Doce Notas

El huésped del sevillano, una zarzuela popular para el Euskalduna de Bilbao

lirica  El huésped del sevillano, una zarzuela popular para el Euskalduna de Bilbao

'El huesped del Sevillano'. Cortesía Palacio Euskalduna

Con un elenco formado por la soprano María Ruiz y el barítono Axier Sánchez, triunfadores el pasado año en el ámbito lírico de Aste Nagusia (Semana Grande), a los que acompañarán el tenor Sergio Escobar, la soprano especialista en papeles de humor Aurora Frías, el tenor cómico Carlos Crooke y el conocido actor especialista en zarzuela Enrique del Portal, se presenta en el escenario bilbaíno este popular título. La dirección de escena corre a cargo de Antonio Ramallo y la dirección musical será de Tulio Gagliardo. Participan los colectivos formados por la Orquesta Lírica de Bilbao, el Ballet de Cristina Guadaño y el Coro Tempus Ensemble.

El huésped del sevillano se estrenó en 1926 convirtiéndose en un éxito fulminante del joven autor toledano que apenas sobrepasaba los treinta años y ya era el responsable de un buen puñado de zarzuelas de éxito.

Para esta zarzuela, Guerrero contó con la colaboración de dos libretistas, Juan Ignacio Luca de Tena y Enrique Reoyo, quienes sirvieron al maestro un texto basado en las peripecias amorosas de una pareja seria y otra cómica en pleno Siglo de Oro, lo que les permitió nada menos que incluir al mismísimo Cervantes, a modo de testigo y comentador de la acción, siendo él mismo el huésped del Mesón del Sevillano que da título a la obra.

Se dice que fue esta una de las más personales del maestro, no en vano su acción toledana le brindó la posibilidad de plasmar sus propias impresiones como hijo de la tierra. Impresiones que irían de lo popular a lo más urbano. Dos temas famosísimos dan prueba de lo uno y lo otro: el coro de “Lagarteranas”, como expresión campesina, y el no menos conocido “Canto a la espada toledana” (más conocido por su inicio, “Fiel espada triunfadora”). No serían los únicos momentos célebres y pegadizos de esta zarzuela; incluyendo en ellos la adaptación de una conocida gavota de Gaspar Sanz con la que Guerrero enhebró los enredos del último acto.

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