En este libro confiesa lo que ya muchos sabían: las obras firmadas por Gregorio Martínez Sierra estaban escritas en estrecha colaboración con ella, incluso en su mayor parte la autoría era exclusiva de María. La escritora expone las múltiples razones que le llevaron a esconder su nombre, así como la que le hace desvelar la verdad: “Ahora, anciana y viuda, veome obligada a proclamar mi maternidad para cobrar mis derechos de autora”. Porque, inconcebiblemente, Gregorio legó todos los derechos a su amante, la actriz Catalina Bárcena.
Como cuando se trata de reconocer la autoría femenina las inercias son especialmente pertinaces, hay que dar calurosa bienvenida al trabajo que desde el Instituto de estudios riojanos un nutrido grupo de especialistas ha venido realizando, bajo la dirección entusiasta de Juan Aguilera Sastre, centrando por fin los estudios en la personalidad y obra de María, con claridad y sin más ambages. Los artículos provienen de las III Jornadas sobre María Lejárraga celebradas en Logroño en el otoño de 2005, y muestran su triple faceta de dramaturga, ensayista y activista. Se describe cómo su pensamiento feminista evoluciona desde el sufragismo a elaboraciones más complejas; también se destacan sus trabajos periodísticos, siendo fundamentales las crónicas que enviaba desde allende nuestras fronteras, reseñando los debates más importantes que tenían lugar en el panorama internacional y propiciando su divulgación a todas las capas sociales.
En la dimensión musical tres capítulos se ocupan de su trabajo en el Teatro de Arte y de las colaboraciones con Falla y María Rodrigo. Los datos que se aportan sobre esta última son especialmente valiosos, dada la poca información que de ella ha quedado y que está aquí expuesta con claridad y concisión, además de poner en valor la labor que la compositora desarrolló como secretaria junto a María Lejárraga en la Asociación Femenina de Educación Cívica, entre 1931 y 1936, donde se ocupó de la organización de los cursos y actividades musicales. En fin, que con estas actas podemos adquirir una clara visión de conjunto de la época y del papel crucial y determinante que María Martínez Sierra jugó en aquel periodo intenso al que debemos tanto.