El programa reúne Las Ninfas del mar de Sibelius, la Quinta Sinfonía de Beethoven y las Cuatro últimas canciones de Richard Strauss, con la soprano Measha Brueggersgosman como invitada. Con La Filarmónica, sus promotores han querido rendir homenaje a las sociedades nacidas a comienzos del pasado siglo en distintos puntos de España, definitivas, como aquellas de la Centroeuropa melómana que las inspiraron, para el desarrollo de la música en nuestro país. Víctor Medem, director del proyecto, nos habla de esta ambiciosa propuesta.
¿Con qué aspiraciones llega el nuevo ciclo a Madrid?
Por una parte, con la idea de alcanzar las cifras de abonados y de ingresos que nos habíamos propuesto, pero sobre todo, conseguir una implantación de la marca en una ciudad con una vida musical tan rica como esta, donde además de propuestas del sector público como las de la ONE, existen otras privadas muy importantes. Lo que queríamos es encontrar ese nicho en el que se nos reconociese como propuesta alternativa y complementaria.
¿Y cómo ven las cosas?
Parece que lo hemos logrado. Incluso más de lo que esperábamos, tanto por la vista de las reacciones que hemos percibido, como por la respuesta del público. Eso conlleva no solo el apoyo del aficionado, sino también de instituciones y de otros sectores de la sociedad civil. Hemos dado a conocer la propuesta a distintas empresas, conscientes de que aunque a veces un primer encuentro no da frutos, esto es una batalla de fondo. Sobre todo, por ser una propuesta que planteamos a largo plazo.
¿Esas aspiraciones no le parecen utópicas en momentos como este?
Sabemos que es difícil, por eso digo que en estos primeros contactos muchas veces es bueno simplemente presentarte y no pedir nada. Simplemente, esperar que con el tiempo, a la vista de los resultados, empezar a hacer cosas juntos. No obstante, este primer año hemos conseguido algún patrocinio, lo que nos da bastante ánimo.
Esta etapa experimental de asentamiento ¿hasta qué año está planificada?
El proyecto empresarial es a tres años. Pero si hemos pensado en Madrid no es para hacer un experimento, sino para quedarnos.
Seis conciertos entre noviembre y junio en esta primera temporada, ¿hasta llegar a qué techo?
Una de las características de La Filarmónica es precisamente el reducido número de programas, porque creemos que en el contexto actual tal vez hay quien no se puede permitir acudir a muchos conciertos, pero no quiere renunciar a la calidad. Y nuestra propuesta pasa por mantener la calidad, trayendo nombres de primerísima línea. Creo que es una de las razones que ha enganchado al público.
Entre sus metas ¿está la captación de nuevos aficionados o recurrir al ya existente?
Ambas cosas. Se trata de una temporada que al aficionado le seduce por lo atractivo de los artistas invitados, algo que el melómano que va a conciertos habitualmente valora, y por otra parte hemos apostado por un acercamiento a colectivos, profesionales e instituciones que no lo hace de una manera regular. Para llamar su atención, este primer año hemos diseñado programas de mucho gancho, recurriendo a obras tan emblemáticas como la Quinta Sinfonía de Mahler, o la de Beethoven, el concierto de Rachmaninov, o el festival para rendir doble homenaje a Verdi y Wagner en el bicentenario de sus respectivos nacimientos. También hemos pensado en el nuevo público, para el que hemos ideado diversas modalidades de vinculación. Así, junto al abonado digamos standard, está el “protector”, pensado especialmente para empresas y para todo aquel que en alguna medida quiera adoptar el papel de mecenas. Esta categoría renuncia al descuento que hemos ofrecido al standard, y ese dinero lo destinamos a sufragar el abono joven. De ese modo, y ahí está su carácter novedoso, un número de personas menor de 16 años podrá acudir gratuitamente al concierto.
¿Es una cifra cerrada?
Dependerá del número de abonados que captemos. Por ahora serán 70 las gratuidades para jóvenes, que estarán situados en los bancos del coro del Auditorio Nacional. Allí se visualizará un grupo de personas, que de no ser por esta modalidad, no podrían acceder a los conciertos.
Aun así, a veces cuesta convencerlos.
Público nuevo hay, pero cuando las circunstancias no ayudan, no se lo pueden permitir. Al decidir nuestra campaña, estudiamos en primer lugar con cuántos invitados podríamos contar. Para lo que nos dirigimos a las escuelas de música y a los conservatorios, y la respuesta –casi 200 solicitudes– nos ha desbordado.
Viendo la caída de asistencia a conciertos, tanto en Barcelona, de donde proceden, como en Madrid, se merecen el apelativo de valientes por esta decisión.
Nuestra empresa, en efecto, está en Barcelona, pero estamos desarrollando distintos proyectos en otras ciudades españolas como Vitoria, Girona, Bilbao… Y esta red no se entiende a largo plazo sin contar en el mapa con una ciudad de referencia como Madrid, capital también de la música en España.
Hablaba de implantar la marca en Madrid. Sin embargo no aparecen rotulados Ibercamera, como en Barcelona.
Porque hemos querido convencer por la propuesta en sí, rindiendo al tiempo un homenaje con el nombre a aquella Sociedad Filarmónica que existió en Madrid a principios del siglo XX y que, por razones diversas, no es muy recordada. Por esa vía reivindicamos además ese tesoro que fueron las Sociedades Filarmónicas en España, algunas de las cuales sobreviven y otras están muriendo. Y fueron fundamentales para el desarrollo de la vida musical del país mucho antes de que se crease con dinero público la red de auditorios.
Por otra parte, desde el punto de vista jurídico La Filarmónica es una empresa diferente a Ibercamera, con el fin de que funcionen por cauces distintos, de modo que si a uno le va mal, el otro no se resienta. Si queremos que la música salga adelante debemos ser muy conscientes los que vivimos de ella, y también los que además somos aficionados, como es mi caso, de que hay que hacer todo lo posible por salvarla. Y el reto en este momento no es otro que conseguir que las salas estén llenas. Hace cinco años podría ser otro, y tal vez sea uno distinto dentro de otros cinco, pero hoy por hoy tenemos que poner todo lo que esté de nuestra parte para su supervivencia.
Respecto a la programación, ¿van a seguir una vía complementaria o paralela a Barcelona, repitiendo nombres y conciertos en Madrid?
A veces podrán repetirse, pero nuestra intención es que sean diferentes. La óptica que aplicamos en el ciclo que ahora comienza es que sea útil para la ciudad. Por ejemplo, el concierto con la Sinfónica de Bamberg dirigida por Jonathan Nott, con la Quinta de Beethoven y el Concierto Emperador de Beethoven con Alexei Volodin al piano, sólo se hace en Madrid. O para el Segundo de Rachmaninov, traemos sólo a Madrid a Matsuev, el colaborador favorito para este concierto de Gergiev, que es quien lo dirige… Idearemos propuestas muy diferenciadas en función de lo que creemos que es necesario para equilibrar la programación, conscientes siempre de que un ciclo de seis conciertos no es lo mismo que los de doce o trece que podemos hacer en otras ciudades.