Doce Notas

Cristóbal Halffter, los ochenta de un grande

entrevistas  Cristóbal Halffter, los ochenta de un grande

Cristóbal Halffter. © Unai P. Azaldegui

Quienes han escrito sobre su obra suelen dividirla en etapas. ¿En qué momento está ahora? Es costumbre de la crítica dividir la creación de cualquier compositor en etapas, cosa que acepto pero que sólo sirve para entender la totalidad de la obra del autor estudiado a medias. Personalmente esta forma de dividir la creación no me gusta, pues considero que la obra de un autor es un bloque unitario y personal, haga lo que haga, aunque sean cosas muy diferentes: Beethoven escribió Para Elisa que es tan beethoveniana como sus últimos cuartetos y la Novena Sinfonía. No se pueden levantar fronteras en la vida de un compositor, pues toda su obra es un puente que va desde la primera hasta la última obra.

¿Y cómo definiría su sello personal como compositor? Creo que soy el último que puedo definirlo porque no hago mis obras pensando en qué quiero ser yo, sino que las obras salen desde mi yo. Es decir, no puedo describir cómo crecen mis manos o cómo es la transfiguración de mi rostro a través de los años. Soy el último que puede apreciar esto. Es algo que sólo puede analizarse desde fuera.

¿Qué siente ser el primer compositor español al que la Orquesta Nacional de España dedica su ciclo Carta Blanca? Siento mucha responsabilidad por los cinco compositores que me han precedido y por los que me van a seguir. Me encuentro en este momento entre los que ya han pasado y los que han de llegar. Ser el primer español para mí no indica ser el único o el mejor. Es una gran alegría que agradezco a todo el equipo de la Orquesta Nacional y muy especialmente a Josep Pons, su director.

Esta temporada su música también se interpretará en otras salas, como por ejemplo, el Auditorio 400 del Museo Reina Sofía. ¿Dónde más podremos escucharla? ¿Hará otros estrenos además de De ecos y sombras (estrenada en noviembre por la ONE)? Entre otros, se van a hacer conciertos en Dresde, Santiago de Compostela, Valladolid, y en el Festival de Sant Pölten, Viena, que estará dedicado a mí y que será en septiembre de 2010. Allí estrenaré el día 5 de una obra para orquesta que se llama Ritual. Estoy muy agradecido porque se hagan estos homenajes, porque entiendo que se hacen por mi obra y no por mis ochenta años.

¿En qué proyectos está trabajando actualmente aparte de estos conciertos? Estoy cotejando una serie de propuestas y colaboraciones. Calculo que hasta Navidad no tendré una decisión clara. Lo más difícil de una elección son los proyectos que hay que descartar.

¿Planea el trabajo por años?El trabajo se va solapando unos con otros. Cuando comienzo un proyecto me gusta llevarlo hasta el final, pero mientras estoy finalizando una obra ya estoy proyectando en mente una nueva.

¿Qué diferencias hay entre el entorno musical español que lo rodeaba cuando empezó su carrera y el actual? ¿Qué falta mejorar?
Creo que hay una radical diferencia a favor en cuanto a cantidad y calidad de intérpretes y de compositores. La calidad de muchos músicos españoles está perfectamente demostrada para quien quiera buscarla. Hay más orquestas, más público, más auditorios, pero seguimos estancados desde hace muchos años en obtener una mayor relación entre lo que escriben los compositores y el público en general.

También necesitaríamos un mayor refuerzo en la enseñanza musical en todos sus diferentes apartados. Capítulo a parte merecería la escasa atención de los medios de comunicación hacia la música culta. Estos medios están más interesados en apoyar la cultura de lo que yo llamo la «vulgaridad barbarizada», antes que difundir la cultura de calidad para la que se dan muy pocos espacios. Cada vez más considero imprescindible reestructurar la forma en que la sociedad española tiene acceso a la alta cultura en la que no deben intervenir factores económicos ni de condición social.

¿Qué problema ve en la educación musical profesional? Habría que hacerla más abierta y más aún teniendo en cuenta, que la música forma parte fundamental de la cultura y de la sensibilidad del individuo. Para ello, tendríamos que implantar una asignatura de «Cultivo de la sensibilidad» y sobre todo de la sensibilidad acústica desde los primeros años de la edad escolar. Evitaríamos la contaminación acústica que domina nuestras ciudades, podríamos encontrar la belleza del silencio y se podría escuchar música que hoy no tiene cabida por el ruido ambiental que nos rodea. La cultura musical, así como la cultura general de nuestra sociedad, se verían enormemente enriquecidas.

¿Cómo se definiría a sí mismo como compositor?
Como alguien que vive en su tiempo, con interés, pasión e intentando siempre comprenderlo y conocerlo.

Cristóbal Halffter. © Unai P. Azaldegui

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