La lírica brilla con intensidad en Peralada
El primer fin de semana de agosto, el Festival Castell de Peralada presentó el plato fuerte de su programación de música clásica con dos espectáculos de gran relieve en días sucesivos.

Klaus Florian Vogt © Alex Lipp
La primera cita, el día 31 de julio, fue un exquisito recital celebrado en el templo neogótico del Castillo ampurdanés, la Iglesia del Carme, a cargo del tenor Klaus Florian Vogt, una de las voces wagnerianas más cotizada de los últimos tiempos. Su trayectoria incluye escenarios tan destacados como la Staatsoper de Viena, el Convent Garden de Londres, los festivales de Salzburg y de Bayreuth, así como el Gran Teatre del Liceu.
Para la presente ocasión, el cantante alemán ofreció un programa extenso y variado que, desde Mozart a Hans May, dio buena muestra de sus cualidades vocales y virtudes canoras. Klaus Florian Vogt es un tenor lírico dotado de una gran elegancia y sensibilidad musical como muy bien pudo apreciarse en los escogidos lieder del ciclo schubertiano La bella molinera que abrieron el programa y, aun más, en la antológica interpretación de la noble aria de Tamino de La flauta mágica “Dies Bildnis ist bezaubernd schön”, servida con un exquisito fraseo y un absoluto dominio de las medias voces. La intensidad del fuego wagneriano brilló en las páginas de las Winterstürne (La Walkíria) y, sobretodo, en el magistral racconto de Lohengrin (rol con el que pocos días antes logró un gran éxito en la meca estival wagneriana de Bayreuth).
Después de un breve descanso, la música de opereta fue la protagonista de la velada. Los pentagramas de Lehár y Kalman brillaron con gran relieve, complementados por dos populares, aunque no muy conocidas, canciones de Brahms y por la anecdótica pieza Ein Lied gehtum die Welt del compositor de cine austríaco Hans May. La ovación del público que llenaba el recinto sagrado fue intensa y unánime, a la cual respondió el galante tenor con dos propinas: la célebre canción Maria de West side story y una simpática arieta de la opereta Giuditta del prolífico Lehár.
El primero de agosto, ante la incertidumbre de lluvia de un cielo densamente nublado, que no paso de amenaza, en el gran escenario de los jardines del Castillo de Peralada, se estrenó una nueva producción del penúltimo título verdiano: Otello. Ópera de gran exigencia musical y dramática que fue resuelta con sumo acierto y brillantez artística.
El primer mérito, ante una nueva producción, se debe a la loable labor del equipo escénico que, con gran eficacia e inteligencia dramática, resolvieron magníficamente los distintos ambientes del drama con el uso de unos polivalentes paneles móviles, unas sugerentes proyecciones y una plástica iluminación. A ello cabe sumar la magnífica y ágil dirección de actores que avalan a Paco Azorín como uno de los importantes valores emergentes de la escena lírica española, lejos de las ególatras y provocativas ocurrencias escénicas que tan han castigado el gran repertorio operístico de un tiempo a esta parte.
Al acierto escénico cabe sumar la espléndida interpretación de los efectivos musicales, comenzando por el magnífico trío de protagonistas. El tenor americano Gregory Kunde es, sin duda, hoy día, uno de los Otellos más importantes del panorama internacional. Poseedor de un poderoso y privilegiado instrumento, que modeló maravillosamente en todo momento, su encarnación del atormentado moro veneciano fue realmente excepcional. Algo similar podemos afirmar del maquiavélico Yago interpretado por el barítono Carlos Álvarez, radiante en lo canoro y arrollador en la escena. La Desdemona de Eva-Maria Westbroek, si bien comenzó algo tímidamente, logró también dar un brillante relieve a sus intensas páginas de los dos últimos actos.
Los coprimarios, encabezados por los notables tenores locales Francisco Vas (Cassio) y Vicenç Esteve (Roderigo) y la siempre correcta mezzo de la Cataluña interior Mireia Pintó (Emilia), complementaron con habilidad y realce el cometido escénico, así como los integrantes del magnífico coro del Gran Teatre del Liceu. En el foso, la orquesta titular del coliseo lírico catatán rindió a un nivel muy superior al que nos tiene acostumbrados bajo la oportuna y precisa dirección del maestro italiano Riccardo Frizza.
Al final de la función, encendidos aplausos y pataleos certificaron el notable éxito alcanzado por una de las producciones del festival ampurdanés más redondas de los últimos tiempos.
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