La unidad es algo que ha preocupado siempre a la clase política. Y en un afán de lograrla se ha valido de un sentimiento tan humano como la necesidad de pertenencia a un colectivo. En ese sentido, tanto la música como la danza han sido instrumentos que han servido con gran lealtad a la propaganda “desde que el hombre es hombre” –utilizando palabras de Sánchez Ekiza, uno de los musicólogos que colabora en el libro–. Y no es esta una cuestión banal. Ya cuando se pretendía la unificación del imperio romano se utilizó la liturgia cristiana y en ella, el canto gregoriano, para lograrlo. Claro, que esta práctica no puede ser considerada dentro del nacionalismo, porque precisamente el nacionalismo –como indica el término– tiene como objetivo la construcción de las naciones en su sentido moderno, es decir, como se desarrollaron en el siglo XIX.
El libro que les presento es la última novedad musicológica en cuestiones relacionadas con los discursos nacionalistas y la construcción de la identidad. Surgido de un seminario realizado en la Universidad de La Rioja, cuenta entre sus colaboradores con máximos especialistas de la música del siglo XX, que aportan su conocimiento al desarrollo de la cuestión que nos ocupa. Entre los estudios que forman el libro destacan por su calidad el de Pilar Ramos, la editora, que nos habla de los musicólogos en el exilio durante los primeros años franquistas abordando la cuestión de las continuidades y rupturas con el periodo republicano. También destacan las aportaciones de Carles A. Pitarch y Beatriz Martínez del Fresno en torno al desarrollo del folclore, el primero durantela II República y la segunda durante los primeros años franquistas conla Sección Femenina.
Otra visión interesante nos la proporcionan Elena Torres Clemente y Belén Vega Pichago desarrollando un tema que estuvo en boga durante los años veinte y treinta del siglo pasado: el “nacionalismo de las esencias” –del que sería su máximo representante Manuel de Falla– como exponente de una música nacional compuesta sobre la esencia del canto popular. Y el “afrocubanismo”, su hermano cultural desarrollado en Cuba.
Tampoco faltan las aportaciones clásicas. ¿Cómo abordar la construcción de la identidad del franquismo sin un artículo de Gemma Pérez Zalduondo? No es posible. En este caso, la profesora de la Universidad de Granada reflexiona sobre los actos fastuosos del primer franquismo hasta su cambio de orientación en torno al año 1942.
En resumen, un libro que saciará la curiosidad de aquellos intrépidos lectores ávidos de conocimiento, pero que escandalizará a los románticos que sigan viendo en la música –especialmente la tradicional– un arte “desinteresado”.