Doce Notas

De Madrid al cieno. Lina Prokófiev. Una española en el gulag

Lina fue la primera mujer del compositor. Nacida en Madrid en 1897, se crió entre Nueva York, París y Londres. Se casó con Prokófiev en 1923 y tuvieron dos hijos. Era cantante lírica y hablaba seis idiomas. En 1936 acompañó y apoyó la decisión del compositor de volver a la Unión Soviética y, con ello, sus vidas viraron hacia la pesadilla.

Unos años después, el compositor conoció “casualmente” a una estudiante de lenguas, hija de un buen comunista y ella misma aspirante al ingreso en el Partido. Mira Mendelson se convirtió en su segunda mujer en enero de 1948. En pocas semanas, Prokófiev fue criticado en el célebre libelo de Zhdánov por formalista y enemigo del pueblo, y días más tarde, Lina fue arrestada y condenada a veinte años de trabajos forzados en un gulag, de los que cumplió ocho. Su familia quedó rota y sus dos hijos prácticamente apartados del contacto con el padre que falleció en 1953, apenas una hora antes que Stalin.

La autora conoció a Lina cuando era una niña y quedó deslumbrada por la brillantez y el cosmopolitismo de su carácter. Años después decidió alumbrar los detalles de esta historia a través de una investigación que se ha convertido en un material biográfico indispensable. Chemberdjí ha partido de fuentes de toda solvencia, los diarios del matrimonio (cuya pista desaparece en los terribles años treinta), la correspondencia y los restos de escritos de la familia; incluyendo conversaciones con el hijo mayor del matrimonio, Sviatoslav, y los nietos.

El resultado es el descubrimiento de un díptico estremecedor: una primera parte en la que el matrimonio de artistas se pasean por el mundo con amistades como Picasso, Stravinsky, Diaguilev, Cocteau, Chaplin, Meierhold, Stanislavski, Maiakovski, Poulenc, Ravel, Rachmaninov y muchos más; y una segunda parte tétrica, guiada por espías y sicarios, cárcel y destrucción del tejido familiar.

La labor de Chemberdjí no sólo aclara aspectos mal comprendidos (las razones de la vuelta de Prokófiev a la URSS, por ejemplo), nos muestra, además, toda la ambivalencia del siglo XX, y nos descubre la fabulosa peripecia de una madrileña accidental que, por lo visto, no tiene quien la reivindique, si exceptuamos a Juan José Herrera de la Muela, el responsable de esta colección que arroja luz sobre la cultura en la antigua Unión Soviética.

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