a child is born”, de la primera parte, “Since by man came death” y “Worthy is the Lamb that was slain”, de la tercera, y el culminante “Hallelujah!” de la segunda. Entre el competente equipo de solistas vocales, destacaron el vigoroso contratenor Carlo Vistoli y la exquisita soprano Katherine Watson. A su vez, el tenor Samuel Boden y la soprano Emmanuelle de Negri rubricaron unas refinadas interpretaciones, a las que solo cabría pedir algo más de voltaje en puntuales pasajes. El bajo Konstantin Wolff lució asimismo una envidiable línea, a la que solo se echó en falta una mayor consistencia en los graves.
Como anécdota negativa, cabe destacar el enfado del elegante director de calcetines color fucsia, al concluir la primera parte, debido a la irrespetuosa actitud de algún espectador que se dedicó a capturar imágenes desde la galería del órgano. Con todo, al finalizar el concierto pareció haberse olvidado por completo del incidente, regalándonos como propina un bis del célebre “Aleluya”, para el cual animó al auditorio a participar sumándose a los intérpretes.
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