Todos son válidos, componen esta visión poliédrica de un fenómeno social universal que nos llega desde la noche de los tiempos, desde el silencio ancestral a la cacofonía actual, cuando los más jóvenes huyen de la calidad del sonido musical para abrazar la síntesis pobre, no ya del MP3, si no de los móviles con los que acompañan sus veladas de flirteo.
Pero detengámonos en esta publicación: La seducción de la música. Interesante título de la obra del divulgador científico alemán Chistoph Drösser. No olvidemos que la música es expresión, armonía (o no) pero antes que eso es física (ondas que introducen una vibración audible en el aire) y matemáticas, Pitágoras sobre todo.
El autor, con los precedentes de publicaciones como Musicofilia de Oliver Sacks y La Música y la mente de Anthony Storr, compone un más que interesante índice de temas que van desde los orígenes de la música a partir de sonidos de la naturaleza, pasando por la manipulación humana de estos sonidos, la naturaleza sensorial y cerebral de esta manipulación deliberada (con sus diversas motivaciones) hasta la complicada elaboración “notacional” occidental, con su motivación sentimental, expresiva e incluso ideológica (himnos, música religiosa, etc).
Todo ello va conformando un canon, un marco que no solo es estilístico, si no que cala en la forma en la que percibimos o rechazamos los sonidos, las diversas músicas que cada día nos rodean.
Algunos creadores consiguen romper estos modelos, estos paradigmas y hacen avanzar lo que en diferentes civilizaciones y culturas llamamos “música”, una manifestación de los sentidos que ha calado profundamente en el modo en que percibimos el mundo.
Más que interesante lectura para comienzos de este adelantado otoño.