Doce Notas

NUEVAS TECNOLOGÍAS, MÚSICA Y EXPERIENCIA

Hay quien dice que el objetivo social de este exceso de música –ubicuidad sonora– en la sociedad actual es que estemos todos callados. Es cierto, claramente en el caso del pop… ¿También de la denominada clásica? No así de las músicas creativas, innovadoras, que recogen los avances sociales, culturales y tecnológicos actuales.

En el momento actual vemos que el paradigma tecnológico en lo musical nos ha llevado a un callejón sin aparente salida en cuanto al disfrute privado-público de este arte. Ha ganado la batalla el disfrute en privado: discos, medios audiovisuales, Internet… (ayer pasé parte de la mañana tomando un café con un amigo y viendo un concierto de Sonny Rollins de 1959 por el teléfono móvil). Hay que volver al disfrute en público, en directo, comunitariamente. Las experiencias de ver una película en casa –dvd, monitor– o en el cine –pareja, grupo de amigos, comunidad– son absolutamente diferentes.

Ahora que hablamos de la “economía de la experiencia” quizá deberíamos pensar un poco más sobre el papel más adecuado de la tecnología… Elvis Costello lo acaba de decir: ¡hay que volver al vinilo! Soporte que nos proporciona el cien por cien de los sonidos, en alta fidelidad, estéreo y hasta cuadrafónico, incluso los sonidos debidos al uso y al paso del tiempo, el ruido. Todo esto tiene implicaciones económicas, sociales, ideológicas y por supuesto, de contenidos, que es de lo que se trata… Se debe mejorar el arte también desde los márgenes exteriores: sociedad, tecnología y políticas adecuadas.
¿Quién puede escapar a la omnipresencia de la música en la sociedad actual? Si está continuamente en nuestra vida cotidiana debemos prestar atención a los modos de producción y de difusión… quizá también a la “propiedad de los medios de producción” musical. Benjamin, Adorno y Attali ya nos habían advertido en el pasado más o menos reciente. Quizá es que los altos ejecutivos de las “disqueras” sólo leen el Wall Street Journal… y están más pendientes de las cotizaciones de bolsa de sus empresas que en las necesidades de quienes les proveen de materia prima: los creadores, los intérpretes.

Del CD al DVD y de ahí al MP3-4, iPod, “YouTube” y “MySpace”, problemas y oportunidades de negocio, de actividad, de creación. Teatro y danza han encontrado cierto acomodo en estos “mundos virtuales”… el pop y el rock sigue pendiente del videoclip, el jazz está colocando en “youTube” la producción audiovisual de décadas pasadas, la clásica –con un mero 10% del pastel discográfico– apuesta por “vender por mucho a unos pocos” –esos cofres de 60, 80, 100 euros son meros “regalos de empresa”– y con los problemas añadidos de la gran generación de recursos por el “canon digital” y su deficiente gestión y distribución. ¿Creative Commons? Pues es una opción.

Me alegra coincidir en lecturas con George Yúdice –aparte de los mencionados Adorno y Attali– en las obras de Riffkin y Toni Negri… Raymond Williams. Es necesario más debate y una mayor participación de los “estudios culturales” en el análisis del fenómeno musical actual, tecnologías incluidas.

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