Doce Notas

La ópera, una historia social

siamo forti  La ópera, una historia socialDaniel Snowman, como es lógico, se aplica a la segunda versión. No solo porque sea una explicación superior, sino, sobre todo, porque es lo mismo, es decir, la explicación simple, si es honesta, implica la compleja. Si alguien se interesa por este tema es porque le interesa la ópera, para los que viven al margen de ella no es precisa explicación alguna. Y los interesados en la ópera solo pueden actualizar su afición o su pasión con una revisión lo más completa posible.

Para todo aficionado sincero, este libro es agua de mayo. En primer lugar, porque da lo que promete, una historia social de la ópera; un denso tomo de más de 500 páginas en las que se cuenta esa intrahistoria hoy tan necesaria del género lírico. Necesaria porque en momentos de transición todos se preguntan por lo mismo: el público, los costes, las razones de tal o cual tendencia artística en el género cuatro veces centenario. Y además, por qué y cómo sobrevive un género con tan mala salud de hierro.

Snowman no escamotea las críticas tradicionales: elitismo, eurocentrismo, absurdo narrativo, economía ruinosa, incapacidad aparente (siempre aparente) para adaptarse a los nuevos tiempos, restringido número de títulos. Pero a todas ellas le contrapone ejemplos que muestran resurrecciones fulgurantes.

La ópera, según Snowman y es difícil desmentirle, siempre ha perdido dinero y los sucesivos empresarios a lo largo de la historia han pasado por el mismo trance, breves periodos de exaltación, y finales y bruscos derrumbamientos financieros. Y, sin embargo, al amparo de algunas óperas se han creado estados europeos (Bélgica, Italia, Chequia…). Las principales ciudades del mundo han reservado sus lugares más privilegiados para ubicar los teatros de ópera sin los que parecían huérfanas. Y eso hasta hoy día, cuando las distracciones de masas han empequeñecido exponencialmente esa necesidad de socializar a los ciudadanos que antes se hacía en esos templos de la lírica.

Y todo eso, ¿por qué? Snowman se limita a poner sobre las páginas de su libro un abultado número de datos y los deja hablar. Cómo se ha comportado el público de las ciudades principales en el nacimiento, fortalecimiento y expansión de la ópera; cómo lo han hecho los empresarios, los artistas y, sobre todo, los patronos que eran los que enjugaban las crónicas deudas del género.

Preguntas versus respuestas

Daniel Snowman es un destacado especialista británico y tiene todo lo que se espera de él: erudición, capacidad de análisis y ese maravilloso talento para la divulgación culta típicamente británico que hace que un fárrago de datos se nos muestre como un interesante artículo de prensa.

Y, como es lógico, las preguntas surgen solas. Y quizá la gran interrogación que las resume todas llega al final: ¿Cuál es el estatuto de un género artístico que ha perdido su lugar de privilegio en las sociedades occidentales, que sigue costando un dineral y que se articula sobre un canon de cuarenta o cincuenta títulos?

Pero también, como es igualmente lógico, las respuestas quedan al albur del lector. A mi me quedan algunas preguntas tras la lectura del libro: ¿Puede existir una ópera que no pierda dinero, sostenible, como se diría ahora? Snowman parece negarlo, pero lo hace desde la acumulación de datos en sentido contrario; como si la posibilidad de acaparar la atención de grandes públicos fuera ajena a cualquier modestia presupuestaria.

Otra cuestión: ¿Puede haber ópera nueva? Tampoco Snowman da esperanzas. En pequeña escala sí, desde luego, pero el marketing actual del género se inclina por modernizar, incluso desnaturalizando los argumentos originales, los contenidos de las viejas historia del “canon”. Y, como Snowman señala lúcidamente, es este el único contraejemplo de una tendencia general hacia la autenticidad original de las óperas. Ya no se cantan en otros idiomas que los originales (algo que se había hecho permanentemente); a poco que sean vagamente antiguas se recurre a instrumentos y criterios de interpretación históricos; ya no hay cortes ni bises, todo es original como nunca lo había sido, todo menos las historias. Las partituras presumen de ediciones críticas, pero podemos ver Idomeneo en una gasolinera o Manon en una nave espacial.

En suma, esta historia social de la ópera tiene esa alquimia que tan bien dominan los especialistas británicos, y es que adquiere toda su palpitante actualidad de una revisión exhaustiva de la historia. Y la razón de que no sea una historia de la ópera más, sospecho que reside en que el autor tiene un agudo sentido de lo que hoy necesita el debate sobre la ópera: claridad en la visión de un complejo paisaje.

Completa el libro un CD con fragmentos de la historia de la ópera. Aunque se trata de uno de tantos agregados de trozos célebres, la selección tiene más de una picardía. Por ejemplo, la inclusión de un fragmento de la desconocidísima La Muette de Portici, de Auber; la ópera que desencadenó en 1830 la revuelta social que llevó a la creación del Estado belga. Y, supongo que todo aficionado se hará idea del número que viene después, en efecto, han acertado, «Va, pensiero», el celebérrimo coro de Nabucco con el que Verdi entró en la historia de Italia.

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