El legado musical del tardo-barroco flamenco y catalán
Más causal que casualmente, la fuga o exilio (según con que ojos se vea) de parte del gobierno catalán a Bélgica propició que la 9ª edición del Festival de Música Antiga dels Pirineus acogiera a Flandes como región invitada. Después del parón pandémico del 2020, este verano se ha recuperado gran parte de la programación aplazada el pasado año, entre la cual se incluyen músicos flamencos ya presentes en la edición de 2019. Algunos de éstos son los que conforman el Ensemble Flandriae – Pyrenaei, integrado por intérpretes catalanes y flamencos que reivindican el legado patrimonial de compositores poco divulgados de sus respectivos territorios. Una propuesta que, el pasado 8 de agosto, nos permitió redescubrir pequeñas joyas musicales en el templo de Santa María del Santuario del Miracle, en el término municipal de Riner (Solsonès).
Más allá del interés musicológico del programa, cabe decir, no obstante, que no todas las obras trascienden un interés artístico similar ni gozaron del mismo realce musical. Entre lo más lúcido, pudieron escucharse dos obras de Henricus-Jacobus De Croce (1705-1786), compositor belga de acusada impronta italiana, cuyo Concierto op. 1 en La mayor, intitulado “Il Rossignolo & Coucou”, nos reportó toda la vitalidad descriptiva y expresiva de los más célebres conciertos vivaldianos. A su vez, pudimos disfrutar de la Sonata para violín nº 1 en Mi mayor del original maestro catalán Francesc Manalt (c.1710-1759), creador de una música como replegada en sí misma, con modulaciones y giros armónicos inesperados y texturas siempre sugerentes. Ambas obras fueron resueltas con gran habilidad y buen oficio por el conjunto de cuerdas catalano-flamenco, con especial mención del violín solista de Guido de Neve. Desafortunadamente, no corrió la misma suerte el repertorio vocal a cargo de la discreta soprano Anne Cambier. Si bien la acústica del recinto no contribuyó a su realce, su voz de escasa proyección y limitados medios quedó casi siempre ahogada por el conjunto instrumental, incluso en los pasajes en que cantaba solo acompañada del bajo continuo. Una pena, puesto que los tonos de Francesc Valls (c.1671-1747) y el aria de De Croes incluidos en el programa hubieran podido dar mucho más de sí.
Las delicias poéticas del barroco temprano
Desde las alturas pirenaicas, el pequeño municipio de Espot acogió una exquisita velada musical protagonizada por la soprano Lore Binon y el laudista Jurgen Debruyn, celebrada el pasado 13 de agosto en la sala de plenos de su ayuntamiento. La cantante belga desgranó un escogido programa a caballo de los siglos XVI y XVII, en los albores de la monodía acompañada. Un repertorio cuyo canto hunde sus raíces en el sentido poético del texto y en la íntima articulación musical de sus afectos, lejos aún de las florituras virtuosísticas del barroco maduro.
Con voz nítida y despojada de artificios, la cantante belga fue desgranando las partituras de autores conocidos como Tarquinio Merula, John Dowland o Adrian Willaert, junto a otros menos divulgados como Constantijn Huygens o el francés Etienne Moulinié, apurando siempre la expresión retórica en la pureza de cada sonido, de cada matiz y de cada inflexión melódica. Su interpretación, de hondo calado dramático, de las partituras “Hor ch’è tempo di dormire” (T. Merula) y “In darkness let me dwell” (J. Dowland) fueron dos de los momentos culminantes de la velada. En todo momento, estuvo pulcramente acompañada por la tiorba y la guitarra barroca de Debruyn, quien también tuvo sus momentos de lucimiento en alguna toccata y tarantella. En futuras ocasiones, ayudaría disponer de los textos y traducciones de las canciones para su mayor apreciación artística.
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