Aparte de conocer su punto de vista sobre numerosas experiencias en Salzburgo, Bruselas, el Ruhr o París, lo más interesante de su reflexión se encuentra en la defensa de una vida operística inteligente. Algunos han querido interpretar esto como una declaración en contra de sus aficiones o inercias, como el gusto por el cantante o el repertorio tradicional, pero no es así.
Mortier se aplica a defender una concepción que define como una dramaturgia de la vida musical operística: primacía a las óperas cuya genialidad alcanza también a la historia contada y a su simbolismo cultural.