Si alguien piensa que precisión, economía de palabras y poesía están reñidas, aquí tiene la prueba palpable de que esto es así para el común de los mortales literarios –todos nosotros- pero no para determinadas deidades como Alejo Carpentier.
Breves y concisos artículos para El Nacional, Caracas, en los años 50 hasta el triunfo de la revolución cubana en 1959, año en el que vuelve a la isla. En ellos analiza el clasicismo y la vanguardia musical de la época; la composición, los intérpretes, los directores, el estado de la cuestión musicológica, el teatro musical y la música en los teatros, la reflexión musical más avanzada: la formación de intérpretes, la formación de espectadores, el problema del público formado. Lecciones magistrales encapsuladas en las pocas líneas que la prensa cede a los comentarios musicales. Lo sé por experiencia: hoy 10 líneas, mañana 20.
Claramente decantado por las vanguardias y su relación con épocas musicales anteriores: romanticismo, clasicismo, periodo barroco, va desgranando sus comentarios sobre Stravinsky, Schoenberg, Berg, Bartok, Webern, Varese –para el que escribió el libreto de una ópera- o los “jóvenes airados” de Darmstad y sus reacciones contra el establishment serialista –Stockhausen, Cage, Nono, Berio-. No olvida poner el acento en la necesidad de no romper la continuidad musical: de Bach a Mozart, de Beethoven a Wagner, Debussy, Ravel… Tradición y vanguardia son imprescindibles… Seguimos avanzando en díadas que se resuelven, algo parecido a las “tesis” marxianas.
Acaba el libro con un interesante estudio sobre música y literatura y una cita memorable de Lewis Carroll, en palabras de Alicia: “I´m never sure what I´m going to be, from one minute to the other”. Todo cambia… constantemente. Gracias Alejo, una lección más de periodismo musical. Una gozada de lectura.