Entre los expuestos, es de destacar el “Viotti”, de una belleza incomparable, y que perteneció al célebre violinista que dio nombre a este instrumento. Por otro lado, el último de los 10 violines expuestos fue construido por Omobono Stradivari, hijo de Antonio. La calidad y manufactura están claramente por debajo de los que realizó su padre y maestro. Está la célebre viola “Archinto”, en un espectacular estado de conservación, como recién construida, al contrario de la otra, la “Castelbarco”, que es un auténtico rompecabezas.
De los violonchelos, sin ser de lo mejor de Stradivari, dos son bellísimos –Pawle, 1730 y Markevitch, 1709–, mientras que el tercero –Marquis de Corberon, 1726– está construido con madera de sauce que le da una pobre presencia, aunque no está falto de una sobria elegancia. De admirable y sorprendente se puede calificar la longevidad de Stradivari, teniendo en cuenta la época: el chelo “Pawle” fue construido en 1730, cuando Stradivari tenía 86 años.
Vale la pena tomarse tiempo para ver la exposición. Es muy recomendable realizar una primera visita para admirar todos y cada uno de los detalles constructivos y estilísticos. Luego por la tarde, una segunda visita más reposada y mirar cada uno de los instrumentos como si contempláramos un lienzo de gran tamaño: a distancia, cuanta más, mejor. Así podremos apreciar plenamente su belleza y profundidad.
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http://museefabre.montpellier-agglo.com