Se declara también “un enamorado de la música española” y, aunque cautamente, aún no se decide a hablar de los títulos que ha escogido, sí afirma que intentará “aportar, poco a poco, títulos de ópera española que no se han llegado a poner en escena”. Como ese Il tutore burlato de Martín y Soler que vio la luz bajo su batuta en el Teatro Real y que considera “una de tantas pequeñas joyas que están esperando a ser desveladas”.
Su intención es armar una temporada aunque corta, variada: “Apostaré por la calidad, por escoger bien, títulos y cantantes. Hoy en día se puede hacer una ópera con cantantes españoles muy buenos sin gastarse dinerales”. Le preocupa lo difícil que resulta para los jóvenes solistas españoles moverse: “Mi intención es hacer unas audiciones. No sé si hay un más allá de Carlos Álvarez, una apuesta firme de la Temporada con cuya presencia nos gustaría poder seguir contando, pero lo que sí sé es que hay un más acá, y que hay que abrir los teatros a jóvenes valores de la lírica”. También considera “como una apuesta muy valiente por parte de un teatro el confiar la batuta a un director español” y concluye: “en España hay media docena de directores jóvenes que estamos en una situación difícil para salir adelante si no hay un relevo generacional”.
Por eso afirma que para él, viajar a Málaga, supone un gran paso: “Es difícil hacerse valer como español en el foso. La lírica, y por extensión esta profesión, desgraciadamente aún son un feudo de directores extranjeros”.
Decisiones como la del Teatro Cervantes podrían anunciar una nueva etapa. Quizás una recién nacida confianza en nuestra calidad y experiencia, en que también podemos llevar la batuta y la voz cantante. Quién sabe.