Almudena de Maeztu es especialista en artes decorativas, y se nota en las agudas páginas que dedica a un periodo que va de la Secessión, que nace prácticamente en casa de los padres de Alma, hasta la Bauhaus, creada por su segundo marido. Pero, sin duda, uno de los atractivos más notables de este libro es lo vívido de su narración, por momentos casi cinematográfica, que lo convierte en un libro de amenidad casi adictiva (lo que se suele resumir en que se lee de un tirón).
Es posible (y comprensible) que el gran aparato erudito sobre el que se soporta el libro deba no poco a la estrecha colaboración con el gran musicógrafo que es José Luis Pérez de Arteaga, marido de Almudena y autor de un Mahler de referencia. Pero el tono ingrávido, la comprensión de la psicología femenina y la fluidez narrativa le corresponden sólo a la autora. Y gracias a ese tono nos acercamos a esa figura que fue Alma con un grado de comprensión humana certero, algo importante con una persona que casi ha creado en torno suyo a dos partidos: los pros y los antis. Sin duda, no fue fácil ser mujer (atractiva, seductora e inteligente) en un entorno de artistas geniales; atravesar crisis matrimoniales que fueron analizadas por el mismísimo Freud; sobrevivir a guerras, caídas de imperios, muertes de hijos y, sobre todo, querer quitar barreras al ejercicio de ser mujer.