Doce Notas

El Teatro de la Zarzuela abre la etapa Pinamonti

siamo forti  El Teatro de la Zarzuela abre la etapa Pinamonti

El juramento © Jesús Alcantara. Cortesía Teatro de La Zarzuela

La primera temporada del gestor italiano parece haberse centrado en cometer pocos errores: un buen tronco de zarzuelas, una obra lírica del barroco español, algún acercamiento al dilema de la ópera española del siglo XIX y poco más se puede hacer con cinco títulos más una zarzuela en versión de concierto, La Tempranica, interesante, desde luego, mejor concertante que nada, pero que un teatro de envergadura nacional no debe contabilizar como producción lírica.

Y, precisamente, con esa Tempranica (Gerónimo Giménez) concertante se abre la nueva temporada en fecha harto “temprana”, 13 y 14 de julio próximos. Lo más reseñable de este aperitivo es la presencia en el podio de Rafael Frühbeck de Burgos en la dirección musical. El burgalés lleva dejándose querer por el género lírico español sin que se haya plasmado demasiado su presencia en el podio del teatro de la calle Jovellanos. Hay que destacar, también, la presencia de nuestra excelente mezzo María José Montiel, lamentablemente desperdiciada por los escenarios madrileños.

La entrada en materia de la nueva temporada llega en septiembre, con un espectáculo que Pinamonti no dudará en presentar como su firma: ¡Ay, amor!, o lo que es lo mismo, un programa doble de Manuel de Falla con El amor brujo y La vida breve. Es una producción que viene del Théâtre La Monnaie / De Munt, de Bruselas, y del Theater Basel. La escena fue firmada por el llorado Herbert Wernicke, en cuanto al podio musical, se alternarán Juanjo Mena y Guillermo García Calvo para las diecisiete representaciones, del 21 de septiembre al 20 de octubre.

Para los meses de noviembre y diciembre sube a las tablas una reposición sumamente interesante: El juramento, de Joaquín Gaztambide. Se trata de zarzuela del periodo fundacional, del género y del propio teatro, donde se estrenó en 1858. Esta zarzuela grande, de cuando los fundadores del género y del teatro soñaban con un género lírico nacional (con Barbieri y Gaztambide a la cabeza), fue repuesta en el Teatro en la temporada 1999-2000, con una dirección escénica de Emilio Sagi y vestuario del desaparecido Jesús del Pozo, al que se quiere rendir homenaje. Se trató de un montaje característico del esplendido periodo Sagi, cuando el director teatral regía también los destinos de la casa. Curiosamente, cuando se estrenó, en enero de 2000, Sagi acababa de dimitir como responsable del Teatro. Pero aquella temporada última todavía hace palidecer a todas las posteriores, ¡nada menos que siete producciones, con espectáculo barroco de altos vuelos incluido (La púrpura de la rosa, de Torrejón de Velasco), y un estreno mundial de Mauricio Sotelo (De amore)! En la presente ocasión, El Juramento estará dirigido musicalmente por Miguel Ángel Gómez Martínez, que seguro que no hará olvidar al gran Miguel Roa, echado del Teatro indignamente hace pocos pero ya lejanos años.

Para enero y febrero se abre la escena de la Zarzuela al gran José Serrano, ese que “si hubiera sabido más solfeo habría dejado sin comer a todos los compositores de su época”, como sentenciaba Vives. De Serrano se brinda un programa doble: La Reina Mora y Alma de Dios. El mundo del sainete que cobrará cuerpo de la mano del eficaz y algo reiterativo Jesús Castejón, con batuta en la mano de José María Moreno.

Marzo y abril son los meses destinados a la magna versión de Marina, de Emilio Arrieta, nuestra ‘zarziópera’ nacional. En una obra que nació zarzuela y creció como ópera, la versión de la partitura tiene su importancia. Afortunadamente ahí están las huestes del ICCMU, responsables de cualquier cosa lírica española que se mueva. La versión es de María Encina Cortizo. Seguro que se anunciará como versión “crítica” y seguro que habrá que creérselo. En todo caso, se presenta como una transcripción que combina “material musical de sus dos versiones”. O sea, ‘zarziópera’. Pero, pelillos a la mar, nunca mejor dicho en esta obra de atmósfera marinera. La dirección musical es de Cristóbal Soler del que algunos quizá recuerden que firmó como director musical de la casa y nada nos dice que no lo sea, pese a lo cual aparece con un único título en la temporada ¿Será porque le dan menos cancha que al niño Torres en el Chelsea? La escena, por su parte, corre a cargo de Ignacio García.

Le temporada grande concluye en mayo con la zarzuela barroca Viento es la dicha de amor, de José de Nebra. Una producción que se presentó en Madrid en 1992, con motivo de la capitalidad europea de la cultura. En aquella ocasión, firmaba la transcripción musical la musicóloga Alicia Lázaro y la dirección musical nada menos que Christophe Coin, que la grabó más tarde. Quien quiera apostar algo a que la versión actual viene de la mano del ICCMU en detrimento de aquella notable de Lázaro va a tener pocos dividendos porque acertará sin muchos oponentes. En esta ocasión, la excelsa obra de Nebra contará con la dirección de Alan Curtis al frente de la Orquesta Barroca de Sevilla y de la escena se encarga Andrés Lima.

Y todo lo demás

En el capítulo de guarnición, el Teatro ha echado mano de la imaginación, aunque, ¡ay!, siempre es lo mismo. Un par de recitales de flamenco para acompañar el programa de Falla (con Poveda y Tomatito), dos conciertos dirigidos por Cristóbal Soler (para que no se oxide), uno dedicado a Isabel Rey y otro navideño; un ciclo de cine y música centrado en Chaplin y dominado por Timothy Brock, en batuta y reconstrucciones musicales. Algunos conciertos de acompañamiento a otros programas de los que deja algo asombrado a más de uno el dedicado a Viento es la dicha de amor, con obras de Luis de Pablo, Salvatore Sciarrino y Gesualdo, a cargo del Ensemble Odechaton; y, por último, la gran operación de salvamento, el Ciclo de Lied que ha vuelto a las manos de Antonio Moral, antaño factotum de la Fundación Caja Madrid y hogaño director del CNDM, que ha recogido de la calle el Ciclo que parecía condenado. Y, desde luego, conferencias, charlas, exposiciones y todas esas cosas que dan espesor a una programación en el fondo algo magra; no más que las de las últimas temporadas, claro, pero tampoco como para justificar ese elogio brindado al nuevo responsable de la casa. Pero Madrid tiene, entre sus numerosas ventajas, la memoria de pez de sus fuerzas vivas, ¿o no están vivas?

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