Raudo se sienta ante el piano y se prepara para entrar en trance. Perianes posee el don de esculpir silencio en la sala. Un mutismo que disuade carrasperas inoportunas y cambios de postura corporal. Y eso que los asientos de la Filharmonia Wrocławska no son precisamente un canto al confort.
La velada organizada por el Instituto Cervantes, la Embajada de España en Polonia y el Bank Zachodni WBK incluía Las Kinderszenen de Schumann y la Sonata n.12 op.26 de Beethoven, en la primera parte, y un monográfico Manuel de Falla en la segunda (Nocturno, Serenata andaluza, Cuatro miniaturas españolas y Fantasía Baetica). Introspectivas las dos primeras y envueltas de temperamento y magia las segundas (su interpretación de la Montañesa es puro hechizo), Javier Perianes (Nerva 1978) dio sobrados motivos de por qué es uno de los pianistas españoles con mayor proyección internacional. Es probable que en 2014 regrese a Polonia, para tocar de nuevo en la Filharmonia Narodowa de Varsovia.
A la mañana siguiente del concierto, antes de poner rumbo de nuevo a España, hablamos con él a la hora del check out. La enésima nevada del año en Wrocław. En mis notas mención especial y subrayado en rojo para la palabra repertorio. Javier capta las preguntas a la primera, va al grano y responde de inmediato como si conociera las preguntas de antemano.
En tu aún incipiente trayectoria como solista, ¿cómo va uno gestando el repertorio? ¿Quién lo determina? ¿En qué medida lo puede elegir el propio intérprete?
Estar vinculado a una compañía discográfica, en mi caso a Harmonia Mundi, ¿te condiciona de alguna manera? Por supuesto te condiciona de una manera positiva. Primero porque hay que preparar un repertorio que hay que grabar y después hay que promocionarlo, promocionar en el sentido más noble de la palabra: esto es, tocarlo en conciertos. No se trata aquí de vestirse de «faralaes» para hacer una promoción de un disco de Chopin. Esto es así, no es ninguna estrategia de ningún «lumbreras», ni ningún Séneca.
Esto, ¿condiciona de alguna manera el repertorio? Indudablemente. Lo que uno tiene que procurar es que lo condicione para bien. Hasta ahora puedo decir con toda sinceridad que he abordado el repertorio de mutuo acuerdo con la discográfica. Sería absurdo, por otra parte, que un artista grabara una obra y no la volviera a tocar. No se entendería.
En relación al network [los diferentes imponderables que afectan a la carrera del músico: agente, agenda, viajes, peticiones, encargos…] todavía con 34 años lo estoy aprendiendo. No tiene sentido alterar el programa en fechas próximas. Que lo he llegado a hacer sí, a veces no te queda otra. De todos modos, por una cuestión de salud mental, hay que intentar evitarlo.
En el mes de enero, por ejemplo no ha sido posible. La primera semana toqué el Primero de Beethoven con la Nacional, la segunda semana el Primero de Chopin con la Orquesta de Sevilla, la tercera un recital en Italia y el Concierto de Schumann en San Petersburgo y Londres. En cuatro semanas, cuatro cambios de repertorio. No es recomendable abusar de estas rachas, eso produce un desgaste importante. Ante compromisos como orquestas tan prestigiosas como La Orquesta de San Petersburgo o de peticiones de directores de primer nivel te ves abocado a aceptar condiciones de repertorio, ajenas a la voluntad de uno.
Para evitar que se resienta la calidad de las obras, para eso estás tú. El planing ideal sería determinar las obras a tocar uno mismo teniendo en cuenta también la promoción de los discos grabados. Pero la realidad está sujeta a otros muchos factores. Cada uno se organiza como quiere y sobre todo como puede.
Según lo comentado, ¿en qué medida el intérprete puede elegir las obras que quiere interpretar?, ¿qué margen tiene?
Creo que te lo he expuesto de forma muy clara. Ojo que eso no es todo. Después tienes que tener en mente que cerramos muchos programas con dos años de antelación. Y a veces te encuentras que tienes que tocar Chopin o Debussy cuando te apetece más Schumann o estás en el Schubert’s mood. Ahora sí, cuando llega el momento de la verdad, te pones y lo tomas con todo el cariño porque en el fondo estamos hablando de la gran música. Y a quién le amarga un dulce, ¿verdad?
¿Cómo se las apaña uno para ampliar el repertorio cuando ya está metido de lleno en la vorágine de conciertos y viajes?
Lo que te he comentado sobre los compromisos discográficos es una obviedad. Desde el momento que tienes que abordar, por ejemplo Mendelssohn, con vistas a un nuevo disco, estás ampliando el repertorio de una forma inexcusable. He tocado de Mendelssohn las Variaciones serias y algunas Canciones sin palabras y en el próximo disco claro aparecen las Variaciones, más Canciones sin palabras y el Rondo Caprichoso. En este caso estás ampliando el repertorio de forma inevitable.
También está en tu propia responsabilidad. Uno no puede llevar toda la vida haciendo un repertorio parecido. Desde el primer disco de Mompou, he pasado por Schumann, Beethoven, Blasco de Nebra, Falla y ahora el último disco, que se está acabando de editar, dedicado a Chopin y Debussy.
En Harmonia Mundi acordamos una grabación al año porque creímos que es lo más conveniente para las dos partes. No me gusta en exceso la sobreexposición y eso de grabar como churros tampoco tiene ningún sentido. Se trata de preparar cada disco con un gusto y un mimo exquisito. Una grabación en la que te puedas reconocer a ti mismo, tanto en lo bueno como en lo malo.
¿Cómo se enfrenta un intérprete de siglo XXI al dilema de abordar obras de las que disponemos ya de decenas de grabaciones referenciales? ¿En qué tesitura se encuentra el intérprete para abordar las grandes obras?
Pues en la misma en que se encontraba Richter cuando grabó tal obra. Hemos recibido toda esa herencia y aquí está la gran ventaja y el gran inconveniente. Vamos a ver, una versión de una obra archiconocida puede ser mejor o peor, pero seguro que es diferente. Y ahí, en la diferencia y personalidad que el músico puede imprimir a una obra, está uno de los misterios de una palabra, no siempre debidamente entendida, como es la ‘in-ter-pre-ta-ción’.
Que no deja de ser una creación nueva o recreación. El compositor cuando al final de la obra acaba escribiendo la fecha y la entrega al editor deja de ser dueño de la misma, como decía Mahler. Y hay que empeñarse en buscar esa segunda intención, de la que también hablaba Mahler constantemente.
Y volvemos a la cuestión inicial, dos versiones distintas pueden gustar más o menos, pero son distintas y he aquí el misterio y la grandeza. Por mucho que lo quieras evitar e intentar ser lo más fiel y riguroso a la partitura, quitarle incluso toda la pátina interpersonal, la personalidad del intérprete acaba aflorando, la pieza va impregnada de algo tuyo.
Hoy en día podemos seguir las agendas de muchos intérpretes a través de sus webs. Algunas de ellas dan verdadero vértigo. ¿Están las agendas sobresaturadas? ¿Es buena esa dinámica?
Eso debe juzgarlo el oyente. Si el oyente nota que hay un menoscabo en la calidad probablemente hay que cambiar la dinámica. Creo que la rueda de conciertos ha cambiado respecto a hace medio siglo. Primero porque vivimos en un tiempo que tiene una velocidad distinta. Es decir, hoy puedes viajar de Varsovia a Nueva York y llegar a tiempo no para tocar… (rectifica) o sí, incluso para tocar, si tenemos en cuenta el cambio horario.
¿Es este el mejor escenario? No, seguramente sería mejor tener dos días para aclimatarte, asimilar el horario, hacerte al país, asentarte. El gran cambio en la organización de conciertos y giras viene dado, aparte de por los costes –algunas figuras mundiales no las puedes tener más de cinco días parados– por la velocidad, la información. Todo es inmediato hoy.
Y al margen de la logística musical, ¿es bueno que un concertista escuche a sus colegas y siga sus trayectorias o se tiene, por el contrario, que contener?
Evidentemente no se puede estar en misa y repicando como dice el refrán. Es cuestión de disponibilidad de tiempo. Cuando tengo tiempo yo personalmente voy a todos los conciertos que puedo de piano, música de cámara, sinfónicos y ópera. Porque es un mundo del que disfruto, pero además voy con mi corazón abierto de par en par, dejando los prejuicios en casa, dispuesto a que me regalen algo. Asistir al recital de un grandísimo maestro del piano o un concierto de cámara pueden convertirse en la mejor masterclass. Recuerdo con mucha pasión la vez que acudí a escuchar los últimos cuartetos de Beethoven, donde pude entender con absoluta perfección los recursos que utilizó el compositor en sus últimas sonatas.
De aquellos pianistas que no podemos escuchar en vivo, pero conservamos enlatados, ¿cuáles te han influido más o tienes en mayor consideración?
Muchos. Yo he sido siempre un gran fan, y no es por tirarme el punto del esnobismo, de Lipatti. También de otros como Gilels o Myra Hess. O estando en Polonia, por supuesto de Rubinstein, pero también me apasiona Harasiewicz, que no es tan conocido. Todos te aportan ideas musicales de un momento histórico en el que se vivía con otra velocidad. Y su música tiene una velocidad distinta.
De los pianistas con los que has tenido contacto directo, ¿con cuáles te quedas?
He tenido un contacto directo con Barenboim, músico por el que siento una gran admiración. Me parece un músico absoluto. Una persona que hace música de cámara, recitales, dirige orquestas, óperas… He oído a su vez mucho a Maria Joao Pires o Radu Lupu, son pianistas que admiro profundamente. Además de ejemplos de honestidad, tienen un sello personal que les define. Allí también se encuentran Zimmermann y otros. Todos tienen su identidad propia. Y eso de tener identidad en el mundo tan globalizado y gris en el que vivimos tiene su importancia.
¿Hacia dónde te gustaría dirigir tu repertorio? ¿Qué piezas o compositores tienes en el tintero y te gustaría del algún modo hacer tuyos?
Esta pregunta la responde el tiempo. Te invierto la pregunta, ¿qué compositor no me gustaría hacer mío? Cuando era mucho más joven no pensé que fuera a grabar un disco de Beethoven y ya lo he hecho. Me queda mucho por descubrir. El próximo proyecto va encaminado en torno a Mendelssohn. También está en proyecto el Concierto para piano de Grieg.
¿Y entre los opus y autores que están fuera del mainstream?
Blasco de Nebra es un compositor con el que estoy trabajando de forma concienzuda y en el futuro, hablo en dos o tres años, me gustaría volver a tocar con asiduidad. Es un compositor completamente desconocido. Me gusta tocarlo, no porque tenga intención de rebuscar a nadie, sino porque su música me parece suficientemente rica para rescatarla. Yo no soy de perderme en los archivos y hacer arqueología. Llegaron a mis manos partituras de un compositor español del Siglo de Oro, me interesó y lo hice. Punto.
Nadie te puede decir que a Blasco de Nebra lo hayan escuchado mucho, y a Mompou tampoco. Si hablamos que de seis discos, dos de los compositores no pertenecen al mainstream, creo que el balance no está nada mal.
Una gira vertiginosa
Después de su paso por Wroclaw (Bratislavia) y tras tres días en A Coruña (15, 16 y 19 de marzo), Perianes tocará el 21 de marzo en la ciudad de Nicosia, en Chipre –tan de actualidad– y de vuelta a España le esperan el 25 de marzo en Cuenca, dentro de la aclamada Semana de Música Religiosa. Y después de recorrer España de norte a sur, se pueden destacar en esta temporada 2013 conciertos con: Yomiuri Nippon Orchestra en Tokyo (Suntory Hall), Queensland Orchestra (Australia), Orquesta Nacional de Francia (Teatro de los Campos Elíseos junto a Juanjo Mena), New World Symphony Orchestra (Miami, junto a Osmo Vanska), así como varios recitales, entre ello el de la Sala Grande de la Filarmónica de San Petersburgo.
[Wroclaw, 13/03/2013]