La lectura y la música la han acompañado desde pequeña, de tebeos a novelas, poesía o ensayos, desde los Beatles o los Ramones a Bach, donde encuentra la paz y la tranquilidad, pasando por la polifonía o la música de cámara. Formada en ciencias químicas y en música, eligió el color negro de los conciertos en lugar de la bata blanca de los laboratorios. Mientras acababa sus estudios en la universidad comenzó a trabajar como becaria en el Departamento de Música de la Universidad Autónoma de Madrid que dirigía José Peris. Allí trabó contacto con agencias de conciertos y conoció a Antonio Moral que la contrató para la revista Scherzo donde fue relaciones externas hasta el año 1999. Su experiencia en orquesta pasa por la Orchestre des Champs Elysées, la Orquesta Sinfónica de Bilbao y la OBC en Barcelona. Su leitmotiv en la vida es aprender.
Llevas más de diez años al frente de la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas, es decir, la AEOS. ¿Recuerdas alguna situación similar a la actual?
No, ni como Presidenta de AEOS, ni en mi vida.
¿Cuáles son los grandes retos a los que se tiene que enfrentar el mundo sinfónico en esta crisis sin precedentes?
El mayor reto es aquel al que nos estamos enfrentando desde hace muchos años. Me refiero básicamente al hecho de reinventarnos, cuestionar el modelo del que venimos y renovarnos. Ese es el gran reto al que nos vemos, ahora ya sin duda, obligados a enfrentarnos.
Me estás diciendo que este reto no está necesariamente ligado a la crisis actual debido a la pandemia, sino que viene de antes. ¿Podrías especificar en qué consiste?
Debemos replantearnos el modelo de concierto tal cual está concebido, es decir, obertura, concierto con solista y sinfonía, al igual que la duración de los conciertos. También entraría aquí la problemática del envejecimiento de los públicos. Esa especie de torre de marfil en la que no estamos, pero en la que nos ven aquellos que tienen miedo a acercarse a nosotros para escuchar y para ver qué sucede. En definitiva: el encorsetamiento del mundo del concierto con sus códigos que para nosotros son normales, pero ajenos a tantas otras personas. Debemos cuestionar todo lo que hemos estado haciendo y ver qué podemos hacer ahora a pesar de las muchas restricciones.
Los retos planteados no son nuevos ni los ha provocado el Covid-19. Esa es la premisa de la que partes. Por otro lado, sí hay algunos retos que plantea el Covid-19 como el de la seguridad. ¿Qué medidas habéis adoptado en Asturias para proteger la salud del público, la de los artistas y trabajadores?
Lo más inmediato serán los ensayos a puerta cerrada respetando las distancias. Básicamente estamos cubriendo los cinco parámetros de la seguridad que son la distancia social, el lavado de manos, el tráfico de personas dentro de un edificio, la ventilación de los espacios y la limpieza y desinfección. Algunos podrán incluso quedar integrados para el futuro y bien que sea así, mientras que otros se irán normalizado según nos acostumbremos a que el virus viva entre nosotros.
La digitalización de la música como vía de comunicación en tiempos del aislamiento social es sin duda un adelanto técnico que habría que valorar positivamente. No obstante, alberga ciertos peligros como, por ejemplo, el hecho de que la música se convierta en un bien gratuito. ¿Qué opinas tú sobre este asunto?
Veo la gratuidad como algo peligroso. Sin duda alguna, la cultura debe de ser accesible, pero si ofrecemos nuestro arte ahora gratuitamente lo que ocurre es que no se aprecia como tal. Además, tarde o temprano volveremos al directo, que es insustituible, y a la sala. Y mira lo que está pasando con el Digital Concert Hall de la Filarmónica de Berlín. En un principio, cuando estábamos todos confinados en casa, se abrió y era totalmente gratuito y ahora se está volviendo a cerrar. Es decir, el mundo digital tendrá que existir y probablemente sea una plataforma en la que nos vayamos a desarrollar, pero también allí habrá que comprar una entrada de alguna forma.
Explícanos en breves palabras en qué consiste el programa Global Leaders, promovido por diversas universidades norteamericanas y apoyado por la Fundación BBVA.
The Global Leaders Program es un proyecto de formación de jóvenes en cuestiones de liderazgo en el mundo de la cultura. Nos hemos unido a este programa desde la AEOS para ofrecer todos los jueves de mayo unos seminarios web con las cuatro temáticas principales que nos plantea esta situación de pandemia: cómo volver a los escenarios, cómo garantizar la vuelta del público, todo lo relacionado con la seguridad e higiene y lo que ha supuesto replantearse toda esta situación durante el confinamiento. En estos seminarios debaten expertos sobre estos temas. De hecho, vamos a organizar dos seminarios online más en junio para luego descansar y reflexionar sobre cómo actuar y hacia dónde vamos.
Como Gerente de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias, ¿qué estrategias te has planteado para a) rediseñar el trabajo artístico y b) volver a conectar con vuestro público?
Ahora mismo, en junio, estamos haciendo un trabajo a puerta cerrada por motivos de seguridad, apostando por ese mundo digital, de imagen y grabación. En agosto conectaremos de nuevo con nuestro público visitando espacios abiertos, siempre y cuando lo permita la climatología aquí en Asturias, con formatos más populares, tanto en espacios grandes como en pequeños. El objetivo es llegar a un público lo más amplio posible.
¿Esto se ve reflejado en la página web de la orquesta?
Ana Mateo: Aún no, pero se podrá ver en la web nueva que espero que esté lista a lo largo este mes.
¿Temes el futuro? ¿Te preocupa que la administración aproveche esta crisis para volver a meter el tijeretazo, tal como sucediera en 2008?
Temer el futuro no, porque al final todo se acabará normalizando, aunque seguramente habrá un tijeretazo. La crisis nos ha pillado desprevenidos. Lo que me preocupa es que los recortes se apliquen a la cultura y que la cultura, que podría estar allí para precisamente aliviar penas o para ayudar en esa especie de proceso de sanación que vamos a necesitar, no pueda funcionar. Eso sí me preocupa. Pero miedo ninguno.
¿Qué valores le aportan a nuestra sociedad la música en general y las orquestas sinfónicas en particular?
La apreciación del arte en general enriquece a la persona, sana el alma y favorece un proceso de interiorización que considero muy importante para el crecimiento personal. Y en cuanto a las orquestas, yo siempre he dicho que son un reflejo del nivel cultural de la sociedad en la que están. El nivel cultural de una ciudad se refleja en el público que acude a los conciertos de su orquesta y en lo que esa orquesta programa y ofrece. No hay ninguna ciudad culturalmente importante en el mundo que no tenga una orquesta de primer nivel e incluso más de una. Las orquestas son las embajadoras de sus ciudades, son, en definitiva, los espejos de esas ciudades.
Llevamos décadas oyendo que el público de la música clásica está envejeciendo. Sin embargo, a escala mundial, los auditorios y teatros de ópera siguen registrando no pocas veces un lleno absoluto. ¿Cómo se explica esto?
El público siempre ha sido mayor. Cuando yo acudía a los conciertos de jovencita, el público era mayor. La cuestión no es tanto que el público envejezca, como el hecho de que no hay un recambio porque no hay educación. Los jóvenes no disponen de las herramientas necesarias para querer acudir a un concierto a partir de cierta edad, ya que no disponen de experiencias previas que les traigan buenos recuerdos. Deberíamos apostar por una educación que le quite el miedo a la juventud para que acuda a un auditorio y disfrute de un concierto de música clásica.
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