Pues bien, no es necesario saber qué notas están sonando para apreciar la música, simplemente debemos estar abiertos a experimentar un placer, unas emociones que pueden ser medidas con la combinación de neurociencia y electrónica. Nada que ver con fenómenos medicinales y curativos atribuidos a la “new age music”, de muy difícil prueba científica. Más bien la idea de Levitin va por mostrar el funcionamiento de las redes neuronales al experimentar una exposición a los sonidos organizados, o sea la música como el lenguaje de un fenómeno físico observable, estudiado como una fuente de comunicación humana más.
Un libro que en palabras de David Byrne –Talking Heads– “profundiza en el bello misterio de la música” investigando –parece una contradicción– su lado científico más profundo, el que afecta al cerebro humano, los deseos, los temores, las ideas, las evocaciones y los estados de ánimo. Aunque sólo fuera por conocer un poco más nuestra naturaleza ya se justificaba esta publicación.