Doce Notas

Chevi Muraday y el proyecto LSD in Movement

Chevy Muraday. ©Rubén Gámez

En la actualidad, en su sede de Alcalá de Henares, Muraday se enfrenta a nuevos montajes al tiempo que implanta un ambicioso proyecto que ha bautizado como LSD IN MOVEMENT. Familiarizado con los lenguajes del teatro, la ópera y el cine, es la técnica de la gran pantalla la que articula otra aventura, que en estos momentos ultima junto al compositor Eneko Vadillo.

El 29 de abril es el Día de la Danza, ¿una fecha para celebrar o para reivindicar?. Para ambas cosas. Se tiene que celebrar que todos los que estamos involucrados en la danza, nos unamos. Ese simple hecho ya es algo por lo que debemos felicitarnos. Pero también es un día de reivindicación, para que las instituciones se hagan cargo de la situación real que estamos viviendo.

¿Cómo la definiría?. Como realmente precaria. Y va a peor. Las exigencias de las instituciones hacia las compañías de pequeño formato cada vez son mayores, sin que por su parte exista con ellas un compromiso real. Es verdad que se cuenta con unas partidas presupuestarias que es preciso justificar, y así se produce una limpieza de imagen. Pero eso no es suficiente.

¿Por dónde pasaría ese compromiso que echa en falta?. Por que una vez que se distribuya esa partida presupuestaria, exista también una difusión. Las compañías nos tenemos que partir la cara, la espalda, el espinazo… el alma, por conseguir un número de funciones anuales en nuestro propio país. Bailamos mucho fuera, y poco en España.

Dice que bailan más en otros países ¿Está la danza mejor vista fuera?. Hay un público de danza que en España es inexistente. En ese aspecto, todavía tenemos los cuarenta años de dictadura a nuestras espaldas. Cuando Pina Bausch estaba trabajando en Alemania creando el Tanztheater Wuppertal, en España seguíamos con la peineta y el abanico. Que está muy bien: respeto y defiendo la danza española. Pero hay un proceso que Europa ha superado y nuestro país todavía no.

Por eso decidió marcharse, cuando comenzaban a premiarlo después de estudiar con Carmen Senra ¿Podemos decir que se ha hecho más allá de nuestras fronteras?. Mi formación académica tuvo lugar en España, con muy buenos profesores. Como bailarín, al no encontrar en ese momento trabajo aquí para mí en compañías de danza contemporánea, me tuve que marchar a Alemania, donde trabajé con coreógrafos estupendos, como Rui Horta, con quien estuve en Frankfurt o, en Dusseldorf, con el Neuer Tanz, segunda compañía de Pina Bausch. Luego, en Londres, con Transition Dance… Es en esas compañías donde me formé como bailarín, porque una cosa es tu formación académica, y otra, la escénica, que en España era inviable. Había dos compañías pequeñas que no podían acogernos a todos. Aparte de eso, un bailarín, como cualquier otra persona que se dedique al arte, debe absorber de distintos lugares para poder crecer.

Con veinte años le premiaron su primera coreografía En el campo entre las flores… ¿Cuántas han venido después?. Cuando me otorgaron el Premio Nacional, me pidieron hacer una retrospectiva de mis trabajos, y hasta ese momento eran 27, no sólo para losdedae, mi compañía, también para la Nacional de Danza y para otras, como coreógrafo invitado. En la actualidad estoy en las 32 o cosa así.

¿Para qué le sirvió el Premio Nacional?. Sobre todo para que en el Ministerio de Cultura me respondiesen al teléfono nada más llamar, sin ponerme “la música”. Es una ironía (ríe)…. En realidad, me sirvió de mucho. El reconocimiento institucional es muy bueno porque de alguna manera se produce un rebote al reconocimiento público. Pero mi trabajo, antes y después del premio, sigue siendo el mismo. ¿Que después del premio tengo una sede? Sí, porque gracias a ese reconocimiento público y mediático que decía, se activó una especie de juego de fichas de dominó que iba haciendo que cayesen cosas, como es lógico que suceda. Después de 10 años de vida de la compañía, ya era hora de que tuviera una sede propia como compañía residente del programa que tiene la Comunidad de Madrid.

¿Le piden coreografías para otros?. Suelo colaborar con algunas compañías de Turquía. Mantengo una relación muy estrecha con ese país donde he sido cinco años profesor del conservatorio de Estambul. Desde hace cuatro o cinco años, mi relación con el teatro es cada vez más cotidiana. Fui profesor en la escuela de Cristina Rota, y desde entonces muchos directores de escena, como Juan Carlos Pérez de la Fuente, Albert Boadella o, ahora Magüi Mira, me proponen organizar para los actores el “movimiento escénico”, como definimos esa actividad que no es danza propiamente dicha. Debes intentar no quedarte sólo en la danza, sino poder abrir tu cabeza a otras disciplinas, que es lo interesante.

Entre las que maneja, la más cercana para un coreógrafo es la música ¿Se inspira en obras existentes, o le gusta que escriban para usted compositores como César Camarero, ganador del Premio Nacional de Composición el año que usted recibió el de danza?. Recurro a distintas posibilidades. Es verdad que en algunas, como en la que trabajé con César Camarero, sin haber escuchado la partitura, ya habíamos ideado un mundo muy nuestro, que se disparó una vez pude escuchar la composición final. La música de Instrucciones para dejarse caer al otro lado del vacío, que estrenamos en el Festival de Música de Alicante, con la JONDE en directo, me pareció tan fascinante, que inmediatamente me surgieron miles de ideas. Pero en otras piezas trabajo en silencio absoluto. Como estoy haciendo ahora con Eneko Vadillo, porque así nos hemos propuesto la elaboración de algo que no es estrictamente un vídeo-danza, en realidad es un corto que durará fácilmente 25 minutos, con guión de Javier Cardenote que ha titulado Los mundos lisérgicos y en el que realmente me he inspirado.

Con ese nombre, lo inmediato es preguntarle por el proyecto LSD IN MOVEMENT ¿En qué consiste?. Durante muchos años sufrí la falta de espacio y la nula generosidad de las Instituciones para poner en marcha ese centro coreográfico que no existe en Madrid. Nos convertimos en una compañía nómada: un centro cultural un día, otro una escuela, y el siguiente me gastaba un dineral para alquilar salas. De ahí que siempre diese vueltas en mi cabeza al proyecto de que, cuando tuviese sede, sería un espacio para compartir. Y ese es el leit motiv de LSD IN MOVEMENT ahora, cuando cuento con un espacio donde tengo la posibilidad de invitar a compañías de fuera. No solamente a hacer sus producciones, sino a quedarse a vivir aquí durante el montaje. En esos días se genera un movimiento maravilloso. La compañía visitante toma clases con nosotros que, por nuestra parte, vamos a sus ensayos; bailamos las dos compañías juntas en las calles de Alcalá de Henares, o montamos workshops para que la gente venga a vernos. Esa es la idea: más que de intercambio, de compartir. Sin esperar nada a cambio.

Ensayo de Me amontono. Sede de losdedae en Alcalá de Henares. ©docenotas.com
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